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El ex rector de la Universidad Autónoma del Caribe, Ramsés Vargas, paso días de soledad absoluta, hambre y encierro, en el hotel donde estuvo escondido en el barrio Crespo, hasta la noche del domingo, cuando fue capturado por agentes del CTI de la Fiscalía tras dos operativos fallidos para lograr su detención en Cartagena.

Todo era un misterio en el segundo piso del hotel El Paisita desde el viernes en la noche cuando llegó a la habitación número 9, un extraño huésped que usaba gorra, una camiseta de Cartagena y gafas oscuras, el mismo que no llevaba equipaje, salvo un pequeño bolso, tipo canguro amarrado a su cintura. Al que jamás le conocieron la voz, pues nunca hablo con ellos de manera directa, sino vía telefónica. Y que además había usado un tercero para hacer su registro de ingreso, solicitado a través de su intermediario, no ser molestado bajo ninguna circunstancia.

El hotel que en ese momento estaba lleno en su totalidad, esperaba con antelación al huésped de la ‘9’ pues según conoció EL HERALDO, una persona había hecho una reserva previa vía telefónica para él, indicado que se trataba de un extranjero que visitaba Cartagena y deseaba conocer las murallas por lo que además le fueron ofrecidos los servicios de un guía turístico, que tampoco habría aceptado, dadas sus condiciones.

Cuentan que a las afueras de su habitación se escuchaban sollozos y llanto. Y también canciones cristianas que desvirtuaban los otros sonidos provenientes del cuarto que permaneció durante tres días cerrado, producto del temor que tenía el ex funcionario de ser identificado y detenido para comparecer ante la justicia.

Aseguran las trabajadoras del hotel, que cuando llegaban al segundo piso y tocaban la puerta para pedirle al misterioso huésped, que les permitiera ingresar al cuarto para hacer las labores de limpieza. El hombre respondía con una voz impostada y como si no hablara bien el español. 'Nos gritaba desde adentro del cuarto que no era necesario que solo le quería toallas limpias para el baño, y ahí se las dejábamos, al lado de puerta, pero nunca nos dio la cara', manifestaron operarios de la limpieza del apartotel El Paisita.

Al parecer los días de encierro también estuvieron acompañados por el hambre, pues aunque Vargas Lamadrid tenía dinero suficiente en su cartera para comprar alimentos, al parecer el miedo a ser sorprendido lo obligó a no bajar ni una sola vez al restaurante a almorzar o cenar, por lo que solo comió durante tres días huevos revuelto con pan y arepa paisa que es la única alternativa de desayuno ofrecida por el restaurante del pequeño hotel. 'Lo llamaban para ofrecerle el servicio de almuerzo y nunca contestaba. Y aquí los almuerzos no se pueden llevar a las habitaciones, así que el solo pedía desayunos', aseguró un trabajador del hotel.