Su cuarto permanece intacto. Las dedicatorias de amor de su novia en la puerta, los dispositivos de sonido en el suelo y la cama arreglada aguardaban por él. Su abuela paterna, Elvira Conde, también esperaba en la ventana del apartamento, como solía hacerlo cada noche que sabía que el joven llegaría tarde.
Pero nunca llegó. Un balazo en la espalda le quitó el sábado la vida a Fabián Conde Candanoza, aproximadamente a las 10:20 de la noche, luego de que dos hombres intentaran robarle la moto en la que se movilizaba, en el barrio San Felipe.
'Lo último que hablé con él fue del negocio de comidas rápidas, hablamos de pedir permiso al dueño de la casa', afirmó ayer su tía Bertha Sajonero en la sala del apartamento, en el barrio Los Andes. Mientras, el resto de familiares tramitaban los preparativos del sepelio, que se realizará hoy a las 10 de la mañana en el cementerio Jardines de la Paz.
Tener un negocio propio y convertirse en padre eran algunos de los proyectos que no pudo efectuar el barranquillero de 20 años.
Desde los 45 días de nacido y debido a la separación de sus padres, Fabián quedó bajo el cuidado de sus abuelos paternos, Eduardo y Elvira Conde. Los veía como padres naturales. Tanto así que entre sus metas de vida también incluía comprarles la casa propia que nunca tuvieron durante el tiempo que estuvo con ellos.
'De Fabián nunca supimos que tuviera problemas o amenazas. Él era amigo de todos, tenía amistades en todos lados', contó Bertha, seguido de una sonrisa.
Conde, el mayor de cinco hermanos, hizo parte de la promoción de bachilleres 2013 del Colegio Los Pinos. Hace unos meses había terminado estudios técnicos en la corporación universitaria Tecnicor.
En la actualidad ahondaba en la comercialización de ropa, celulares y zapatos, y planeaba montar un almacén propio para su venta. Su oficio lo obligaba a volver después de 9 p.m. a su casa, y por eso ya había comprado exhibidores.
‘Pipo’, como también era conocido, le entregó el corazón a Ginella Vertel, una joven del barrio El Bosque con quien compartió los últimos cinco años.
'Ellos vivían muy enamorados. Mi sobrino me preguntaba últimamente ‘tía, ¿será que no voy a tener hijos?’, como si los estuviera buscando; yo solo le decía que el tiempo de Dios era perfecto', comentó Bertha, seguido de otra sonrisa y de una mirada al cuarto de su sobrino.