Tomando justicia por su propia mano, un grupo de empleados de un almacén llamado ‘Todo a mil y todo a cinco mil’ retuvieron a dos mujeres (madre e hija) que presuntamente habían robado mercancía de manera reiterada y, tras reducirlas, procedieron a cortar su cabello.
Las dos mujeres, que ahora se consideran víctimas y no victimarias, fueron las que llamaron una patrulla de la Policía, la cual acudió al almacén localizado en la carrera 8 entre las calles 12 y 13 de Riohacha a las 11:45 de este martes.
Los uniformados, además de protegerlas de los ataques verbales y físicos de varias personas, las condujeron hasta el comando central de la institución armada para salvaguardar su vida, pero también determinar qué tanta validez tenía la acusación que les habían hecho en el sentido de que estaban cometiendo robos reiterados en ese y otros almacenes del sector y 'ya las estaban esperando'.
El comandante de la Policía de La Guajira, coronel Henry Manuel Sandoval, al ser consultado sobre este caso hizo un llamado no solo a los comerciantes propietarios de almacenes, sino a la ciudadanía en general para que se abstengan de tomar la justicia por sus propias manos, pues para esto hay unas instancias que son competentes y son a las que deben acudir para que se determine el procedimiento a seguir con los infractores.
'En las circunstancias en las que se habría dado este caso, existe posibilidad de una transgresión de la norma por quienes quisieron tomar la justicia por su mano y serán los jueces, si ellas acudieran, las que determinen si hay o no falta en este caso en particular', expresó el oficial.
El abogado penalista Fabián Cotes señala que los ciudadanos que procedieron a cortar el cabello de forma traumática de estas mujeres podrían verse avocados a un proceso penal por lesiones personales en la eventualidad que sean denunciados e identificados.
La conducta asumida por presuntos vigilantes de ese almacén hizo evocar la década de 1970, cuando los guardas de seguridad de los primeros almacenes de cadena de Barranquilla castigaban a los menores y adultos que eran encontrados robando, por muy bajo que fuera el monto del hurto, con una rapada de la cabeza y adicionalmente le ponían en el cuero cabelludo los sellos de ese almacén afectado por el hurto.
EL HERALDO conoció que las mujeres fueron dejadas en libertad por los policías que las protegieron y no se les reseñó.