Compartir:

Abel Guerrero Aguilar, barranquillero de 47 años, está acostumbrado a enfrentar a ladrones, peleas, balaceras y otras emergencias comunes en su oficio de policía en Nueva York; pero no a luchar contra un enemigo invisible y letal como el coronavirus.

Desde que esta pandemia empezó a golpear a la Gran Manzana, que tiene una de las tasas de contagiados y muertos más altas, Guerrero fue asignado en la vigilancia de hospitales.

En esta función le corresponde vigilar a las 300 personas que en promedio diario acuden a cada hospital a practicarse la prueba de COVID-19. Una tarea muy complicada, teniendo en cuenta que 'aún no hay mucha conciencia de guardar la distancia entre personas, o de no salir a la calle, a no ser que sea estrictamente necesario', manifiesta.

'Cuando veo a una señora comprar cebolla en un supermercado, porque solo van a comprar eso, me pregunto: ¿será que mañana podrá levantarse? Y si les llamamos la atención, cualquiera saca el celular, te graba y comparte el video.

Cuando lo que queremos es que la gente no salga a la calle', dice. Guerrero Aguilar, de 47 años, llegó a Nueva York a la edad de 5, y cumple 17 en la Policía. Critica a la gente que acude a los hospitales a practicarse el examen con síntomas leves.

'A veces van porque tienen tos. Y resulta que sufren de riñón o de presión alta. Y entonces terminan infectados porque el virus está allá adentro. Uno no sabe entonces si vas a salir vivo del hospital', añade.

También cuenta que en Queens, epicentro de la emergencia y donde él reside, empezaron a escasear los guantes, los tapabocas y otros elementos de protección. 'Yo llevo dos días con la misma mascarilla. Y mientras tanto, el presidente Trump anuncia que ya mandaron ayuda para todas las ciudades, pero los que estamos afrontando el coronavirus sabemos que no es así'.