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Un crimen es una foto o reflejo oscuro de una época. Un hecho que, por más brutal y deplorable que sea, expone el alma de una sociedad. Durante la segunda mitad del siglo XX, Barranquilla, con un crecimiento urbano acelerado, una amplia cobertura de sus empresas públicas y el fracaso de algunas dedicadas a la actividad industrial, fue una urbe donde se registraron crímenes atroces y poco comunes para entonces.

Durante la más reciente asamblea de La Academia de Historia de Barranquilla, Fernando González De Sola, exmagistrado del Tribunal Superior de la ciudad, abogado, profesor universitario e historiador, ofreció una conferencia sobre algunos de los crímenes que, en materia penal, causaron gran impacto en la sociedad barranquillera, entre 1946 y 1984. Ya sea por la forma como se planificaron los delitos o sufrieron las víctimas, estos hechos marcaron a una generación y hacen parte de la historia popular de Barranquilla.

Fueron crímenes escabrosos que hoy muchas personas recuerdan con estupor y que les han contado a sus descendientes.

El crimen del barrio El Prado (5 de mayo de 1946)

La ciudad amanecía presa del interés por el debate electoral entre los candidatos a la presidencia (1946-1950), Jorge Eliécer Gaitán, Gabriel Turbay y Mariano Ospina. Sin embargo, la consternación se apoderó de esta cuando la gente empezó a enterarse del crimen cometido, a la una de la mañana, en el barrio El Prado. Adela Sánchez de Zambrano, de 32 años y en estado de embarazo, fue asaltada y apuñalada por maleantes en su vivienda, localizada en el llamado bulevar del norte, carrera 58 entre las calles 67 y 68.

Sánchez de Zambrano fue remitida a la clínica del Prado, donde falleció dos horas después. De acuerdo con el relato, el chofer de una familia vecina condujo el automóvil de su propiedad hasta el centro asistencial, mientras su esposo, Eduardo Zambrano, la llevaba en brazos. Falleció por dos puñaladas: una en la espalda sobre el costado derecho y otra en el izquierdo, casi en la zona pectoral. Los médicos legistas, Enrique Rodríguez Diago y Abel Blanco Jiménez, practicaron la autopsia, y su cuerpo fue sepultado en el cementerio Universal.

La prensa denominó el caso como ‘El crimen del barrio El Prado’. El juez de instrucción criminal, Carlos Monroy, trasladó su oficina a la misma casa de los Zambrano. La investigación de la época arrojó que cerca de la medianoche, mientras la señora y su esposo estaban en el cuarto, cinco delincuentes ingresaron por 'un solar escueto que quedaba en la parte posterior de su casa, saltando la tapia que hacía la separación respectiva con una altura de 8 metros'. En la tapia se observaron las huellas del escalamiento, a poca distancia de un cuarto contiguo al garaje, donde dormía el personal de servicio doméstico.

Los asaltantes rompieron el candado de la reja que daba hacia la sala y llevaban linternas. Tomaron cosas de valor, pero, al llegar a la habitación de la pareja, Sánchez de Zambrano advirtió la presencia de los intrusos y gritó. De acuerdo a la exposición de González De Sola, cuando su esposo intentó incorporarse fue atacado por un asaltante, pero su esposa lo cubrió, recibiendo la primera puñalada. Otro delincuente, dijo, lanzó una segunda puñalada que hirió a la señora de ese lado. El lunes 13 de mayo de 1946 las autoridades anunciaron que encontraron el arma homicida. El crimen tuvo un cambio de radicación del proceso y llegó al Tribunal Superior de Medellín. Llegó a rumorearse sin ningún sustento jurídico que el esposo, Eduardo Zambrano, estaba implicado, pero el caso nunca fue esclarecido.

El secuestro del niño Nicolás Saade (5 de marzo de 1954)

El secuestro sucedió al mediodía, de repente, mientras Nicolás Saade, de 5 años, jugaba en el andén de su casa, en el barrio El Prado, y su niñera le daba la espalda unos segundos porque iba a entregarle una carta a su padre, Nicolás Saade, entonces cónsul del Líbano. El documento lo recibió de manos de un hombre moreno, vestido de caqui, que se acababa de bajar de un carro. Cuando la niñera dio media vuelta, el hombre agarró al niño, lo metió al vehículo de color verde y huyó.

