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Antes de salir de su casa en el barrio La Esperanza, de Baranoa, Dayana Solano Sanjuán le dijo a su prima que no podía irse con ella para el grupo de oración al que asistía cada lunes porque debía hacer algo antes.

Un tono de complicidad acompañó la última frase que pronunció en su hogar: 'Si tú supieras, te tengo que contar'. Cuando iba a comenzar el relato a su prima, fue interrumpida por un familiar que entró al cuarto y quebró la privacidad entre las jóvenes.

Hoy, Carla Silvera se lamenta de no haberle insistido a su familiar y también mejor amiga, y no deja de pensar que si hubiera ido con ella estaría viva.

A las 6:00 de la tarde del lunes 26 de marzo, Dayana Lucía salió de su casa. Su destino no era el barrio Loma Fresca, donde se encuentra ubicada la casa de oración a la que asistía desde hace dos años para 'enseñarles de Dios' a los niños que llevaban los feligreses.

Antes de llegar, iría a un lugar por una razón que aún es un enigma.

La frase 'si tú supieras, te tengo que contar', retumba en la cabeza de Carla, que ahora solo quiere tener respuestas. 'Como la otra persona entró cuando estábamos hablando, ella no me pudo decir más nada. Yo sabía que iba a llegar más tarde al grupo, pero al fin no la vi. Pasaron las horas y nos preocupamos porque ella no era de irse sin avisar', dice la joven sentada en una de las sillas de la casa.

'Ella nos dijo que iba para el grupo, pero como aquí en Baranoa no había luz, yo le dije que todavía tenía tiempo, sin embargo, cogió una moto en la esquina, se fue y no regresó', dice Mónica Sanjuán, tía de la joven.

Ese día, Dayana había estado buscando unos documentos en la EPS para hacerse un TAC en Sabanalarga, le pidió dinero a su papá para los pasajes y antes de cinco de la tarde ya estaba de regreso.

En su casa, las primas con las que se crió y compartió como si fueran hermanas recuerdan su risa escandalosa, esa que se escuchaba a una cuadra de distancia, y su carácter frentero, pero leal, que no ocultaba ni callaba nada.

'Esto que estamos viviendo es muy duro porque crecimos juntas: estudiamos siempre en el mismo salón. Siempre voy a recordar su forma de ser: ella decía lo que le gustaba y lo que no, era muy honesta y alegre', comenta Jennifer Silvera.

Con el pasar de las horas su familia se preocupó porque no llegaba. 'Como a las 9 de la noche la empezamos a llamar pero el celular estaba apagado. El novio también se preocupó porque no pudo hablar con ella, llegó al grupo de oración y no la encontró. Estuvimos buscándola por todos lados donde creímos que podía estar, pero nada', relata la prima de la víctima.

A las 5 de la mañana del martes, la familia se acercó a un CAI de la Policía para llevarle una foto que ayudara en su búsqueda. 'Nos dijeron que habían encontrado un cadáver. Era Dayana', detalla el instante Carla.

El sueño de Dayana de trabajar en salud ocupacional para pagarse la carrera de sicología quedó truncado, así como la risa que ya no se escuchará a varias cuadras de distancia.