El ejército estadounidense bombardeó el domingo bases de una milicia armada proiraní en Irak, matando a 19 de sus combatientes, dos días después de la muerte de un civil estadounidense en un ataque contra una base militar del norte de Irak.
Horas después de la ofensiva, cuatro cohetes cayeron cerca de una base que alberga a soldados estadounidense próxima a Bagdad, indicó un miembro de los servicios de seguridad iraquíes.
Los bombardeos estadouidenses se centraron en bases y depósitos de armas de las brigadas de la milicia del Hezbolá iraquí en la frontera entre Irak y Siria, según el portavoz del Pentágono, Jonathan Hoffman.
Esas milicias constituyen una facción de la coalición paramilitar proiraní Hashd al Shaabi, las Fuerzas de Movilización Popular, originalmente formada para combatir grupos yihadistas y formada en su mayoría por fuerzas de seguridad iraquí.
El objetivo de Estados Unidos es 'debilitar la capacidad' del grupo armado para perpetrar nuevos ataques contra las fuerzas de la coalición antiyihadista en esos países.
De su lado, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Mark Esper, dijo que los ataques fueron exitosos, y no descartó acciones adicionales.
Ataques 'exitosos'
'Los ataques fueron exitosos. Los pilotos y las aeronaves regresaron a la base de forma segura', dijo Esper a la prensa luego que aviones de combate F-15 atacaron cinco objetivos.
El funcionario añadió que Washington tomará 'acciones suplementarias si es necesario para actuar en nuestra defensa y para disuadir a las milicias o a Irán contra acciones hostiles.
Esper agregó que los blancos de los ataques eran infraestructura de comando y control o depósitos de armas del grupo miliciano chiita.
Por su parte, el secretario estadounidense de Estado, Mike Pompeo, señaló que Washington 'no aceptará que la República Islámica de Irán realice acciones que pongan en peligro a hombres y mujeres estadounidenses.
Una fuente de las milicias Hashd al Shaabi anunció que los ataques dejaron un saldo de 19 muertos entre combatientes y jefes militares, al tiempo que otros 35 integrantes resultaron heridos.
En los dos últimos meses hubo una escalada sin precedentes en los lanzamientos de cohetes contra los intereses estadounidenses en Irak, un país inmerso en una revuelta contra el poder.
Desde el 28 de octubre se produjeron 11 ataques contra bases militares iraquíes que acogen a soldados o diplomáticos estadounidense. Algunas de esas agresiones llegaron a alcanzar las inmediaciones de la embajada de Estados Unidos en la zona verde de Bagdad, una de las áreas más protegidas de la capital.
Un militar iraquí murió y varios resultaron heridos en los 10 primeros ataques, y en el undécimo, el viernes, falleció la primera víctima estadounidense en esa serie de asaltos.
Ese ataque se distinguió de los demás por su intensidad: 36 cohetes golpearon la base K1 en Kirkuk, una zona petrolera al norte de Bagdad que el Kurdistán reclama como suya.
'Los tiros apuntaron precisamente a la zona donde se encontraban los estadounidenses, cerca de la sala de reunión', indicó un alto mando iraquí a la AFP.
El balance podría haber sido mucho más alto, ya que altos cargos de la policía iraquí y de la coalición internacional antiyihadista tenían previsto reunirse ahí.
Fuentes estadounidenses culparon de varios de esos ataques al Hezbolá iraquí, una milicia armada, entrenada y financiada por Irán.
El portavoz militar del primer ministro saliente, Adel Abdel Mahdi, denunció 'una violación de la soberanía iraquí'.
Crisis social y política
Los ataques contra intereses estadounidenses o bases de los proiraníes reavivan los temores sobre aquello que los dirigentes iraquíes llevan tiempo denunciando: que sus dos aliados, Estados Unidos e Irán, utilizan su territorio como campo de batalla.
La relación de fuerzas cambió, sin embargo, en los últimos tiempos en Irak, donde Estados Unidos conserva 5.200 soldados.
Irán reforzó su influencia sobre su vecino en detrimento de Washington, que parece haberse esfumado de Irak desde el inicio, hace tres meses, de una revuelta sin precedentes en el país.
Tras la dimisión del gobierno iraquí hace casi un mes, Teherán y sus aliados en Irak tratan de imponer a uno de sus hombres en el puesto de primer ministro.
La inestabilidad política es consecuencia de la peor crisis social del país, en la que murieron cerca de 460 personas y 25.000 resultaron heridas.
Los manifestantes critican a las autoridades y a Irán y paralizan las administraciones y las escuelas en casi todas las ciudades del sur del país. Desde el sábado consiguieron incluso interrumpir por primera vez en tres meses la actividad de un campo petrolero del sur, que produce 82.000 barriles de crudo al día.