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Cada dos días, Juan Carlos Quiroz se levanta a las 4:30 de la mañana, se alista, se pone su uniforme y toma desayuno. Antes de salir besa a su mujer y a su hija de tres años, se echa la bendición y deja su casa esperando volver. 'Es normal que uno tenga temor de las cosas, pero ese mismo miedo nos hace estar más precavidos a la hora de ejercer nuestro trabajo porque uno siempre quiere regresar'.

Su vida, en algunos casos, se reduce a hacer el movimiento correcto, a usar los elementos precisos e incluso a decidir el color del cable que cortará para desactivar un artefacto que lo podría hacer volar en pedazos.

Él, junto con otros tres hombres, hace parte de la Unidad Antiexplosivos Antiterroristas de la Policía Metropolitana de Barranquilla y el Atlántico, una de las especialidades más peligrosas de la institución a la que pertenece hace 17 años. 'La mayor parte de mi vida la he laborado en el interior del país y en la Dirección de Investigación Criminal e Interpol de Bogotá. Fui asignado a la Mebar desde marzo del año pasado', dice este barranquillero de 36 años.

En la ciudad, estos cuatro hombres trabajan en dos binomios para resguardar de los peligrosos explosivos a la ciudadanía, arriesgándose a no volver a existir. En Colombia, 145 uniformados hacen parte de esta especialidad de la Policía y cubren en un 98% el territorio nacional.

'Para ser técnicos antiexplosivos nosotros nos preparamos durante 18 meses en unos programas que realiza la Policía en la Escuela de Investigación Criminal de Bogotá. Es un año y medio en el que estamos dedicados solamente a formarnos y a recibir instrucciones sobre el programa', dice con acento cachaco el intendente Quiroz.

Además de la carrera técnica que dicta la institución, los técnicos hacen capacitaciones suplementarias. 'Yo he hecho cursos con el FBI, con el Ejército del Reino Unido, con la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (Opaq), he estado capacitándome en Madrid', recuerda Quiroz.