Era el segundo secuestro que los medios de comunicación registraban en Colombia y se trataba de un menor de edad. De acuerdo con la organización País Libre, el primero aconteció en 1933, en Cali, cuando fue secuestrada una bebé de tres años. No obstante, era la primera vez que ocurría este tipo de delito en la ciudad, en medio del período de ‘La Violencia’, cuyo detonante fue el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán. El asombro creció en Barranquilla cuando EL HERALDO dio a conocer las exigencias de los captores en una carta: pagar 200 mil pesos por el rescate o mataban al niño. 'Dejen caer el dinero en la calle 87 carrera 46', en ese entonces un sector poco poblado. El despliegue de las autoridades fue algo que nunca se había visto ni se ve por estos días. La Policía, el Ejército y los servicios secretos montaron un cerco en la ciudad, bloquearon las entradas y salidas de Barranquilla, incluso con agentes vestidos de mujer.

La Policía, contó la crónica judicial, 'estudió aspectos sicológicos de la carta. Escrita en tinta azul por alguna persona que tiene alguna cultura. No había borrones y el plano de Barranquilla, con líneas punteadas y trazadas nos iba indicando por qué había que hacer tres recorridos por calles y avenidas antes de llegar al lugar, donde a 20 minutos de la casa del señor Saade, debían dejar el dinero'. La cita era a las 7 p.m. del 6 de marzo y el maletín donde se supone iba el dinero, contenía papeles y ladrillos por consejo de las autoridades. El moreno y dos hombres más aparecieron en el lugar y los detectives capturaron a Alfonso Echeona, un reconocido asaltante de bancos y joyerías. Este los llevó hasta el lugar donde estaba el pequeño Nicolás Saade y pidió que le respetaran la vida, pero, en hechos confusos, fue dado de baja en el lugar. Con las indagaciones fueron capturados la amante de Echeona, un hombre con antecdentes judiciales y Fuad Saade, hermano del cónsul y quien lo sindicó de haber sido el cerebro del secuestro. Este y su familia a los 3 meses se fueron a Libia y Fuad Saade demoró 17 meses en demostrar su inocencia. Los dos hermanos nunca se reconciliaron.

El descuartizamiento de María del Amparo Sarabia (28 de agosto de 1955)

Barranquilla quedó conmocionada con el crimen. Le faltaba la cabeza, el abdomen, la pierna derecha, y le propinaron 27 puñaladas a María del Amparo Sarabia. Vivió en San Agustín y se casó con un campesino, pero sus deseos por vivir en Barranquilla la llevaron a fugarse y vivir en la ciudad con familiares. Tuvo dos hijos con un barranquillero, pero luego conoció a Julio Ruiz y quedó embarazada. De acuerdo con la Policía, la mañana del sábado 27 de agosto de 1955 se dirigió al consultorio del médico Ricardo Cepeda Molina por sugerencia de una conocida. Ella le confesó que no quería tener el bebé y que él podría ayudarle. Cepeda Molina entonces le dio a beber un frasco con un líquido oscuro y le pidió volver a las 2 p.m. Durante el transcurso del día habló poco con sus familiares y regresó a la hora acordada. Le dijo al médico que se sentía mal, pero este le dijo que era un efecto normal. Se desvistió para ser tratada y Cepeda Molina sacó una ampolleta con supuestamente pentotal sódico. Cuando la aguja inoculó el líquido en sus venas María Sarabia perdió la conciencia. Un sueño profundo porque a los pocos minutos el médico notó que entró en convulsiones y su corazón se detuvo. El teniente Jaime Nieto Linares esclareció el crimen en 48 horas. El lunes en la tarde se presentó en el consultorio de Cepeda Molina y lo interrogó. Al principio el galeno estaba sereno y dijo que María era tratada en su consultorio por una infección uterina, pero su carro gris fue identificado la noche que arrojó los restos del cuerpo en el kilómetro 10 de la vía a Puerto Colombia y un pedazo de espectroscopio encontrado con los restos coincidió con uno dañado en el consultorio del médico. Nieto vio que tenía instrumentos de cirugía ensangrentados y supo que era culpable. Al final, Cepeda Molina confesó todo: la forma como la descuartizó, le cortó las piernas, desfiguró el rostro y le arrancó el cuero cabelludo para que no la reconocieran. Fue condenado por homicidio culposo.

