El estadounidense Craig Hicks, de 50 años, fue condenado este jueves a cadena perpetua por matar a tres estudiantes musulmanes en febrero de 2015, un suceso que suscitó indignación en su país y en el mundo.
El acusado aceptó declararse culpable el miércoles después de que la acusación le garantizara que renunciaría a pedir la pena de muerte si reconocía los hechos.
En febrero de 2015, Hicks mató a Deah Barakat, de 23 años, su esposa Yusor Abu-Salha, de 21 años, y la hermana de esta, Razan Abu-Salha, de 19 años, en la ciudad universitaria de Chapel Hill, en Carolina del Norte.
Siempre ha afirmado que atacó a sus víctimas por un conflicto entre vecinos.
Un vídeo filmado por Dean Barakat antes de morir, difundido durante la audiencia del miércoles, muestra cómo Craig Hicks llamó al apartamento de la pareja para reprocharle, equivocadamente, haberse aparcado en su plaza de parking.
La familia de las víctimas considera que eso era un pretexto y que Hicks actuó movido por su hostilidad hacia el islam, por lo que pidió que la justicia considerara lo ocurrido como un crimen de odio.
Para respaldar su argumento, la familia citó durante el juicio los mensajes antirreligiosos que el acusado había publicado en las redes sociales y sus múltiples altercados con sus vecinos negros o extranjeros, pero las autoridades judiciales se negaron a tomar en cuenta el factor de odio, una circunstancia agravante según la ley.
Horas después de la condena de Hicks, el jefe de la policía de Chapel Hill se disculpó por el enfoque elegido en su investigación.
'Lo que sabemos ahora y me hubiera gustado saber hace cuatro años es que los asesinatos de Deah, Yusor y Razan eran mucho más que una disputa por una plaza de aparcamiento', declaró en un comunicado Chris Blue. 'El autor de esos asesinatos tenía sin duda un corazón lleno de odio'.
'Expresamos [a la familia de las víctimas] nuestro sincero pesar por haber agravado su dolor', añadió. 'Musulmanes de nuestras comunidades, sepan que habéis sido oídos, vistos y escuchados'.
El crimen suscitó una gran indignación en Estados Unidos. El entonces presidente Barack Obama habló del 'miedo' de los estadounidenses musulmanes y declaró que 'nadie debería ser atacado jamás por lo que es, su apariencia o sus creencias'.
El suceso provocó manifestaciones de repulsa en Irán, Jordania y en los territorios palestinos.