Queens, el distrito de Nueva York densamente poblado de inmigrantes, registró más de 7.000 casos de coronavirus durante las dos primeras semanas de la pandemia.
Allí, en el epicentro del brote, reside y trabaja la barranquillera Johanna Vanegas Ospina, enfermera graduada en la Universidad del Norte.
La profesional emigró en el 2015 con sus padres, Édgar Vanegas y Yadira Ospina. Ahora, junto a su esposo Melvin Ferreira, sostienen económicamente el hogar desde que empezó la emergencia.
'Mi papá trabaja en un restaurante que cerraron por la crisis del COVID-19. Y mi madre está con una familia americana, pero en estos momentos no salen. Solo salimos yo y mi esposo, cuando lo llaman de la empresa de limpieza a la que está vinculado'.
Dice que la familia respeta al máximo el aislamiento. 'Vivimos en Astoria, y antes de salir a trabajar siempre pregunto qué hace falta, pero mis papás no salen. Además, tenemos una bebé de 15 meses'.
Para Johanna, quien es la encargada de tomar muestras de sangre y enviarlas al laboratorio en la Clínica del Sol (estatal) ubicada en Corona, uno de los sectores con el mayor número de contagiados, sabe que salir a la calle es el primer peligro.
'Todos estamos en riesgo, pues tú no sabes quién está enfermo. En la empresa me dan todos los elementos de protección, pero el virus está en la calle. Muchos de sus compañeros, hispanos y asiáticos, se han infectado'. Cifras oficiales dan cuenta que el 30% de las personas fallecidas en Nueva York por coronavirus son de origen hispano.
Para Johanna una de las causas es la prevalencia de enfermedades que aumentan el riesgo de contagio como la diabetes, hipertensión, obesidad y asma, entre otras.
A ello se suma que una buena parte de la población hispana y de otras nacionalidades aún no son legales en Estados Unidos. 'Pueden enfermarse, pero les da miedo acudir al médico y que los capturen y devuelvan. O porque no tienen acceso a un sistema de salud. Por eso son los más vulnerables', sostiene.