El triple homicidio de las Kaled (5 de marzo de 1984)

La mañana del lunes de Carnaval, 5 de marzo de 1984, Lucía Chedrauí de Kaled, de 74 años, Nina Kaled Chedrauí (50) y Lucía Fernanda Kaled García (16) fueron asesinadas salvajemente en una casa del barrio El Porvenir, en la carrera 44 número 75B-79. Las escenas que encontraron los policías en la sala de estar y en dos cuartos de la casa fueron horrorizantes. Caminaron por una vivienda llena de sangre, de muebles volteados, de floreros y vasos partidos, y de armarios y gavetas saqueadas. Había partículas de materia encefálica en las paredes, el piso y el techo.

Fueron asesinadas a trancazos y las autoridades atribuyeron desde el principio el crimen a un grupo de sicópatas.

José Kaled, hijo de Lucía Chedrauí, llegó a las 8 de la mañana a la casa de su madre para recoger a su hija Lucía Fernanda, quien tenía que reunirse con unas compañeras del colegio para hacer un trabajo. Al no contestar ninguna a sus llamados, rompió una ventana y se encontró con los cadáveres de las tres mujeres. José quedó en shock y salió a la calle a gritar y pedir auxilio. Diez minutos después llegaron las primeras patrullas de la Policía.

La institución puso a disposición de la gente varios números telefónicos, donde esperaban recibir información que ayudara a esclarecer y dar con el o los criminales. Las primeras llamadas se recibieron el martes y una coincidió con un detalle dicho por José Kaled, durante el sepelio. 'Es extraño que no haya venido al entierro ni a la misa y que ni siquiera nos haya llamado, con todo lo que quería a Nina', dijo el acongojado padre. Se refería a Miguel Ángel Torres Socarrás, estudiante de octavo semestre de Medicina de la Universidad del Norte, y amigo íntimo de Nina y apreciado de la señora Lucía. De acuerdo con el informe de la Policía, a esa hora Torres Socarrás estaba en Medellín, después de haber pasado por Cartagena, donde un amigo le prestó 2 mil 500 pesos para viajar. Al final, terminó en Bogotá, llamando a su madre para que un amigo y la Policía lo escucharan.

Dos homosexuales, vecinos de las Kaled, hasta ese momento eran sospechosos, pero la confesión que hizo el joven a las autoridades despejó cualquier duda. Era adicto a la cocaína y a la marihuana, que había comenzado a consumir desde 1983. Su padre lo abandonó cuando era niño y su madre trató de suicidarse en tres ocasiones, tras su segunda separación. El mayor Uriel Salazar, jefe del F-2 del Atlántico, lo interrogó con otros agentes.

Confesó que ese día consumió marihuana y cocaína y que habia estado en la casa de la señora Lucía en la noche, pero que volvió pasada las 10. Acompañó a Nina a ver televisión y 'sin ningún impulso' las mató a sangre fría con una de las trancas de madera de la puerta del estudio de la casa, como declararía a un enviado especial de la revista Semana a Barranquilla.

Medio país después hablaría del caso, luego de escuchar por radio las declaraciones de Miguel Ángel Torres. Se trataba por primera vez de un crimen patológico y arbitrario en el país. Hasta el día de hoy, el caso es tema de charlas entre muchos barranquilleros que no quedaron satisfechos con la resolución del caso. Algunos especulan de que a Torres Socarrás le pagaron para declararse culpable y que el autor intelectual nunca fue evidenciado.

