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Siete niños están sentados en círculo hablando duro: hacen gestos con las manos y se ríen; una mujer los acompaña y en sus piernas tiene cargado a uno más pequeño, que se los queda viendo atónito. Saben que la madrugada del domingo se quedaron sin casa por una conflagración que consumió nueve viviendas en el sector La 40, del barrio Siete de Abril, pero no dejan de sonreír.

Ellos hacen parte de las 30 familias que fueron reubicadas en un albergue de Unidad de Vida que hay para la tercera edad en el mismo barrio. En el lugar, unas sillas plásticas regadas les sirven a unos, mientras otros se sientan en el piso de concreto y algunos duermen en unas colchonetas donadas. El olor es fuerte y se respira desasosiego, no por parte de los niños, que siguen 'echando cuentos' y hablando de cómo vivieron el siniestro, sino de los adultos, que no han podido 'pegar el ojo' por la preocupación de cómo van a vivir.

'He tenido pesadillas. Anoche casi no dormí porque recordaba las llamas. Cerraba los ojos y veía todo en candela. Yo lo viví peor porque casi me quemo', dice una menor, de 13 años, con los ojos bien abiertos y sonrisa amplia, mientras explica que a su familia se le olvidó despertarla por la desesperación. 'Ellos salieron corriendo y no me dijeron. Yo me desperté porque sentí el calor y el olor a quemado'.

Sus vecinitos asienten y la apoyan en la versión. 'Yo también sentí el fogaje, estaba fuerte. Mi mamá me cogió del brazo y salió corriendo con nosotros, mi hermanito se quedó llorando porque se le quemaron los cuadernos y el uniforme y él tenía que ir al colegio', agrega otro de los niños.

A la vuelta de allí, Helena Suárez habla frente a lo que quedó de su casa. 'La mía estaba justo ahí y no quedó nada. Todo se consumió', expresa. Sus ojos están transparentes y en su cabeza, según dice, solo hay preguntas. '¿Qué hace uno cuando lo pierde todo? Ahí vivíamos cuatro familias. Anoche nos fuimos a dormir donde una hermana de mi mamá, pero no es igual que dormir en la casa de uno'.

Cuenta que ese momento fue como un mal sueño del que pensó despertarse, pero que la realidad le ardió en la cara. 'Mira, las llamas llegaban hasta allá arriba y nosotros no sabíamos qué hacer. Salimos corriendo, la gente gritaba, gracias a Dios nos dimos cuenta, porque nos hubiésemos quemado toditos. Del susto mi hijo menor salió corriendo y yo no lo encontraba, esa fue otra tortura para mí'.