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Cada vez que está frente al espejo, Yarlenis Bermejo Mendoza ve las cicatrices que le quedaron en el cuerpo tras el ataque con ácido de que fue víctima. Aunque las físicas han sanado, las heridas que lleva por dentro, en su ser, aún duelen.

En la sala del apartamento donde vive arrendada hace nueve meses, Yarlenis aún recuerda aquel 12 de enero de 2015 cuando su excompañero, Uberlindo Rojas Carreño, llegó a su casa ubicada en el barrio Rebolo, con la excusa de hablar con ella.

Era un lunes festivo, 6 de la mañana. Yarlenis había estado en un quinceañero de una vecina el sábado todo el día y el domingo hasta las 10 de la noche, ya que al día siguiente le tocaba trabajar en una zapatería.

'Él se presentó allá, me llamó y me dijo que le hiciera el favor y yo me levanté, me dijo que necesitaba hablar conmigo, pero le dije que se me había hecho tarde para ir al trabajo y que después hablábamos', dice Yarlenis.

A raíz de la insistencia que tenía Uberlindo, Yarlenis decidió escuchar lo que tenía que decirle su expareja y por eso aceptó salir al callejón, adonde este le dijo que lo acompañara.

Yarlenis recuerda que todavía estaba alicorada y adormitada, por lo que no sospechó de las malas intenciones que llevaba Rojas.

'Empezó a llorar y a decirme que si en serio yo pensaba dejar las cosas así, yo le dije que le había hablado claro, entonces me dijo que si no era para él no iba a ser para nadie, y que me iba a dejar de una forma que nadie se iba a fijar en mí'.

Asegura Yarlenis que tras esas palabras, el hombre la arrinconó en el callejón, metió la mano en una mochila que llevaba, sacó un recipiente de plástico en el que tenía 'más de un litro de ácido' y se lo lanzó.

'En ese momento intento agarrarle el brazo, forcejeamos, pero logró echarme el ácido y salió corriendo, yo empecé a gritar y los vecinos salieron y me echaron bastante agua, el ácido me cayó en la parte izquierda del rostro, los senos, los brazos, las piernas y en el pecho'.

Yarlenis estuvo internada cinco meses en la Clínica de la Costa, donde le hicieron varias intervenciones quirúrgicas, de las cuales dice haber perdido la cuenta.

'Fue horrible, empecé a gritar porque no contenía el ardor, era algo como si me estuviera prendiendo, la ropa empezó a rasgarse y a caerse, la piel se me fue recogiendo como una bolsa que se va quemando', dice Bermejo mientras las lágrimas le recorren las mejillas.

Siete meses después del hecho, Rojas Carreño fue capturado por la Policía el 18 de agosto en Maicao, La Guajira, donde trabajaba en un taller de soldadura.

'No es fácil perdonarlo'

Han pasado dos años y seis meses desde que Yarlenis sufrió la peor experiencia de su vida, como ella misma afirma, y pese al tiempo transcurrido dice que no es fácil perdonar al hombre que un día amó, y con el que tiene un hijo de siete años.

'Una vez hablé con él por teléfono ya que ubicó el celular de una sobrina, primero habló con el niño y después conmigo. Me dijo que lo perdonara. Sé que uno tiene que perdonar, pero eso es muy difícil cuando es un daño de este tamaño, un daño muy enorme que no se perdona de un día para otro', dice Yarlenis con la mirada hacia el piso.

Tras conocer el fallo del Juzgado Único Penal del Circuito Especializado de Barranquilla, que condenó a Uberlindo Rojas Carreño a 18 años y nueve meses de prisión por los delitos de tentativa de homicidio agravado y tortura, Yarlenis dice que no está conforme con el mismo; asegura que esa situación acabó con su trabajo y por ende con su estabilidad económica. 'Yo trabajaba en una zapatería y aparte también en casa de familia. Me defendía yo misma, después de esto ha sido muy difícil mi vida con mis hijos'.

Dice que su hijo de 16 años dejó de estudiar y se puso a trabajar en un almacén de ropa donde le pagan $100.000 semanal, pero pide $10.000 diarios como adelanto para poder llevar algo de comida a la casa; su hijo, de 12 años, no quiere seguir estudiando porque no tiene zapatos y también quiere ponerse a trabajar para ayudar con la comida de la casa.

Aunado a esto, el dueño del apartamento en el que vive le pidió que desocupara y para ello solo tiene 20 días. La Secretaría de la Mujer y Equidad de Género le ha ayudado en varias oportunidades con el dinero del arriendo y también ha contado con la ayuda de la Defensoría del Pueblo.

'Necesito dónde meter a mis hijos, no duermo bien porque son tantas cosas juntas que no sé si las pueda superar', dice llorando Yarlenis Bermejo Mendoza.