Hace cuatro décadas se produjo lo que hoy se considera el suicidio colectivo más grande de toda la historia en la selva de Guyana en el noreste de América del Sur, situada entre Surinam, Venezuela y Brasil.
'Hay que hacer una revolución de muerte. Por el amor a Dios, llegó el momento de acabar con esto. Hemos obtenido todo lo que hemos querido en este mundo. Hemos tenido una buena vida y hemos sido amados'. Estas palabras se convertirían en el último discurso que escucharían los cientos de seguidores, provenientes en su mayoría de Estados Unidos, enceguecidos antes de tomar el zumo de uva mezclado con cianuro, que acabaría con la vida de cada uno de ellos. Desde el numero 1 hasta el 909 se fueron desplomando cada uno.
Ese mismo día cinco personas, entre ellas un congresista estadounidense, tres periodistas y una desertora, fueron asesinados vilmente por los 'fieles' cuando se subían a un avión de regreso a su país natal.
'Jonestown es un lugar dedicado a vivir por el socialismo, por la equidad económica y racial', así se refirió Jim Jones, líder del grupo –quien se tildaba como un ser omnipotente- al sector de tierra en el que se asentó la comunidad, donde además de la realización de sus rituales, trabajaban por un proyecto agrícola. El nombre con el que fue bautizado aquel sitio hacía alusión al apellido del jefe de la secta: 'Ciudad de Jones', en la cual no existía segregación racial ni otras discriminaciones.
Durante los años 50, Jones dio a conocer su rechazo al racismo y mostraba admiración por el comunismo.
En ese tiempo fundó en su tierra natal Indianápolis, 'El templo del pueblo', se convirtió en un mundo soñado por los aislados de la sociedad; 'nos prometió que nunca más volverían a despreciarnos por ser negros', comentó Hue Forston, sobreviviente de la muerte colectiva en un documental del canal estadounidense History Channel.
En los años 60 y a principios de los 70 la comunidad de aproximadamente 140 integrantes, siguieron la concepción del jefe religioso y apoyaron la creación de nuevas sedes en San Francisco y Los Ángeles. A mediados de los años setenta se conoció que más de la mitad de los seguidores eran de tez negra.
Paliza a los 'fieles'
El odio por parte de Jones hacia el Gobierno de Estados Unidos incrementaba cada vez más.
En 1977 la revista New West publicó dos artículos el cuál recopilaban historias de varios desertores que afirmaban que dentro de los 'cultos' del líder, daban palizas a los 'fieles' e incluso mataban gente. La prensa norteamericana se volcó contra el 'Dios Jones' desde que se empezó a rumorar sus actos macabros.
La presión sobre el alto mando Estados Unidos se intensificaba exponencialmente.
Leo Joseph Ryan, miembro del Congreso estadounidense, decidió emprender una investigación que llegó a manos del juez federal. Búsqueda que finalmente quedó archivada debido a la insuficiencia de pruebas que poseían.
Al hacerse más critica la opinión pública contra Jim, éste decidió salir del país y calar en Guyana en junio de 1977.
Arrendó un terreno de poco más de 10 hectáreas. Con el pasar de los días fue haciendo inventario de los fieles que hacían parte de la secta para llevarlos a su 'nuevo hogar'.
Cerca de 300 creyentes siguieron sus pasos. El resto fue llegando poco a poco durante el año. Jones viajaba constantemente a Estados Unidos en helicópteros para persuadir a más y más personas. Tanta fue la acogida que unas 600 personas más, decidieron 'liberarse' de esa vida que tanto se quejaban.
Algunos de los 'fieles', creían que el sitio donde pasarían los últimos días de su vida sería un paraíso.
Jonestown despertó la esperanza de todos los creyentes y desencadenó la tragedia que asombraría al mundo. Todos los integrantes del grupo, (incluyendo los niños), tenían que ayudar a construir las casas y granjas para que el lugar pudiera tener forma y las personas que se incorporaran al grupo pudiesen sentirse cómodos. Además, tenían que criar animales y cultivar alimentos durante seis días a la semana.
