Francia, en alerta roja, se comenzó a atrincherar ayer, en víspera de nuevas protestas de los ‘chalecos amarillos’ que se teme degeneren en enfrentamientos, un escenario que el gobierno espera evitar con casi 90.000 policías en las calles.
Las protestas de los estudiantes de secundaria, críticos con las reformas educativas del gobierno y que bloquean un centenar de centros, subieron la tensión social que se respira en el país.
Miles de ellos desfilaron ayer en París. 'Esperamos que nos escuchen y que anulen las reformas anunciadas', explicaba Jeanne, vestida con un suéter en el que se leía 'Resistir no es un crimen'.
En Mulhouse, en el este de Francia, un policía sufrió heridas graves durante una manifestación cuando un joven en moto lo atropelló.
La situación también estuvo tensa en Seine-Saint-Denis y Essonne, dos suburbios de la capital, donde los manifestantes quemaron coches y prendieron fuego a papeleras.
El descontento de los jóvenes se agravó por unas imágenes de decenas de estudiantes de rodillas y con las manos en alto, detenidos el pasado jueves por la policía. El arresto se produjo después de disturbios y de la quema de dos coches.
Un ambiente revuelto en toda Francia y en la capital, la Ciudad Luz, una de las más visitadas del mundo.
Algunas embajadas, como la de Estados Unidos, Bélgica o Portugal, aconsejan a sus ciudadanos aplazar sus viajes y llaman a los residentes en Francia a extremar las precauciones.
Francia en pausa
Museos cerrados, espectáculos anulados, partidos de fútbol aplazados. En todo el país se han tomado medidas excepcionales para evitar las impactantes escenas de violencia que dieron la vuelta al mundo la semana pasada.
Además, por primera vez en más de una década, se desplegarán vehículos blindados de la gendarmería en París, donde los comerciantes, escaldados por los destrozos y saqueos de hace una semana, se han parapetado. La unidad de élite de la gendarmería, los GIGN, están también en alerta.
'Todo indica que elementos radicales, facciosos, volverán a intentar movilizarse', afirmó el ministro del Interior Christophe Castaner, justificando un dispositivo de seguridad 'a gran escala'.
'Estas últimas tres semanas ha nacido un monstruo que se ha escapado de las manos de sus progenitores', dijo en referencia al movimiento de los ‘chalecos amarillos’.
Las protestas comenzaron el 17 de noviembre en oposición al aumento de los impuestos a los combustibles, pero desde entonces se han convertido en un amplio movimiento contra la política económica y social del presidente Emmanuel Macron.
Muchos de los ‘chalecos amarillos’, llamados así por las prendas fluorescentes de seguridad que llevan puestas, se manifiestan sin violencia pero algunos se han radicalizado. Miembros de grupos de extrema derecha y extrema izquierda aprovechan las protestas para enfrentarse a la policía, a veces de forma brutal.