Dos minutos antes de morir, Wilder Barón, mujer trans conocida como ‘La Cucuteña’, caminó la carrera 44, entre calles 44 y 45, apretando un cartón contra su cuello. La sangre descendía por su nuca, mientras buscaba con la mirada a alguien que la auxiliara en las puertas de los bares.
Era la 1 de la mañana del domingo 7 de agosto del presente año. Dos hombres, Deiber Acosta Espitia y Pedro Rivera Teherán, que alegaron ser hurtados ($270 mil) minutos antes por mujeres trans que laboraban en el lugar, agredieron con un arma blanca a ‘La Cucuteña’, quien estaba sola en una esquina. Uno de ellos degolló a la trabajadora sexual de 31 años, oriunda de Norte de Santander, y que había llegado hacía 4 meses a Barranquilla. Su cuerpo se desplomó en la esquina de la calle 45 y murió.
'A mi hermano no le encontraron el dinero. Ellos no lo matan porque les robaron o estaban ofendidos, lo matan solo por el hecho de ser gay. Yo recorrí el lugar al día siguiente y, según trans que presenciaron el hecho, los hombres dijeron que se la desquitarían con cualquier marica porque los habían robado 2 maricas', relata Junny Barón Contreras, hermana del fallecido, en la cocina de su hogar. Un apartamento alquilado por $100 mil en el barrio San Roque, Centro de la ciudad, donde guarda la nevera, la estufa y un mesón de madera, además de colgar los maletines de sus tres hijos.
El proceso jurídico tuvo un rompimiento de términos y se convirtió en dos. Barón afirma que el Fiscal de la Unidad 35 de la Unidad de Vida decidió que Acosta Espitia es el presunto homicida porque fue quien degolló a Barón, pero que Rivera Teherán no. Hoy ambos permanecen recluidos en la cárcel Modelo.
'Para mí lo dos son asesinos. El fiscal trata de decir que se efectuó en ira e intenso dolor, pero allí hubo homicidio con sevicia. Hasta el momento justicia no ha habido y estamos en la pelea', comenta la hermana, al entrecerrar los ojos. Muestra la imagen con la que la prensa dio a conocer el rostro de Barón: un hombre de tez clara, delgado, ojos grandes y expresión seria.

El informe ‘Cuerpos excluidos, rostros de impunidad’, lanzado el pasado jueves en la Universidad Autónoma del Caribe por las organizaciones Caribe Afirmativo, Colombia Diversa y Santamaría Fundación, detalla que, de las 110 personas LGBT asesinadas el año pasado en Colombia (52 hombres gay, 32 mujeres trans, 11 lesbianas, 7 bisexuales, 1 hombre trans y 7 reportadas sin determinar su orientación sexual), al menos 43 casos estuvieron motivados por el prejuicio hacia la orientación sexual, identidad o expresión de género. Casos como el de ‘La Cucuteña’, donde la percepción social o los estereotipos negativos asociados a personas LGBT determinan las razones por las que alguien decide quitarle la vida a una persona.
De acuerdo con el sistema de información de violaciones de derechos humanos de personas LGBT de las tres organizaciones, algunos crímenes por prejuicio son recurrentes, como los homicidios de mujeres trans en zonas de trabajo sexual y espacios públicos. En 2015 fueron asesinadas 33 personas trans, de las cuales 32 tenían identidad de género femenina y 1 masculina. Doce se dedicaban al trabajo sexual, 3 eran estilistas, 3 alternaban esas dos actividades y de las otras 15 las organizaciones no otuvieron información al respecto.
Amenazas aumentan donde hay grupos armados
Omar es un cartagenero de 49 años, de los cuales lleva 32 viviendo entre el Carmen de Bolívar y Cartagena. Es paramédico y tiene una corporación que ayuda a personas LGBT, a las que les han vulnerado sus derechos. Como civil, Omar fue amenazado una vez a principios de los 90, durante la época de violencia de los Montes de María. Desplazado. Como bisexual, fue amenazado dos veces.
En 2002, cuando salía de un billar del barrio El Prado de El Carmen de Bolívar, dos hombres se le acercaron y lo intimidaron. 'Profe le estamos haciendo una advertencia, váyase del pueblo. Hemos descubierto que usted es un vil marica y no queremos maricas en esta zona', recuerda, fueron las palabras de uno de los agresores. No hubo armas, pero sí 'miradas y expresiones intimidantes'.
Con 24 horas de término, se fue para el municipio de Zambrano, Bolívar, donde vivió durante una semana. Luego volvió a su hogar y no hubo más amenazas hasta el año pasado, luego de que participara del desfile por la Diversidad de Género.
De acuerdo con el informe, en 2015 se registraron 47 amenazas individuales y generales hacia personas LGBT en 17 departamentos de Colombia. Más de la mitad se presentaron en la región Caribe. El mayor número se registró en el departamento de Bolívar con 9 casos. Le siguieron Cundinamarca y Sucre con 5 cada uno; Atlántico y Antioquia con 4; Magdalena y Valle del Cauca con 3; Bogotá, Quindío, Córdoba y Norte de Santander con 2, y Santander, Casanare, Cesar, La Guajira, Tolima y Vichada con 1, respectivamente.

