El brote de ébola que azota dos provincias del noreste de la República Democrática del Congo (RDC) ha dejado ya 900 muertos en casi 1.400 casos de la enfermedad, según los últimos datos divulgados por el Ministerio de Sanidad, que cuentan con datos hasta el 25 de abril.
Los casos de ébola y los fallecimientos comunitarios, es decir, acaecidos fuera de un centro de ébola, se han disparado en los últimos días, con 10 muertes en el último día.
El control de este brote, el más letal de la historia de RDC, se ha visto obstaculizado por el rechazo de algunas comunidades a recibir tratamiento y a la inseguridad en la zona, donde operan numerosos grupos armados.
De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y organismos como Médicos Sin Fronteras se han visto forzados a paralizar algunas actividades en zonas como Butembo (uno de los principales focos activos actuales), debido a los ataques contra sus centros.
En el más grave de esos ataques murió un epidemiólogo que había sido enviado por la OMS a esa localidad para apoyar los esfuerzos de control de la actual epidemia de ébola.
Desde el pasado 8 de agosto, cuando comenzaron las vacunaciones, más de 105.000 personas han sido inoculadas, en su mayoría en las ciudades de Katwa, Beni, Butembo, Mabalako y Mandima, de acuerdo con las últimas cifras del Ministerio de Sanidad.
Este brote de ébola solo es superado en magnitud por el declarado en marzo de 2014, con casos que se remontan a diciembre de 2013 en Guinea-Conakri, país del que se extendió a Sierra Leona y Liberia.
Casi dos años después, en enero de 2016, la OMS declaró el fin de esta epidemia, en la que murieron 11.300 personas y más de 28.500 fueron contagiadas, cifras que, según esta agencia de la ONU, podrían ser conservadoras.
El virus del ébola se transmite a través del contacto directo con la sangre y los fluidos corporales contaminados, provoca fiebre hemorrágica y puede llegar a alcanzar una tasa de mortalidad del 90 % si no es tratado a tiempo.