Para Libardo Cano nunca ha sido una limitación haber nacido con el brazo derecho incompleto, pues con la mano izquierda logró hacer hasta lo inimaginable y, lo más importante para él, tomar fotografías, su gran pasión.
A sus 73 años, entre los recuerdos que la demencia senil que padece desde hace año y medio aún no ha borrado de su memoria, evoca la época cuando era muy joven y aprendió a capturar imágenes con una cámara de rollo, utilizando su única mano.
“Yo sentía como si tuviera las dos manos, común y corriente, igual a cualquier fotógrafo”, pero para la gente y, sobre todo para sus colegas, era asombrosa la habilidad con la que cambiaba de rollo y obturaba la cámara.
“Era impresionante ver la rapidez y la destreza con que Libardo Cano hacía su trabajo, que por cierto siempre se distinguió por su gran calidad. Por eso jocosamente se ganó la fama de ser el único ‘mocho’ que tomaba fotos a dos manos”, dice entre risas su entrañable amigo y colega Manuel Pedraza, a quien conoció en Cartagena.
Recuerda que en esa ciudad, cuando Cano era corresponsal de EL HERALDO, durante una visita del presidente venezolano Hugo Chávez, al mandatario le llamó tanto la atención ver al veterano reportero gráfico, que rompió el protocolo y se le acercó para saludarlo y expresarle su admiración.
“Chávez le preguntó que cómo hacía para tomar fotos con una sola mano, él sonrió y le hizo una breve demostración con la cámara. Desde entonces, cada vez que venía a Cartagena lo saludaba y, si no lo veía, preguntaba: ¿dónde está el mocho? (Risas)”.
Entre reinas y deportes. La reconocida periodista Zoraida Noriega, con amplia experiencia en reinados, cuenta que durante muchos años Cano fue su “compañero de batalla” en el Concurso Nacional de la Belleza, en Cartagena, donde se ganó la admiración y el respeto de reporteros de todo el país.
“Era un verdadero fotógrafo, él mismo revelaba sus fotos, todas muy buenas porque tenía un ojo clínico. También era muy responsable, primero era su trabajo y después lo demás. Así no hubiese almorzado, siempre estaba dispuesto a hacer su labor”.
Según Zoraida, Cartagena fue una gran vitrina para que el veterano fotógrafo se distinguiera a nivel nacional. Él opina lo mismo y señala que “me gustaba mucho cubrir el reinado porque en esos días todos los ojos del país estaban puestos sobre Cartagena y eso me llenaba a mí profesionalmente porque me servía para mostrar mi trabajo”.
Durante el cubrimiento de una de las versiones del certamen, la labor de Cano fue exaltada en varios artículos y programas periodísticos de diferentes medios de comunicación, indica Zoraida.
Lo mismo le ocurrió en el Mundial Italia 90, cuando fue enviado especial de EL HERALDO, donde llegó a ocupar el cargo de jefe de fotografía y se pensionó hace unos 20 años. “Ver a mi papá hasta con tres cámaras colgadas en el cuello, cambiando rollos y lentes en los partidos de fútbol, todo con una sola mano, fue algo sensacional en Italia para los periodistas de todo el mundo”, comenta orgullosa su hija Rosa.
Recuerda que su padre también se hizo célebre cuando fue uno de los pocos reporteros gráficos que logró captar imágenes en Panamá de la turbulenta pelea en la cual el colombiano Fidel Bassa retuvo el título mundial ante su adversario Hilario Zapata. “Me tocó esconderme debajo del ring porque el público estaba descontento con el resultado y comenzó a tirar latas y piedras, pero ya la foto estaba lista”, cuenta sonriente.
Lejos de su pasión. Anécdotas como esas ahora son solo vagos recuerdos que rememora con nostalgia y, sobre todo, con mucha tristeza, ya que los quebrantos de salud que viene sufriendo desde hace año y medio lo separaron del oficio al que dedicó gran parte de su vida, y hoy lo tienen tumbado en una cama de la Clínica General del Norte.
Su hija revela que le detectaron una úlcera en la pierna derecha y corre el riesgo de perderla si no responde positivamente a un tratamiento que debe aprobarle su EPS.
“Es muy duro verlo limitado en una cama y posiblemente en una silla de ruedas, es muy difícil porque siempre lo hemos visto como una persona activa que no necesitaba que nadie le hiciera nada”.
Por Víctor Ovalle Gil
victor.ovalle@elheraldo.co


