En la ciudad de Riohacha también hay restos óseos humanos que corresponden a los cuerpos de personas que fueron entregadas en Medicina Legal como subversivos que habían sido eliminados en combates desarrollados en el territorio de la península.
Quien se atreve a hacer esta afirmación es Sonia Bermúdez Robles, una mujer ya pensionada que se mantuvo por 30 años como tanatóloga o auxiliar de Medicina Legal en Riohacha. Pero además, tiene la historia de la violencia de La Guajira en su memoria y es fundadora del cementerio ‘Gente Como Uno’, un camposanto, donde están sepultadas buena parte de las víctimas de este doloroso episodio de la historia reciente del país, a quienes llamaron ‘falsos positivos’
Son muchos cuerpos sin identidad
Sonia Sostiene que los cuerpos no identificados que fueron llevados a Medicina Legal cuando ella laboraba podrían ser más de cien, pero recuerda un especial episodio que le marcó su vida hace cerca de diez años, cuando una madre que llegó de Tierralta, Córdoba, buscando a su hijo habló con ella para contarle la historia de cómo había desaparecido su joven hijo y pedirle que le informara si podía recordar haberlo visto entre los muertos a los que le hizo necropsia e inhumó en el cementerio municipal.
La mujer dijo que su hijo era un muchacho bueno, noble y trabajador, era estudiante y trabajaba.
Sonia recuerda que la mujer le narró que su hijo el día que desapareció en Tierralta había salido a jugar un partido con unos zapatos rojos que ella le compró y antes de partir hicieron bromas con el calzado.
Sonia recordó que ella había atendido un caso de tres presuntos guerrilleros que habían sido llevados a la morgue desde las inmediaciones El Ebanal, un paraje en la orilla de la Troncal del Caribe, entre Riohacha y Santa Marta y uno de los muertos tenía un par de zapatos tenis como los había descrito la mujer.
Con los detalles coincidentes que se revelaron las dos mujeres vieron que era necesaria la exhumación y con todos los permisos en regla se hizo el procedimiento.
La mujer, que no reveló su identidad, no aguantó la impresión cuando tuvo frente a sus ojos los restos humanos y a un lado el par de zapatos rojos que habían sido enterrados con su dueño en el ataúd.