La noticia del asesinato de Lourdes Paba Molina les cayó como un 'baldado de agua fría' a sus vecinos desde hace 42 años en el barrio La Paz, pues aseguran que tenían un mal presentimiento con la presencia de dos muchachos, de nacionalidad venezolana, en la casa de la mujer.
'Ellos tenían como dos meses viviendo con ella: les dio posada. No hacían nada, se la pasaban todo el día en el cuarto y ella les daba las tres comidas', dice Adolfo Quiroz Daza, un hombre que se describe como su amigo incondicional.
'La conozco hace muchísimos años. Éramos buenos amigos. Cuando esos hombres llegaron ahí, a mí no me gustó y se lo dije, porque me inspiraban molestia, no le ayudaban y no le colaboraban con dinero, al contrario, ella les daba todo. Ahí también llegó otro a vivir, pero ese era más serio y se fue para Santa Marta, donde su papá', explica el hombre.
La noche anterior a que la encontraran con un cuchillo en la garganta, los vecinos escucharon que de un momento a otro en la casa, en la que tenía su tienda, sonó música a todo volumen. 'Al rato apagaron el equipo, pero al día siguiente ella no abrió el negocio. Los niñitos le tocaron la puerta porque querían comprar laminitas para el álbum, pero nadie salió. Por eso nos alertamos, ella siempre estaba con la puerta abierta'.
De acuerdo con Quiroz Daza, Paba Molina tenía una relación con uno de los inquilinos, del que solo conoce que se llama Jesús. 'Por eso era que no los sacaba, porque yo le decía que cómo se iba a confiar con esos hombres ahí. Hasta dormían los tres en el mismo cuarto porque en esa casa no hay más espacio. Después de que nos enteramos de lo que pasó en Malambo con la señora que mataron, nos pusimos alerta, pero no nos hizo caso. Ella solo se reía cuando yo le preguntaba que si estaba enamorada del moreno'.
Hasta el momento, no se conoce información sobre el paradero de los jóvenes, que según los habitantes del sector están entre los 19 y 21 años. Una cámara registró su paso en horas de la madrugada. 'Se llevaron un dinero en efectivo que tenía y mercancía de la tienda'.
Este fin de semana, su hijo se iba a venir desde Bogotá a vivir con ella y le había pedido que cotizara los materiales para hacer el segundo piso de la casa. 'Tengo una sensación extraña porque yo presentía que iba a pasar algo malo, ella no nos escuchó', repite Quiroz.