El asesinato de Jaqueline Caballero (7 de marzo de 1983)

Jaqueline Caballero de Campo fue asesinada el 7 de marzo de 1983, a las 7:45 a.m., de un balazo en la cabeza, cuando se disponía a comenzar la jornada laboral en la reposteria Violy, en la carrera 58B con calle 79. Trabajaba como jefe de Relaciones Industriales y de Personal de la fábrica. Al principio se pensó que el móvil del crimen fue un atraco, pero a los pocos días la investigación de la Sijín logró establecer que el autor intelectual fue el odontólogo, Marco Campo Bornacelly, esposo de la víctima. Este fue condenado a 25 años de prisión por la muerte de su esposa. Entre los autores del hecho punible figuran Tony Rivera, Ángel María de la Rosa, conocido con el alias de ‘El Bagre’, y el contador Carlos De Lubo. El abogado Carlos Eduardo Fúquene Rodríguez, quien había sido designado como abogado defensor de Campo Bornacelly por la familia Caballero, renunció al poder otorgado una vez se estableció la vinculación de este en la investigación.

Durante el transcurso del proceso, el esposo confesó que era homosexual y que este era el principal motivo por el que su matrimonio con Jaqueline Caballero se derrumbó. El hombre confesó también que pagó 205 mil pesos por el asesinato. Campo Bornacelly no cumplió la totalidad de la condena (25 años) porque una tarde de septiembre de 1991 fue asesinado a tiros, durante una actividad en el centro penitenciario. Por la apelación interpuesta por su abogado defensor iba a quedar libre cerca a la fecha de su deceso.

Decapitado y sin manos hallado en Puerto Mocho (16 de agosto de 1974)

Otro de los homicidios que estremeció a la ciudad fue el de Milton Sarmiento Reyes, un acaudalado comerciante de joyas, de 42 años, oriundo de Bucaramanga.

Su cuerpo decapitado y sin manos fue encontrado en el sector de Puerto Mocho, el 16 de agosto de 1.974. Miembros del F-2 de la Policía identificaron el cuerpo debido a la ayuda de Gustavo Molinares, un mecánico dental y amigo personal de Sarmiento Reyes, a quien le había hecho una prótesis hacía algún tiempo.

Tras identificar el cuerpo, el F-2 inició las investigaciones para establecer los móviles del cruel asesinato que tuvo en vilo a la ciudadanía. Las primeras pesquisas establecieron que el comerciante bumangués había llegado a la ciudad el 6 de agosto y se alojó en el Hotel Suiza, ubicado en la antigua calle San Blas, hoy calle 35, con la avenida 20 de Julio, hoy carrera 43.

A los pocos días de estar en la ciudad, Sarmiento Reyes hizo contacto con algunas personas que comercializaban joyas, a las que les pretendía vender mercancía. Al comerciante no lo volvieron a ver en el hotel 8 días después de haberse registrado.

Como sospechoso de la desaparición de Milton sarmiento, las autoridades tenían a José Manuel Sevillano, un joven que acostumbraba a servirle de ‘puente’ al comerciante con los joyeros de la ciudad, pero no tenían pruebas en su contra para vincularlo en la investigación preliminar.

Sevillano fue la persona que llamó a los familiares de la víctima, quienes reconocieron el cuerpo una vez llegaron a la ciudad.

Una de las hipótesis que manejaban hasta ese momento las autoridades era la de un robo, pero la que más fuerza tomaba era la posibilidad de que algunos deudores del comerciante planearon asesinarlo para no pagarle.

Las investigaciones continuaron y el 2 de septiembre del mismo año fue capturado Juan Angulo Tinoco, en el aeropuerto Ernesto Cortissoz, cuando intentaba salir del país con destino a Panamá. A Tinoco le fueron halladas unas joyas que le habían sido hurtadas a Milton Sarmiento, las cuales estaban valoradas en más de 3 millones de pesos y que fueron reconocidas por su esposa.

Pese a ser capturado, Angulo Tinoco fue dejado en libertad por falta de pruebas, pero el 11 de junio de 1993 murió en un enfrentamiento a bala que sostuvo con cuatro hombres.

En la huída, los pistoleros se enfrentaron con la Policía. Uno de los delincuentes murió y otro fue capturado

De acuerdo con las autoridades en su momento, Angulo fue llevado gravemente herido a un centro asistencial, pero llegó sin signos vitales.