El movimiento que promueve la democracia en Hong Kong afronta un fin de semana crucial, para el que convocó nuevas protestas tras los enfrentamientos del martes pasado en el aeropuerto y bajo el fantasma de una intervención militar china.
La megalópolis del sur de China vive su peor crisis en los últimos veinte años, con manifestaciones casi diarias.
Este movimiento se ha convertido en todo un desafío para el control de Pekín sobre Hong Kong, retrocedido al gigante asiático por el Reino Unido en 1997. Las autoridades chinas endurecieron en los últimos días su posición asimilando las protestas con el 'terrorismo' y asegurando que no se quedarán 'de brazos cruzados'.
Medios estatales chinos difundieron imágenes de soldados y tanques en Shenzhen, la metrópolis china fronteriza a Hong Kong.
Los manifestantes organizaron para el domingo una gran concentración presentada como 'racional y no violenta', con el objetivo de mostrar que el movimiento sigue teniendo respaldo popular .
Expertos consideran que no ven una incursión militar. No favorecería la geogría de la ciudad de calles empinadas. 'Hacerlo sería destructivo', dijo Willy Lam, catedrático en Hong Kong. Pero el artista Ai Weiwei sí está preocupado. 'No hay otra salida, no saben ni negociar ni debatir'.