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'Que en la tierra nada nos detenga', clama sobre un muro el grafiti de un jaguar como si protegiera a una multitud de migrantes, pero la realidad es que en la frontera de México con Guatemala, el sueño americano de los centroamericanos se quiebra cuando son regresados a sus países.

'Preferimos pasar legalmente', dice a la AFP José Mario sobre el puente que atraviesa el río Suchiate, frontera natural entre México y Guatemala.

'Los que cruzan (el río) los agarran y después los deportan', explica este hondureño de 53 años, mientras tres autobuses cargados de migrantes emprenden su camino de vuelta a Guatemala.

Detrás de los vidrios polarizados, rostros tristes, la mayoría muy jóvenes.

José Mario forma parte del centenar de migrantes que llegaron a la frontera por la mañana del jueves, y acompaña a una familia de amigos que espera iniciar el trámite administrativo para obtener un permiso de estancia temporal en México.

Harto de la violencia y la pobreza en Honduras, no descarta quedarse en México y buscar trabajo.

Algunos de los migrantes que solicitan el permiso migratorio son albergados por autoridades mexicanos en improvisados albergues cerca de las oficinas de migración, donde secan su ropa al sol mientras los niños juegan.