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'Hace muchos años una vecina me dijo que no me tinturara el cabello porque Medicina Legal podía sacar de ahí algunas muestras de ADN para identificar a mi hermano. Hoy en día estoy llena de canas y todavía espero la prueba', aseguró Nancy Corbacho Acosta, mientras sus hermanas Martha Lorena y Jacqueline, la escuchaban en la terraza de su vivienda ubicada en el barrio El Bosque, en la localidad Suroccidente de Barranquilla.

Veintisiete años después de la matanza de indigentes y recicladores en la Universidad Libre de Barranquilla, las hermanas Corbacho Acosta aún esperan a que el Instituto de Medicina Legal les entregue los restos mortales de su hermano Héctor Daniel, una de las víctimas de este cruel episodio que ocurrió en pleno Carnaval de 1992.  

'Siempre creíamos que estaba vivo, pero tiempo después supimos que había caído en el grupo de muchachos garroteados. Ahora solo queremos darle cristiana sepultura para poder estar tranquilos', continuó Nancy, en relación a Héctor, el segundo de los cinco hermanos del hogar conformado por la sincelejana Juana Acosta Ruíz y don Virgilio Corbacho Araújo. 

La mañana del domingo 15 de diciembre de 1991 comenzó el calvario de los Corbacho Acosta. Aquel día Héctor Daniel, quien para ese entonces tenía 31 años, salió de su vivienda ubicada en la calle 60B No. 6E-39 a trabajar en una carretilla con la que reciclaba cartones, papel periódico y elementos plásticos. 

'Él ayudaba a mi mamá con los gastos de la casa, incluso pagaba mis estudios. Nunca consumió drogas ni fue indigente, se volvió reciclador por que la situación económica se complicó', explicó Jacqueline, la menor de los Corbacho Acosta.

Con nostalgia y lágrimas, la mujer recuerda que la noche de ese domingo del 91, Héctor no regresó a su casa y la angustia se apoderó de las mujeres de la casa, en especial de su madre Juana Acosta.