En Tailandia se inició una carrera contrarreloj para rescatar a unos 60 tigres confiscados en 2016 a un templo que los utilizaba como atracción turística.
Decenas de felinos procedentes de este lugar ya han muerto. Durante años, el templo Wat Pha Luang Ta Bua, de Kanchanaburi (oeste), atrajo a hordas de turistas que venían a ser fotografiados entre los tigres, a cambio de un pago.
En 2016, los parques nacionales de Tailandia decidieron confiscar a los felinos, que fueron sacados del templo poco a poco, mientras que las acusaciones de abuso y explotación se multiplicaban.
Sin embargo, desde su traslado a dos refugios del país, sólo han sobrevivido 61 de los 147 tigres confiscados. Los demás murieron después de haber contraído la enfermedad de Carré (moquillo). Y algunos de los que aún están vivos están enfermos.
'Los veterinarios han dividido a los tigres enfermos en tres categorías', según los síntomas que presentan, declaró el viernes en una rueda de prensa Banpot Maleehuan, responsable del refugio de Kao Pratubchang en la provincia de Ratchaburi, a unos 100 kilómetros al este de Bangkok.
'Los que presentan los síntomas más graves serán operados', añadió, precisando que los felinos menos afectados también serían vacunados contra la enfermedad de Carré.
Según Edwin Wiek, fundador de la ONG Wildlife Friends Foundation de Tailandia, las muertes de 86 tigres confiscados en el templo 'podrían haberse evitado' si los refugios hubieran pedido ayuda.
Los responsables de Kao Pratubchang también presentaron cadáveres de tigres y la técnica a base de 'formol' que utilizaban para conservarlos, ya que el tráfico de algunas partes este felino es muy lucrativo en la región. Estas últimas, muy buscadas en China y Vietnam por sus supuestas virtudes medicinales, pueden alcanzar precios astronómicos.
Por otra parte, decenas de bebés tigres muertos habían sido encontrados en congeladores del templo Wat Pha Luang Ta Bua, probablemente para ser revendidos.