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Roberto Ortega McCausland despertaba todas las mañanas y le daba de comer a su loro.

Barría el patio de su casa, ubicada en la carrera 38C con calle 74 del barrio Betania, mientras le hablaba al ave por unos minutos. Luego se sentaba, tomaba sus pastillas para la tensión y la diabetes y leía el periódico acompañado de su perro. Al terminar, llevaba al can al parque localizado al frente de su vivienda para que hiciera sus necesidades.

A sus 74 años, y luego de haber atravesado mares y océanos como soldado y marinero, disfrutaba de su pensión de la empresa Puertos de Colombia.

Vivía junto con su esposa, Nimia Villalba, su compañera durante 49 años. Las bodas de oro las habrían cumplido el 6 de diciembre de no haber sido por el trágico incidente que acabó con la vida de Roberto.

Las tardes las pasaba como un 'típico barranquillero', como recuerda su rutina el menor de sus dos hijos, Roberto. 'Se bañaba y salía a hacer sus diligencias, pagar algo en el banco o buscar alguna cosa. Siempre volvía en la tarde para estar con mi mamá', explicó el neurocirujano.

Hace año y media tenía una nueva ocupación: secretario de obras y servicios públicos de la Junta de Acción Comunal de su barrio, labor que según Deisy Vecino, presidenta de este comité, hacía con 'rigor y entusiasmo'.

El lunes 28 de agosto se encontraba en su hogar cuando escuchó un requerimiento de su esposa.

'Miji, me hace falta el guineo para el tutti frutti', recuerda Nimia Villalba la razón por la que salió de su casa a las 5:30 p.m. de ese día.

Roberto se dirigió a la tienda localizada al final de la cuadra con paraguas en mano pues un leve sereno caía sobre la ciudad. Para llegar a la miscelánea debía atravesar el parque de Betania, del que estaba encargado. En una de las bancas vio a un indigente identificado por las autoridades como Alberto José Aguilar Peña. Este hombre es reconocido en el sector pues acostumbraba a merodear el parque.

Nadie en el barrio sabe exactamente lo que sucedió, pero hubo un cruce de palabras entre Roberto y Aguilar Peña, quien según las autoridades sufre de esquizofrenia.

De acuerdo con testigos, el indigente empujó al hombre de 74 años, quien no pudo mantener el balance debido al piso mojado. Cayó y se golpeó fuertemente la cabeza contra el pavimento.

El responsable no huyó, sino que se quedó al lado del hombre que agonizaba.

'Le sobaba la cabeza e intentaba revivirlo', explicó una vecina.

Marylin Ortega, su hija mayor, volvía del trabajo a su casa cuando escuchó lo sucedido. Al llegar, minutos después del incidente, vio a su padre tendido en el suelo, la ambulancia que llamaron aún no había llegado.

Luego de lo que los familiares describen como una búsqueda desesperada durante 45 minutos por una camilla, que finalmente agentes de la Policía proveyeron, lo llevaron al Hospital Metropolitano. De allí fue remitido a la Clínica General del Norte.

Roberto, hijo del herido, se desempeña como neurocirujano en Villavicencio. Al enterarse de lo sucedido llamó al doctor que trataba a su padre.

'No había nada que hacer, desde que ingresó al hospital estaba en un coma profundo, tenía muerte cerebral', se lamentó el doctor.

Agentes de la Policía del cuadrante trasladaron a Alberto Aguilar Peña a la URI de la Fiscalía por el delito de lesiones personales. Ante la enfermedad mental que lo aflige, las autoridades explicaron el proceder en cuanto al proceso judicial que se entablará.

'Lo tendrán transitoriamente, el tratamiento no puede ser de cárcel sino que lo ubicarán en un centro médico', explicó el general Mariano Botero Coy, comandante de la Policía de Barranquilla.

'Mi padre dejó huellas en muchas personas', concluyó el hijo, Junto a él, en el patio de la casa que tantas veces barrió Roberto, se hacen compañía su madre Nimia, su hermana Marylin, su perro y el loro.