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El gobierno francés de Emmanuel Macron anunció ayer la suspensión de varias medidas fiscales para intentar salir de la crisis provocada por las protestas de los 'chalecos amarillos', que han derivado en violentos enfrentamientos, pero las medidas fueron consideras insuficientes por los manifestantes que convocaron nuevas movilizaciones.

Acorralado por una crisis que alcanzó su punto más álgido el pasado sábado, con escenas de guerrilla urbana en pleno corazón de París, el ejecutivo hizo algunas concesiones, esperando que éstas basten para calmar la furia de los manifestantes que sacuden el país desde hace cerca de tres semanas.

Fue el primer ministro, Édouard Philippe, el encargado de anunciar las tres medidas con las que el gobierno espera 'restaurar la paz y la serenidad en el país'.

El plan, que fue pactado el pasado lunes por la noche durante una reunión de crisis con Macron, incluye la suspensión durante seis meses del alza de un impuesto a los combustibles, la congelación de los precios de la luz y el gas durante el invierno y el abandono de un plan para endurecer las revisiones técnicas de los coches más contaminantes.

Estas medidas engendrarán una pérdida de cerca de 2.000 millones de euros para las arcas públicas, equivalente a 0,1 punto del PIB. Esto sin contar que el movimiento de los 'chalecos amarillos' ya han tenido un duro impacto en la economía en apenas unas semanas.

Abucheos y gritos de dimisión

El alza del impuesto a los combustibles, que debía entrar en vigor el 1 de enero, fue el detonante de las protestas de los llamados 'chalecos amarillos', un movimiento atípico, que nació a mediados de noviembre en las redes sociales, sin líder ni estructura.

'Ningún impuesto merece poner en peligro la unidad de la Nación', argumentó Édouard Philippe, quien llamó al colectivo, que convocó nuevas protestas, a manifestar 'en calma'.

'No queremos migajas'

Esta es la primera vez que Macron, que llegó al poder en mayo 2017 con una agenda reformista, retrocede ante la presión de las calles. Pero estas concesiones podrían ser insuficientes para calmar los ánimos de los franceses que expresan un hartazgo general con su política fiscal y social.

Aunque un grupo de manifestantes, que consideró 'satisfactorias' las medidas del gobierno, levantó el bloqueo de un depósito de carburantes en Brest (oeste), otros mantienen el pulso.

'Los franceses no quieren migajas', dijo a la AFP Benjamin Cauchy, una de las figuras de los 'chalecos amarillos', que han ampliado sus reivindicaciones. Piden, entre otros, un aumento del salario mínimo y una subida de las pensiones.

La oposición mantenía la misma línea. 'Muy poco y demasiado tarde', estimó el vicepresidente del partido conservador Los Republicanos, Damien Abad.