La temperatura generalmente rondaba los 38 grados, y cada vez se hacía más insoportable. El horario tenía que cumplirse: de siete de la mañana hasta las seis de la tarde.
Los seguidores eran sometidos a macabras 'pruebas de fe'. Jones les ponía ejercicios para medir su devoción: En una noche en vela, tenían que tomar veneno falso y hacer que sus hijos también lo hicieran, pareciera que así su líder los preparaba para el día del suicidio. Jones se apropió de la fe como un método de manipulación.
'Delirios de grandeza'
En una entrevista con EL HERALDO, Milena Rubio, psiquiatra del Centro Médico Cognitivo de Barranquilla, explicó la relación que existe entre el fanatismo y la locura. 'Una idea religiosa no es necesariamente un delirio, una idea delirante es una idea irreal, irreductible, incorregible, irracional y ego sintónica. Significa que el paciente que delira, lucha por su idea, y es completamente improbable que alguien lo haga cambiar de opinión. Muchas personas que padecen del delirio mítico religioso, tienen ideas que le producen mucha disfunción al ser humano. Pierden sus roles sociales, debido a su conducta. Se aíslan, comienzan a comportarse de una forma extraña y agresiva', indicó.
En Guyana, la psicosis colectiva de la que habla la Dra. Rubio, llegaba a su cúspide. Poco a poco la comunidad se alejaba de la utopía que Jones había plasmado a sus fieles.
Tim Carter, sobreviviente de Jonestown manifestó, 'él no dejaba salir a nadie de la selva. Eso era una cárcel. No se puede considerar de otra manera'.
Por la presión que ejercía la prensa estadounidense, en 1978, Leo Ryan miembro del Congreso de Estados Unidos decide ir a visitar la selva en la que estaban viviendo.
'He escuchado que la gente de ahí está en contra de su voluntad, privada del sueño y de su libertad', así lo indicó poco antes de programar su vuelo a Suramérica.
El 14 de noviembre Ryan viajó a GeorgeTown, ubicado a unos 240 km de Jonestown, acompañado de periodistas y algunos disidentes de la secta. Para el funcionario era de vital importancia ver con sus propios ojos si todo lo que circulaba en los medios de su país era cierto. El 17 de noviembre Ryan y los periodistas lograron tener contacto con integrantes de la secta y con el mismo Jones.
Para algunos seguidores del líder religioso la llegada del funcionario a la selva fue la salvación divina. 16 individuos siguieron sus pasos en busca de volver a casa y recobrar la libertad que antes pensaban que no tenían. A pocos minutos de lograr su cometido, las balas tomaron protagonismo. Mataron a quema ropa al congresista Leo Ryan, a Tom Harris reportero de la NBC y a su camarógrafo. También al fotógrafo Greg Robinson y la desertora Patty Parks. Los cinco cadáveres reposaron en la pista de aterrizaje pasadas las 3:00 p.m.
Horas después, pasaría la inesperada catástrofe que acabaría con la vida de al menos 260 niños, ancianos, jóvenes y adultos. A su vez, el cuerpo sin vida de Jones fue encontrado con una herida producida por un arma de fuego y sin certeza de su causa. Varios centenares de adeptos huyeron a la selva. Algunos fueron capturados y abatidos u obligados a tomarse el veneno.
La Dra. Rubio, sobre el caso del suicidio colectivo y la forma de operar de la secta, refiere el poder persuasivo del líder de la comunidad. 'Era una persona psicótica que convenció a los demás. Hablamos de una psicosis colectiva que terminó en una conducta suicida masiva. Indudablemente era una persona enferma, con delirio de grandeza, las demás personas se sintieron identificadas con ese delirio y encontraron una idea con la cual encajar'.