Compartir:

Con 1.911 habitantes Conejo es el mayor corregimiento de Fonseca, el municipio al centro de La Guajira que hace siglos era el límite del Valle del cacique Upar. Es un pueblo agradable (salvo por el calor salvaje), bien bonito, ya no huele a plomo. Tiene dos puestos de salud, cinco tiendas, una iglesia, tres billares, tres galleras y una biblioteca; sus calles están pavimentadas y en sus aceras crecen árboles de matarratón y maíz tostao podados en redondel. En la plaza principal decenas de niños corretean hoy en las noches, pero hace veinte años no era así.

Nadie sabe exactamente cuál fue el malentendido que acabó con la vida de Hugues García, un patriarca que vivía en la plaza de Conejo. Lo asesinaron a la entrada de su finca Santa Rosa (justo el lugar por donde se ingresa a Pondores, el campamento de las Farc). Luego hicieron lo mismo con uno de sus hijos. Tiempo después fueron asesinados dos hijos de la familia acusada del crimen: los Ariño, que vivían al otro lado de la plaza. El resto del pueblo tomó partido por uno u otro bando porque a los colombianos nos encanta comprar peleas ajenas. La historia podría ser un capítulo corto de la novela de los Cárdenas y los Valdeblanquez, aquellas dos familias guajiras que por seguir la enseñanza bíblica del ojo por el ojo y el diente por el diente se exterminaron a sí mismas. Solo que aquí una de las dos familias se fue a vivir a otro pueblo. Solo uno siguió por la senda del crimen: el tan temido Marquitos Figueroa García. Con él en la cárcel las dos familias aplacaron el odio y los García volvieron al pueblo luego de firmar una fiducia con los Ariño: si un miembro de alguna de esas familias es asesinado la otra debe pagar un monto altísimo. La guerra terminó con la negociación. Hubo perdón ¿y olvido? Los García volvieron a sus casas, viven en paz con los Ariño, se saludan de beso y se preocupan por la salud de unos y otros.

El 16 de marzo de 2016 el Gobierno Nacional recibió quince millones de dólares de la Fundación Bill & Melinda Gates que entraron a las arcas del Plan Nacional de Lectura y Escritura del Ministerio de Cultura 'Leer en mi cuento', el cual busca fortalecer las 1.444 bibliotecas públicas del país y convertirlas en espacios que ofrecen servicios utilizando la tecnología de forma creativa mediante el fomento de la lectura y el desarrollo cultura y comunitario'. Dos millones de dólares fueron destinados para adquirir veinte Bibliotecas Públicas Móviles (BPM) en asocio con la ONG francesa Bibliotecas sin fronteras. El Gobierno las usa para construir confianza y estimular el compromiso ciudadano y la democracia en los Puntos de Transición a la Normalidad (PTN) que alojan los campamentos de los desmovilizados de las Farc.