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Los habitantes de Manaure no olvidan el sonido de las carretillas muy temprano en la mañana, en las que los cosechadores de sal llevaban sus productos para hacer los tradicionales trueques o venderla.

Ese sonido, que también era sinónimo de progreso y movimiento económico en este municipio guajiro, se acabó hace cerca de diez años. Después, muchas familias wayuu padecieron por la falta de trabajo y algunas de ellas vieron morir a sus niños por desnutrición.

Los picos y las palas, eran los elementos que no podían faltar en cada una de las casas de los cosechadores, ya que la sal hay que picarla y rasparla antes de salir a venderla.

Una mujer wayuu trabajadora y luchadora era Susana Castro Epiayú, quien arrastraba una de esas carretillas por allá en los años 70, para llevarle de comer a sus hijos. Esa herencia se la dejó a ellos y también a su nieta Neris Martínez Palacio.

'Mi abuela murió, pero después recuerdo que mi mamá me ponía un saquito en la espalda y ahí me metía la sal para cambiarla por un desayuno o para venderla y así comíamos', explicó Neris quien ya pasa de los 50 años y que durante mucho tiempo fue una gran cosechadora en una de las charcas artesanales que funcionaron durante años en esta población guajira.

Ella ahora se encuentra feliz porque la charca, llamada Shorshimana, fue reactivada y beneficiará a unas 2.000 familias manaureras.

Son 40 hectáreas que adecuadas en forma de estanques que funcionan como cristalizadores donde se verterá la salmuera saturada en cloruro de sodio, que es suministrada y preparada por la empresa Big Group Colombia, quienes son los concesionarios de las salinas de Manuare desde el 2014.

'Es una gran noticia para nosotros, vamos a volver a cosechar, vendrán nuevos y buenos tiempos para nuestros hijos, nietos y futuras generaciones', manifestó alegre Neris.

Para abrir las compuertas de la charca Shorshimana, se llevó a cabo un acto en el que estuvieron las miles familias que se beneficiarán con su reapertura, especialmente mujeres wayuu que ven en este proceso una gran esperanza para sus familias.

Muchas de ellas viven en la Sabana, la zona de Santa Rosa y Musichi, donde han padecido por la falta de alimentos debido al desempleo imperante durante los últimos años.

Vilma Movil y Carmela Jayariyú se presentaron con sus tradicionales atuendos wayuu, orgullosas y contentas porque volverán a sacar sal para darle de comer a sus hijos y nietos. 'Cuando cerraron las charcas nos quedamos sin trabajo, pidiendo ayuda para comprar las cosas de los hijos, pero ahora volveremos a tener empleo', afirmaron.

Eduardo Uriana hijo de Carmela, era quien tocaba la tradicional kasha como un mensaje de alegría que manifestaron también con el baile de la yonna.