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Las falsas informaciones sobre el suicidio de la adolescente Noa Pothoven provocaron una multiplicación de los pedidos de eutanasia desde el extranjero en la única clínica de Holanda que ofrece esta práctica.

La trágica historia de esta chica de 17 años, muerta el 2 de junio tras haber dejado de alimentarse y beber, conmovió al mundo entero.

Muchos medios internacionales afirmaron, de manera equivocada, que había sido eutanasiada en la Levenseindekliniek ('Clínica del final de la vida') de La Haya, lo que provocó la reacción hasta del papa Francisco, quien escribió en Twitter que 'la eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para todos'.

La clínica desmintió esas informaciones, al igual que las autoridades holandesas. 'Estamos en contacto con su familia, que nos dijo que, a pesar de las informaciones de los medios internacionales contrarias, no hay eutanasia en este caso', dijo el ministro de Sanidad, Hugo de Jonge.

Pero esta semana el teléfono de la Levenseindekliniek, con la que se había puesto en contacto el año pasado Noa según medios locales, no ha dejado de sonar.

'Habitualmente recibimos una o dos consultas por semana desde el extranjero', explica Elke Swart, portavoz del establecimiento. El jueves, en un solo día, 'hubo 25.'

Noa Pothoven sufría de una grave depresión tras haber sido víctima de violaciones durante su infancia.

La adolescente, que describía en 2018 en un libro su larga batalla contra la anorexia y un síndrome postraumático, murió el domingo pasado tras haber dicho algunos días antes en su cuenta Instagram haber 'perdido las ganas de vivir'.

'Turismo de la eutanasia'

De manera paradójica, la historia de Noa, que no fue eutanasiada, puso en el centro de la escena a la clínica de Holanda, uno de los pocos países donde la eutanasia es legal.

Esta práctica fue aprobada en 2002 en un marco estricto: es necesario tener al menos 12 años de edad y el consentimiento escrito de los padres hasta los 16 años. Entre 16 y 18 años, el acuerdo de los padres no es obligatorio pero deben 'estar implicados en la decisión', según la ley.

En todos los casos, la eutanasia sólo está autorizada en presencia de un sufrimiento 'insoportable y sin perspectiva de mejoría' de una persona enferma, y al menos dos médicos deben certificar que no existe ninguna otra solución razonable para el paciente.

Abierta en 2012, la Levenseindekliniek, que recibió esta semana pedidos de todo el mundo, 'nunca ha apuntado a un turismo de la eutanasia', subraya su director Steven Pleiter. 'No es en absoluto nuestro objetivo y no es por ello que se creó esta clínica'.

Pleiter se negó a comentar la afirmación según la cual Noa Pothoven había contactado con la clínica para solicitar la eutanasia o un suicido asistido, pero su pedido había sido rechazado.

'Lo siento verdaderamente por Noa Pothoven, que pensaba que ya no podía continuar viviendo y que no pudo recibir la ayuda que buscaba', afirmó el director.

'Noa decidió poner fin a sus días dejando de comer y beber. La Levenseindekliniek no estuvo implicada, no le practicó eutanasia a Noa'.

Proceso complejo

Ubicado en un barrio opulento y verde de La Haya, la Levenseindekliniek es la única institución holandesa que practica la eutanasia. No lo hace en su sede sino que se apoya en una red de 140 médicos y enfermeros calificados de todo el país.

'Intentamos ayudar a la gente a poner fin a su vida de manera decente', explica Pleiter.

En Holanda, la decisión final de eutanasiar resulta de un complejo proceso que implica entrevistas profundas entre el paciente y el médico, un análisis del expediente médico y la verificación de la conformidad del proceso con la ley.

Estos últimos siete años la Levenseindekliniek recibió entre 12.000 y 13.000 demandas de eutanasia, de las cuales unas 3.500 fueron aceptadas.

Ninguno de los pacientes era un niño y el más joven tenía 18 años.