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Un oso se hizo famoso en la década de los ochenta, por su particular forma de morir tras ingerir un total de 20 kilogramos de cocaína que era transportada por un narcotraficante en una avioneta en Estados Unidos.

Esta historia cobra sentido en el año 1985 cuando un adulto mayor, Fred Myers, halló el cuerpo sin vida de un hombre afuera de su vivienda en el estado de Kentucky, en el norte de los Estados Unidos quien era el dueño de la droga que comió el animal.

El cadáver vestía un chaleco antibalas, zapatos marca Gucci, gafas de visión térmica; tenía una enorme maleta y un paracaídas y Myers llamó a la Policía para determinar qué había sucedido con el hombre.