Miles de personas se congregaron ayer en Barcelona en la manifestación convocada por asociaciones independentistas catalanas para protestar contra la condena a prisión para nueve dirigentes por el fallido intento de secesión de 2017.
La multitudinaria manifestación, comparada con la Diada, llegó procedente de las regiones de Cataluña al centro de Barcelona y fue pacífica, según los reportes.
'Alrededor de 525.000 personas asisten a la manifestación', señaló la policía tras una marcha que desbordó el lujoso Paseo de Gracia de Barcelona durante la quinta jornada de movilizaciones en esta región del noreste de España.
La marcha terminó como las anteriores cuatro noches entre barricadas en llamas y fogatas iluminaban las calles del centro de la turística ciudad, escenario de choques entre cientos de manifestantes con la cara tapada, que lanzaban objetos contundentes y potentes petardos, y la policía, que respondía con cargas y balas de goma, constataron periodistas de la AFP.
Cientos de los marchantes llevaban tres días caminando, mientras que ela otra cara era mucho menor, calificada de guerrilla y ha acabado con serios enfrentamientos con la policía, mobiliario urbano incendiado, 11 detenidos y 35 heridos, uno de ellos, un agente, en estado grave.
Unos turistas cenaban apaciblemente en una terraza del centro de Barcelona cuando el pánico se apoderó de ellos. A escasos metros, un grupo de radicales prendieron fuego a unos contenedores.
En la quinta noche de protestas, la violencia escaló a un nivel inusitado: resguardados en barricadas, miles de manifestantes acorralaron durante horas a los policías que emplearon balas de goma, gases lacrimógenos y una tanqueta de agua.
Cuando los dispersaron, el caos se expandió por todo el centro de la ciudad, con un olor a humo que dificultó respirar. Sirenas de policía y disparos resonaron por sus amplias calles entre carreras de agentes persiguiendo a manifestantes.
'Nos defendemos de ellos, los problemas empiezan cuando llega la policía', gritó un joven con la cara enmascarada a una periodista.
'La gente catalana se ha cansado de poner la otra mejilla y nuestros hijos han dicho basta', dijo Miquel Toha, un empresario de 52 años quien bebía una cerveza en una terraza sobre estas protestas protagonizadas por militantes muy jóvenes, algunos menores.
Muestra de la exacerbación de la violencia, que se prolongaba por varias horas y escalaba a un nivel mayor de disturbios en Barcelona, la policía usó por primera vez gases lacrimógenos y un camión lanza agua para abrirse paso a través de las barricadas construidas con todo tipo de mobiliario urbano.
Mientras esto ocurría el presidente de la Generalitat, Quim Torra, no ha dado la cara, ni se ha dejado ver en las marchas independentistas, pero se dice que mantiene largas reuniones con sus colaboradores y la oposición reclama su dimisión.
En medio de un ambiente político muy cargado en Barcelona también se conoció decisiones como el cierre de una plataforma digital anónima señalada por la Fiscalía por supuesta promoción del terrorismo.