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Cientos de migrantes que salieron en caravana desde Honduras con el objetivo de llegar a Estados Unidos amanecieron ayer en un nuevo campamento instalado junto a un paso fronterizo de la mexicana ciudad de Tijuana, esperando presionar a las autoridades estadounidenses para abrirles el paso.

Hartos de vivir hacinados desde hace varios días en un albergue que las autoridades de Tijuana improvisaron en un centro deportivo de un barrio marginal, unos 200 centroamericanos –en su mayoría familias hondureñas con niños– cargaron sus colchonetas y cobijas para instalarse, en plena calle, junto al paso fronterizo conocido como El Chaparral.

'Estamos aquí en son de paz, pero al mismo tiempo para que (el presidente estadounidense) Donald Trump nos vea, se toque el corazón y nos deje pasar a su país', dijo Dora Manda, una hondureña de 35 años que durmió con su esposo y dos hijas sobre una delgada cobija frente a las oficinas migratorias de El Chaparral.

La mudanza del campamento migrante sobre la frontera mexicano-estadounidense podría atizar aún más la tensión, luego que el pasado jueves cientos de centroamericanos se manifestaran mientras fuerzas armadas estadounidenses desplegaban un intimidante operativo de entrenamiento en la cercana garita binacional de San Ysidro.

'Cero tolerancia'. 'Esto no es demostración de fuerza sino de estupidez', dijo Jennifer Huerta, una mexicano-estadounidense residente en San Diego.

'¿Van a matar a todos estos niños centroamericanos con sus padres? ¿Really? (¿Es en serio?) ¡Por favor!', añadió.

 México y Estados Unidos comparten una frontera de más de 3.000 km, por la que cruzan un millón de personas diariamente de manera legal, mientras que el comercio en la línea fronteriza genera un millón de dólares por minuto, según cifras oficiales.

'¡Ábrenos las puertas, Trump! No venimos en son de guerra, sino de trabajar', gritaba Alberto Ruiz, un hondureño de 22 años de amplio bigote, que junto con sus compañeros pedía ingresar a Estados Unidos sin papeleo de por medio. 

'Cuando hay una incursión ilegal, obviamente hay una consecuencia', advirtió Francisco Rueda, secretario de Gobierno en Baja California, al considerar que el cierre de la frontera 'tendría un impacto muy negativo'.

Tras un maratónico viaje de más de un mes desde San Pedro Sula, los migrantes hacinados en este albergue ya suman 4.730, pero en todo el estado de Baja California se han concentrado más de 6.000, según cifras oficiales.