Se mantenía despierto bajo dos luces blancas paralelas. Los cables sobre el corazón haciendo dibujos, un pitar. La mirada cansada de un hombre serio, cuya barba ceniza le daba el respeto de 72 años.
'Yo me paré de la silla, fui a dar una vuelta, pero en el momento que me levanté, me apresaron por aquí', dijo Plutarco Elías Flores en una camilla, mientras señalaba su cuello con la mano izquierda. Exhalaba el dolor en pequeños resuellos o en abrupta tos. Su voz senil se perdía en ocasiones con el rotacismo en su lengua.
Las gasas cubrían las hendiduras provocadas con el machete: tres en la cabeza y otra en el hombro izquierdo. Su mano derecha también estaba vendada al ser la primera parte de su cuerpo en ser herida en el ataque, al tratar de evitarlo.
'¿A qué hora pasó?', le pregunté. Su mirada entonces pareció apagarse para ver con el recuerdo aquel instante. 'El sábado, a la una de la mañana', respondió.
Dijo que se disponía a hacer otra ronda de vigilancia en el parqueadero de un taller mecánico en la carrera 36 con calle 41, barrio Chiquinquirá, suroriente de Barranquilla. Su amigo Alonso Ortiz, de 60 años, dormía mientras.
Sin tiempo de reaccionar
Parecía otra madrugada más: silencio, sombras y calma. Sin embargo, cuatro hombres los interceptaron en medio de los vehículos. Para robarlos, al parecer. Los dos veteranos forcejearon, pero fueron atacados a machetazos.
Le pregunté si recordaba alguna frase en particular de los maleantes, pero contestó que no. En su apagada mirada también había miedo. 'No recuerdo cómo eran por el desespero que tenía, No me dio tiempo de reaccionar', afirmó Plutarco, moviendo su vendada mano, de izquierda a derecha. Luego quedó en silencio por unos 30 segundos, mientras las luces blancas en lo alto gritaban con su brillo.
De repente, el vigilante manifestó llevar cinco años en la labor y que Alonso, su amigo, se dedica a pintar casas por el sector. Que nunca han recibido amenazas ni han sido víctimas de extorsión; que todo se trató de un caso más de 'delincuencia común'.
Alonso Ortiz sufrió una fractura en un brazo, además de una profunda cortada en una pierna. Vecinos se percataron del hecho por los gritos de auxilio de ambas víctimas. Al llegar al taller, encontraron lo que calificaron como una escena dantesca: Plutarco y Alonso 'bañados en sangre y con heridas en sus cuerpos'. De inmediato dieron aviso a la Policía Metropolitana.
Los dos fueron llevados por los agentes al Hospital de Barranquilla, en compañía de amigos y parientes. En ese centro asistencial los estabilizaron y les prestaron los primeros auxilios, pero debido a la gravedad de las heridas Plutarco fue remitido a la clínica San Diego y Alonso, al Camino El Pueblito.
'Sinceramente tuve suerte gracias a Jesucristo y la Virgen, soy una persona creyente', advirtió Flores.
Aunque manifestó no conocer el paradero de su teléfono celular, Plutarco indicó que los delincuentes solo le robaron algunas herramientas de trabajo. La Policía no ha reportado capturas por el hecho delictivo.
Parte médico
En un pasillo de la clínica San Diego, el médico Carlos José López Bossio, jefe de piso del centro de salud, explicó que Plutarco Flores fue remitido desde el Hospital de Barranquilla por 'altas sospechas de fractura de tabla ósea en el cráneo'.
Luego de realizarle tomografías en la entidad, 'valoradas por neurocirugía', se evidenció sin embargo que no hubo fracturas en el cráneo. Básicamente, el anciano sí corrió con suerte. Quizás con la suerte de ser un hombre de fe.
'Era solo la contusión. Cirugía plástica entró a dar mano y reparar el cuero cabelludo. El paciente está totalmente estable. Si sigue así, mañana (hoy) puede ser trasladado a piso', afirmó López, antes de entrar a la Unidad de Cuidados Intensivos.
Plutarco se mantenía despierto, bajo dos luces blancas paralelas. Había perdido el conocimiento durante el ataque, lo recuperó en la ambulancia, pero volvió a estar inconsciente durante la intervención quirúrgica. Ayer se mantenía despierto, dispuesto a hablar con sus familiares y con EL HERALDO sobre lo sucedido.