Compartir:

Las comunidades indígenas wayuu, campesinas y afros del departamento de La Guajira han denunciado las graves consecuencias que están viviendo, a causa del extractivismo minero, especialmente por la operación de la empresa Cerrejón.

Lo hicieron en un artículo publicado en la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y Educación Popular /Programa por la Paz (Cinep/PPP).

Mónica López Pushaina, de la comunidad La Gran Parada y del colectivo Fuerza de Mujeres Wayuu afirma que 'la operación minera de Cerrejón está acabando con nuestros cuerpos y con la vida de nuestros hijos e hijas, que por muchos años estamos respirando la carbonilla que queda en el aire y que se deposita en nuestros pulmones y bebiendo las aguas de ríos contaminados que dejan sus huellas en nuestras pieles'.

Asegura que en la publicación han plasmado lo que han vivido en las comunidades, en los territorios, donde trabajaron durante varios años para la recolección de la información.

'Para nosotros es una situación de exterminio silencioso lo que hemos vivido por la empresa. Lo que han llamado desarrollo, para nosotros ha sido la destrucción, la profanación de nuestros lugares sagrados, como los cementerios, las lagunas, los arroyos y hasta el cerro Cerrejón, del cual se robaron hasta el nombre', manifestó en rueda de prensa virtual.

Añade que 'Cerrejón es el nombre de un cerro sagrado, tiene un valor espiritual, cultural, social y ambiental, que poco a poco nos ha sido arrebatado por la actividad minera'.

Indica que la minería ha contaminado el agua al cual tenían acceso las comunidades, les ha impedido el acceso en los territorios y ha causado una ruptura de la conexión espiritual que tenían con los cuerpos de agua.

'El agua, además de calmar la sed, para nosotros simboliza la vida y sanación espiritual', manifestó Mónica. Denuncia igualmente que durante muchos años han sufrido el confinamiento, desplazamiento y despojo de las comunidades por la minería en La Guajira.

'Las comunidades de Palmarito, Caracolí, Espinal, Tabaco, entre otras, vieron cómo sus ancestros y cementerios fueron removidos y arrasados con las máquinas buldócer, quedando debajo de una pila de material estéril. Otras comunidades, como Roche y Tamaquito II, tuvieron que abandonar sus territorios mientras sus ancestros quedaron cercados por la actividad extractiva de Cerrejón', aseveró.

Por su parte María De los Ángeles García lideresa afro de la comunidad Manantialito expresó que 'las comunidades estamos profundamente heridas y hemos visto trastornada nuestra soberanía alimentaria, en nuestros usos y costumbres, en nuestro buen vivir por la minería'.

Añadió que son al menos 25 comunidades las que han sido despojadas de sus territorios, que ahora están padeciendo y sufriendo muchas dificultades.

'Tras 44 años de explotación encontramos una crisis humanitaria sin precedentes por la escasez de agua en La Guajira, ya no encontramos los árboles tradicionales y unas 170 plantas para uso medicinal, han desaparecido', aseguró.