El documento revela que los departamentos con mayor número de amenazas son aquellos donde hay mayor presencia de grupos al margen de la ley y bandas criminales. Este es el caso de los Montes de María en Bolívar y Sucre; Soacha en Cundinamarca y el nordeste antioqueño.
Es así como la tercera vez que amenazaron a Omar fue no solo por su condición de género, sino por visualizar a las víctimas LGBT de la violencia, a través de una investigación del Centro de Memoria.
Era la 1:30 de la tarde. Ese día se realizaría un taller en el Centro de Memoria y arribaba gente proveniente de Magangué, Cartagena y Zambrano. Omar era uno de los anfitriones, pero una hora antes de que comenzara el evento fue interceptado en una calle del barrio El Prado por tres personas, a bordo de dos motos.
'Súbase a la moto', le dijeron. '¿Por qué, quiénes son?', respondió. Entonces el extraño se subió el vitral del casco e insistió. 'Hágame el favor y súbase a la moto, no le va a pasar nada', al tiempo que le mostraba la cacha del revólver en la cintura. Omar se subió a una de las motos y recorrieron durante 15 minutos varios barrios del Carmen de Bolívar, hasta llegar a un lote baldío del sector de Bellavista.
'Aléjese de ese poco de maricas con los que trabaja. No sabíamos que usted era gay, se está boletiando. A nadie le interesa lo que le pasó a las maricas en la época de la violencia', le advirtió con acento paisa el único de los tres hombres que habló, al tiempo que le apuntaba con el arma. Omar, dice, volvió a sentir el miedo que paralizó su cuerpo la primera y segunda vez que lo amenazaron. Durante esos minutos no sabía si iba a morir.
'No querían que la gente supiera la historia de la comunidad LGBTI dentro del marco del conflicto armado, como si les fuese afectar a ellos. Que alguno dijera que fulano de tal me violó, me desplazó o mató a mi familia', comenta el cartagenero por teléfono.
Ese día no se realizó el taller. La Policía le prestó el servicio de acompañamiento y tuvo apoyo económico de la Unidad de Víctimas con los gastos de viaje. Nuevamente hizo la declaratoria en la Defensoría del Pueblo y regresó al Carmen de Bolívar con ayuda de Caribe Afirmativo.
Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, las personas LGBT que ejercen labores de liderazgo social y defensa de derechos humanos enfrentan un doble riesgo 'por la combinación de factores relacionados con la percepción de su orientación sexual, su rol de defensa, ya que buscan desafiar estructuras sociales tradicionales sobre la sexualidad y el género'.

Reducción de Violencia policial
En la peluquería donde trabaja Leonard David Mizar Vargas, mujer trans conocida como Yessica Mizar, las imágenes con cortes de cabello extranjeros adornan tres de las cuatro paredes, y el olor a champú se mezcla con el de desinfectante. Allí labora de 9 de la mañana a 6 de la tarde, y por las noches es trabajadora sexual. En siete ocasiones, cuenta, ha sido víctima de violencia policial: 2 físicas y 5 verbales.
Los hechos han ocurrido entre las 11 y 3 de la mañana, en los lugares donde promociona su actividad sexual, como el parque Luis Carlos Galán del barrio Colombia.
'Dos denuncias no me las recibieron en la ventanilla de atención al ciudadano de la central de Policía. Siempre las radico, pero nunca prosperan porque dicen que no hay suficientes pruebas, y las pasan al área de disciplina', explica Yessica, de 30 años, en un asiento de la peluquería. Agrega que la primera agresión que recibió en su vida por ser gay fue a los 17, cuando su hermano mayor se enteró de su condición sexual y le dio un puñetazo en la cara. Dice que ha sido la más dolorosa porque desde entonces la relación jamás volvió a ser la misma.
La primera policial fue en 2010, en la Plaza de la Paz, cuando se besaba 'apasionadamente' con su pareja a la vista de todos. En esa ocasión, dice, un policía la agredió con el bastón de mando y la detuvo en el CAI.
En Colombia, durante 2015, se registraron 61 hechos de violencia policial hacia personas LGBT. Sin embargo, el informe argumenta que el número de víctimas al menos es de 91, ya que la información disponible indica que en 21 de los casos fueron dos o más personas. En más del 50 por ciento de los hechos se trató de mujeres trans (57).
Al comparar las cifras de los últimos tres años, el informe revela una disminución a nivel nacional: 82 casos en 2013, 145 en 2014 y 61 en 2015. No obstante, dado que las valoraciones médico-legales de víctimas de lesiones personales dependen de la voluntad de la víctima para acudir a Medicina Legal, se necesitan establecer variables para determinar si el menor número de valoraciones se debió a un menor número de hechos de violencia policial o a que menos víctimas hayan acudido a la institución. De ser así, no habrían disminuido los casos, sino que habría un aumento del subregistro, advierte el informe.