Compartir:

Por la ribera se ven arbustos y cocoteros / y los negros pescadores en canoas vienen ya...

La canción es popular tanto en Colombia como en Venezuela, en especial cada septiembre cuando en ambos países comienza la ventolera en la radio de programar antológicas canciones típicas de esta época decembrina. Desde cuando esas viejas piezas adentradas en el corazón de la cultura popular comienzan a sonar, un hombre viejo y cansado, de barba poblada y desteñida, que yace postrado en una cama, se sume en un mutismo misterioso.

La Navidad le hace mal a ese señor en extremo delgado y ausente, martirizado por la demencia senil y el alzhéimer, y que pareciera escapado de algún rincón de Macondo: el maestro Adolfo Echeverría Comas, compositor de un puñado de canciones de incalculable valor para la cultura popular colombiana.

Ese hombre acosado por el brillo de un pasado glorioso se encuentra hoy cautivo por las trampas de su mente y el acoso de la Navidad en un pequeño apartamento en el barrio Los Andes.

Quién no ha tarareado y bailado Las Cuatro fiestas, Fantasía Nocturna, Amaneciendo, La Inmaculada, Gloria Peña, por mencionar algunas de las composiciones que pusieron a mover el esqueleto a la generación de final de los 60 y que desde entonces se quedaron para no irse jamás.

Rema, rema que va llegando Juan/ rema, rema que va llegando ya…

Este cantautor, quizás el absoluto monarca de nuestro más raizal ‘chucuchucu’ y el directo responsable de largos bailatones, entre aguardiente, hayacas, pasteles y maratónicas jornadas brillando hebilla hasta que saliera el sol, está apagado ahora.

Porque al maestro Echeverría le han prometido casa cada diciembre durante las últimos décadas de su vida y no le han cumplido. La que más sufre es la última de sus hijas, que convive con él y sufre tanto su drama como el hecho de que a ella también le han prometido estudios y empleo.

Su mujer se llama Anastasia Arrieta, y es la mujer que continúa a su lado pese a todo. Porque las adversidades no han sido pocas desde que el maestro cayó en depresión hace más de 20 años. Dice que le han prometido 'la luna, el cielo y las estrellas todos los mandatarios de turno, sin que hasta ahora nada de eso se haya concretado'.

Qué linda la fiesta es en un 8 de diciembre/ al sonar del traquitraqui qué sabroso amanecer... 

En Colombia, un diciembre sin sus canciones es casi imposible de concebir ya que su música se ha instalado en la memoria colectiva de todo un pueblo.

'Desde diciembre del año pasado no quiso volver a caminar, ni salir de su cuarto. Creo que no quiere vivir más, incluso me ha pedido que lo mate, imagínese. Es muy duro verlo así. No quiere comer ni nada, nosotras tenemos que bañarlo, cambiarlo y motilarlo. A veces, cuando suenan sus canciones en la radio como que vuelve y recuerda y se le salen las lágrimas escuchando el radiecito', cuenta Anastasia

Según Arrieta, el maestro fue uno de los fundadores de Sayco, y ahora reciben una bonificación trimestral de dineros de regalías que no son muchos.

'Pueden ser un millón o 600 mil pesos, y a veces me dicen que no generaron regalías. Ellos le pagan la salud, pero yo les vivo pidiendo que me hagan un préstamo por regalías adelantadas para comprar la casita, pero nada, ni nos paran bolas. Acimpro nos entrega una bonificación de 300 mil pesos mensuales que ayuda, y nos colabora con una ambulancia disponible para él las 24 horas' afirma.

Inmaculada virgen bendita/ aquí te traigo esta oración/ dale el consuelo que solicita este hijo bueno de corazón...

'Del apartamento en el barrio Boston salimos casi que lanzados porque quedamos debiendo casi $2 millones. Aquí en Los Andes ya vamos caídos dos meses. Menos mal que mi hijo a veces nos ayuda y que yo tengo una ‘chambita’ en el restaurante Velero Sun Beach, pero ahora nuestra última esperanza es el gobernador Segebre que nos prometió una casita desde el año pasado. Hace cuatro días hablamos por teléfono y me dijo que en enero ya nos tenía la casa'. asegura.

La ironía es que mientras hoy en miles de hogares colombianos celebran la fiesta de las velitas con las inolvidables canciones de Echeverría, este hombre viejo y derrotado estará postrado en una cama pegado a un pequeño radio y a lo mejor, si su mente se lo permite, escuchará sus propios versos como el cielo se ilumina con esplendor, la pólvora se quema con gran fulgor, mientras de sus mejillas se deslizarán unas perlas de sal como prueba de su honda tristeza, como cuenta su mujer.