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Siempre he tenido la sensación de que la Bahía de Tampa es un pedacito de cielo en la tierra: año tras año sus balnearios compiten entre sí, por los primeros lugares en los concursos de las mejores playas de Estados Unidos. Su geografía es tan maravillosa que al este tiene las ya mencionadas zonas turísticas, y al oeste, territorios rurales utilizados por ganaderos y criadores de caballos, que te producen la sensación de que atravesaste el país en menos de una hora.

Pero allí no paran las paradojas: Los Tampa Bay Lightings, su equipo de hockey sobre hielo, es el actual subcampeón nacional, y el año pasado fue el campeón. Venció sin discusión a equipos de Canadá y del noreste de Estados Unidos, cuando por estos lares, jamás, ha caído un centímetro de nieve. Por si fuera poco, los Bucaneros de Tampa es el único equipo en la historia del fútbol americano que jugó, y además ganó, el Super Bowl en su propio estadio.

Ni hablar de sus museos, acuarios, universidades de primer nivel, poquísimo porcentaje delincuencial, y una larga lista de virtudes, que hacen que cada día, la inmigración de nacionales y extranjeros sea más frecuente. Pero la vida se ve diferente cuando te avisan que un huracán categoría 4 en pocas horas pasará, literalmente, por la puerta de tu casa.