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Afuera de la casa en la que creció su hijo en el barrio El Bosque, rodeado de sus familiares y conocidos, que hoy viven de cerca la violencia con 'gran dolor', David Pérez Orozco recuerda las palabras que le dijo su hijo José David veinte días atrás: 'Hubo un atentado allá por donde él estaba y me llamó llorando, me dijo: Papi, no tengo ganas de seguir aquí, tengo miedo. Unos compañeros y yo queremos pedir la baja. Quiero estar allá con ustedes'. El padre llora su muerte y la vive como una 'pesadilla' de la que cree que va a despertar. 

El barranquillero José David Pérez Hernández fue uno de los ocho uniformados que fallecieron ayer en la vereda El Tomate del municipio de San Pedro de Urabá (Antioquia), cuando un artefacto explosivo detonó en el momento en el que se movilizaba con sus compañeros para hacer el acompañamiento a una comisión de la Unidad de Restitución de Tierras y Antiterrorimo (URT).

'Lo que son las cosas, él como que sentía que iba a pasar algo porque estaba con el son de que se quería venir. El día que me dejó mal fue ese que me dijo que se había visto muerto, quedé preocupado.

Hace semana y media vino sin avisar por un solo día, me dio un abrazo fuerte y me dijo que me quería mucho, compartió bastante con su mamá también. Ahora sé que se estaba despidiendo, porque él nunca hablaba así', agrega Pérez Orozco al tiempo que confiesa que de tanto llorar ya se le secaron las lágrimas. 'No me sale llanto, pero el dolor que siento por dentro es inexplicable, parece mentira que mi hijo esté muerto'.

El próximo 9 de mayo, el patrullero José David cumpliría 26 años y de esos había servido siete a la institución, tenía nueve felicitaciones por su desempeño. Desde que entró a la Policía había estado por fuera de Barranquilla, prestando el servicio en San Andrés, Valledupar y en algunos municipios del departamento de Sucre.

'Su sueño era ser policía. Nunca se me va a olvidar la vez que creía que se le habían acabado las oportunidades porque tenía que conseguir un millón de pesos para comprar unos elementos que le faltaban para poder entrar, y no los teníamos, pero cuando me los prestaron, ese pelao saltaba de la felicidad'.

Pertenecer a la Policía Nacional le iba a permitir a José David, según se lo decía a su papá, cumplir sus expectativas de ayudar a su familia a salir adelante; quería ser abogado y tener un negocio propio, pero lo que sentía, como le hizo saber a David en varias ocasiones, terminó siendo verdad. 'Sabía que ser policía le iba a ayudar poco a poco a ir escalando. Él quería colaborarnos a nosotros, era de lo que siempre hablaba. Pero de un tiempo para acá empezó a demostrar intranquilidad'.

El domingo pasado había estado hablando por Facebook con su hermana Saray. 'Me estaba molestando y hasta me mandó una nota de voz. Hablamos muy contentos', comenta la joven.

'La última que habló con él fue Emma, su mujer, ella está muy mal, dice que se fue el amor de su vida. Esta mañana (ayer) Jose le mandó un mensaje y le dijo que no quería ir a trabajar hoy, pero que le tocaba porque era su compromiso', explica David.

Un nuevo ataque enluta la institución, nuevamente un explosivo le quita los sueños a un ser que le servía a su país vistiendo el uniforme de la Policía, y un niño, como Dylan que a los cinco años ya no volverá a ver sa su padre, tendrá que terminar de conocerlo a través de recuerdos contados y fotografías, de las historias que su familia le cuente para no olvidarlo.