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A sus 65 años, Manuel Pérez Fruto es el periodista más veterano de Barranquilla que cubre la crónica roja. Se vinculó de lleno al periódico EL HERALDO en 1978 y, tres años más tarde, en 1981, tuvo la misión de enseñarle a Ernesto McCausland, por orden de la jefa de redacción de la época, Olguita Emiliani, aquellos sitios donde se solía recoger 'la información de los muertos', para plasmarla al día siguiente en una de las gigantescas páginas del cuerpo A del periódico.

El Mañe, Gaspito, El Calvo o El Pelado, como es llamado por su gente el comunicador de Santo Tomás (Atlántico), una vez conoció el miércoles sobre el repentino fallecimiento de McCausland, quiso compartir con amigos del pasado y con las nuevas generaciones del oficio, anécdotas de lo que fue guiar por primera vez a un grande, grande en todo el sentido de la palabra, y, como él dice, llevarlo a las distintas morgues para que viera a los muertos que, en tiempos de una vieja Barranquilla, solo eran por pleitos de barrio.

'Yo comencé a hacer crónica judicial con Ernesto desde 1981, un año después de habernos mudado para la nueva sede del periódico. En esa época él hacía manuscritos, escribía a mano las notas y luego se las levantaba a máquina una secretaria. Se pasaba todo el tiempo en la redacción, hasta que un día Olguita salió de su oficina y le gritó: —¡Oye Ernesto, tú no haces nada en el periódico!. Anda y sal con Manuel Pérez, por lo menos pa’ que veas los muertos'.

'Ese día, él me dijo: oye ‘pelado’ de verdad, llévame a ver los muertos'…

El primer trabajo de campo —recuerda Mañe— lo hicieron en el Calancala. En la vieja morgue del Cementerio Central, rústica y con olor a sangre, Ernesto vio sobre un mesón de adoquines blancos a su primer 'muerto-fresquecito': un habitante de la calle que fue embestido por un vehículo de servicio público. Aquel personaje tenía como nombre Antonio Magri y, de acuerdo con la noticia, murió a los 92 años de edad.

McCausland escribió así: Magri, el vagabundo que caminó por más de cincuenta años por las calles de Barranquilla con un saco lleno de papeles viejos al hombro, murió el jueves atropellado por un taxi en la esquina de la carrera 38 con calle 47. De 92 años, oriundo de Barranquilla, Antonio Magri fue sepultado ese mismo día a las 4:30 de la tarde en una tumba de solemnidad del Cementerio Calancala. Su muerte se produjo a las diez y quince de la mañana, tres horas después de haber sido golpeado por un taxi sin frenos a pocos metros del sardinel donde vivía, entre periódicos viejos, pedazos de tela y latas vacías. Magri no tenía familiares, o si los tenía nunca se les conoció.

'No fue una noticia como las que yo escribía, hizo un trabajo al estilo crónica. Con el tiempo, yo hacía las noticias y él hacía los seguimientos de estilo crónica. Así cubría los hechos de manera especial. En esa época aparecieron casos como el de las hermanas Kaled. En la muerte de Rafael Orozco, él me designó a mí para que le trajera los datos y él hacía los trabajos. Fue un momento bastante bueno porque se destacó en la redacción rápidamente'.

Los dólares. Para Mañe, trabajar al lado de Ernesto y de otros periodistas que conformaban el equipo de EL HERALDO por aquellos años (Marco Schwartz, Pedro Lara y Mauricio Vargas, entre otros) fue y seguirá siendo una hermosa experiencia, pues cada día traía sus afanes pero también había espacio suficiente para las ‘mamaderas de gallo’.

Precisamente, Ernesto y estos tres personajes —evoca el tomasino—, le jugaron una broma 'pesada' que, para él, aún sigue siendo la mejor anécdota de su vida.

Una mañana en la sala de redacción, Ernesto llamó a Manuel y le comentó sobre un aviso que salió en el periódico: —Erda Pelado, unas personas están buscando el hombre más feo de Barranquilla, de seguro que tú ganas…

En realidad se trataba de un grupo de productoras de cine que buscaban actores de reparto para la película La Misión (1986), largometraje en el que los protagonistas eran nada más y nada menos que Robert De Niro, Jeremy Irons y Liam Neeson.

'Ernesto fue uno de los que me llevó al Hotel El Prado cuando empezaron a hacer el casting para La Misión. Me llevó en son de burla por mi cara, y resulta que me escogieron entre 50 personas para hacer de indígena, en la película. Una inglesa me llamó para hacer la selección, ellos estaban muertos de la risa y resulta que salí escogido. Así llegaron donde Olguita, le contaron y ella dijo: bueno, además de recoger muertos, ahora también será actor de cine… Por esa broma, me gané la bobadita de 1.300 dólares, viajé a las Cataratas de Iguazú (entre Argentina y Brasil), y además me mató Robert De Niro. Aquí nadie ha tenido la oportunidad de que lo mate Robert De Niro en una película', cuenta Manuel entre risas, no sin antes decir que con la plata arregló su casa, compró un Betamax y le trajo regalos a Ernesto y a los otros chanceros.

Con el paso del tiempo, Manuel siguió con su trabajo de calle, no con EL HERALDO, pues de allí salió el 30 de diciembre de 1995. En esa fecha, Ernesto ya vivía en Bogotá y se desempeñaba como presentador del noticiero QAP.

El miércoles, Mañe estuvo presente en el cementerio, esta vez acompañando a Ernesto en sus primeros pasos hacia la eternidad.

Por Kenji Doku