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Luego de apoderarse de un tercio de Siria, en medio de la guerra civil que comenzó en 2011, y de anunciar en junio pasado sus propósitos expansionistas, desde el norte de África pasando por los países petroleros del Golfo Pérsico y llegando hasta India, Pakistán e Indonesia, el autodenominado Estado Islámico, EI, comenzó a ensombrecer el panorama mundial, de por sí convulsionado por la no menos delicada situación bélica entre Rusia y Ucrania.

Paralelo a este anuncio, tres acciones —cumplidas en los últimos 66 días— pusieron a la organización islamista radical en la mira de Estados Unidos y sus aliados europeos, al considerar que 'van más allá de ser un grupo terrorista', como los definió, en conferencia de prensa, el secretario de Defensa estadounidense, Chuck Hagel. 'Combinan ideología con sofisticadas habilidades militares tácticas y estratégicas', explicó.

En primer lugar, el Estado Islámico, organización sunita, proclamó la instauración del califato, sistema de gobierno dominado por un califa –en este caso Abu Bakr al-Baghdadi– que como máxima autoridad religiosa y política gobernará con la sharia, la legendaria y severa ley islámica, los territorios que vayan dominando. 'La legalidad de todos los emiratos, grupos, estados y organizaciones queda anulada por la expansión de la autoridad del califa y la llegada de las tropas a sus áreas', dice la declaración.

Luego, de manera rápida y brutal, extendió su invasión al norte de Irak, eliminando las fronteras con Siria, y se tomó, además de Faluya que estaba en su poder desde enero, ciudades como Tikrit y Mosul, esta la segunda en importancia en ese país.

Y, en tercer lugar, así como ha fusilando o decapitado a cientos de miles de chiítas y cristianos, el EI degolló a los periodistas estadounidenses James Foley y Steven Sotloff, y amenazan que hará lo mismo con el británico David Cawthorne Haines, en un claro reto a los gobiernos de Occidente para que no se interpongan en su camino.

GÉNESIS DEL EI. Analistas internacionales coinciden en que la grave situación que hoy vive el medio oriente es producto, entre otros factores, de la invasión de EEUU en Irak y el derrocamiento de Sadam Husein en 2003. 'Ese fue un desastre desde todo punto de vista', afirma Marcos Peckel, académico de la Universidad Externado y director de la Confederación de Comunidades Judías de Colombia.

Explica que el país quedó dividido: los chiítas llegaron al poder y desplazaron a los sunitas, que en Irak son cerca del 25% de la población. Entonces, bajo el mando de Abu Musab al Zarqaui, aliado de Osama Bin Laden en Afganistán, los sunitas crearon en 2004 una célula terrorista iraquí de Al Qaeda, que planteó desde un comienzo crear un califato.

Luego de que al Zarqaui fuera dado de baja por EEUU en un bombardeo en 2006 y un distanciamiento con Al Qaeda, el grupo pasó a llamarse Estado Islámico de Irak, o ISI por sus siglas en inglés, y hoy lo comanda al-Baghdadi.

Al sufrir varios reveses militares en Irak, este se inmiscuyó en la guerra de la vecina Siria, con el objetivo de tumbar al presidente Bashar al-Asad. Con el apoyo de rebeldes de ese país logró controlar un amplio territorio. Entonces pasaron a llamarse Estado Islámico de Irak y el Levanta, o ISIS, en referencia al Mediterráneo Oriental.

RÁPIDA EXPANSIÓN. Recientemente, aprovechando el fracaso del gobierno del primer ministro iraquí Nuri al-Malaki, quien no pudo agrupar los tres componentes básicos de Irak –los kurdos, que prácticamente son independientes con el respaldo de EEUU, los chiítas y los sunitas– como lo señala Peckel, la organización islamista lanzó una ofensiva. Apoyado por leales a Husein tomaron el poder de Samarra, el 5 de junio, luego de Mosul y después de Tikrit. Con esta operación pasaron a controlar toda la frontera occidental con Jordania y Siria.

En Mosul el EI no solo encontró el poderoso armamento estadounidense y británico que abandonaron las tropas iraquíes al salir huyendo, sino que halló gran cantidad de dinero y oro en lingotes en los bancos (cerca de 500 millones de dólares), lo que reforzó sus finanzas, que ya eran bastante sólidas con la venta de crudo muy barato, entre 25 y 60 dólares –proveniente de 7 campos petroleros y 2 refinerías en el norte de Irak, y 6 de los 10 campos petroleros que el grupo se tomó en el este sirio– además de cobros por secuestros y extorsiones a comerciantes e industriales de estos dos países.

'Están sumamente bien financiados', reconoció el secretario Hagel. Según el rotativo Bloomberg, citado por el portal web RT en Español, el grupo de al-Baghdadi recibe al año cerca de 730 millones de dólares, mucho más que los 50.000 dólares que ganan la mayoría de las empresas de EEUU.

TERROR ESTRATÉGICO. Más allá de sus acciones militares, el Estado Islámico –desde el 29 de junio asumió este nombre al proclamar el califato, cuya capital es Mosul– mezcla hoy la antigua sharia y los tiempos modernos: está usando las redes sociales como herramienta para sembrar el terror.

Ha difundido fotografías y videos como el de los asesinatos de Foley y Sotloff o las ejecuciones masivas de opositores que, maniatados y arrodillados, reciben ráfagas de fusil en sus cabezas. Human Rights Watch, al denunciar estos crímenes de lesa humanidad, informó que el mismo EI reconoce haber asesinado solamente en Tikrit a 1.700 chiítas. El Vaticano también ha denunciado la 'barbarie' cometida contra miles de cristianos.

Más grave resulta saber que esta organización, que ya actúa como un gobierno, tiene entre sus objetivos utilizar armas biológicas y de destrucción masiva. Así lo reveló la revista Foreign Policy al dar a conocer documentos con planes hallados en un computador incautado en Siria a un tunecino identificado como Muhammad S.

Para expertos en temas del medio Oriente es, además, 'altamente preocupante' saber que en las filas del EI hay cerca de 3.000 occidentales, muchos de ellos profesionales, identificados con la causa del islam radical. Por eso se preguntan qué va a pasar cuando vuelvan a EEUU, Francia, Bélgica, Australia y Holanda.

'El peligro –dice el analista Marco Peckel– es que haya ataques individuales de yihadistas que regresen a sus países con esa mentalidad radical'. Como sucedió el pasado 24 de mayo en Bruselas, Bélgica, cuando un joven mató a cuatro personas en el Museo Judío: Nemmouche Mehdi, francés de 29 años capturado como sospecho de la masacre, había regresado de Siria donde combatió con los rebeldes que, junto con el Estado Islámico, quieren tumbar a al-Asad.