Compartir:

En vida, Ernesto McCausland, exeditor general de EL HERALDO, no desaprovechó un instante para captar con su cámara las vivencias y memorias de los grandes personajes que hicieron historia en la Costa Caribe y el país.

Uno de sus videos está dedicado al sentir del recién fallecido Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, sobre su Caribe natal y vital. La entrevista, que al cierre de esta edición contaba con 32,854 reproducciones en Youtube, se llevó a cabo en Cartagena, en el año 1994.

Lea su reproducción:

Sobre el Caribe...

G Te voy a decir qué es lo que más me gusta de la Costa. No te lo digo, te lo explico. Yo vuelo de París a Cartagena, o de Madrid a Cartagena, por ejemplo, o a Barranquilla. En el momento en que desembarco aquí, yo noto que todo en el cuerpo y en la mente se me reajusta, y se identifica perfectamente con toda la realidad ecológica que tengo alrededor. Yo llegué a la conclusión que uno es de su medio ecológico y que es peligrosísimo y gravísimo salir de él. Entonces a mí me sucede solamente, francamente no en la Costa, sino en el Caribe, en cualquier lugar del Caribe. A mí me sueltan vendado, y yo sé que estoy en el Caribe porque el organismo me está funcionando de una manera que no me funciona en ninguna otra parte y la mente, todo. Es un reajuste que se debe a una identificación total del cuerpo y de la mente con el medio.

E ¿Y no pasa lo contrario cuando estás allá?, ¿se te producen reacciones orgánicas?

G Ah sí, claro, eso es un desastre. Duermo mal, la memoria me falla, las asociaciones las hago de otra manera, pero siempre ha sido así, lo que pasa es que ahora es que he tomado plena conciencia de ello. Cuando yo estaba escribiendo El otoño del patriarca, de pronto tuve un frenazo en algún momento y fue un bloqueo, no sabía cómo seguir. Entonces ingenuamente pensé que era que se me estaban olvidando las cosas. El modo de ser de la gente, el color de la luz, y corté eso e hice un viaje por todas las islas del Caribe, uno tras otro, uno tras otro. Fue un viaje de un mes, un viaje en el cual no hice nada, no vi a nadie, no hice nada especial, sino me tiraba en la playa, veía a la gente, hablaba con la gente. Tenía la ventaja en ese momento primero me conocían menos, y después es una zona donde seguramente me conocen menos, todavía ahora. Yo iba con Mercedes, y Mercedes me decía bueno pero qué fue lo que viniste a buscar, no has tomado apuntes. Regresé y me solté hasta el final, y me di cuenta que no era que se me estaba olvidando nada, era que se me había acabado la gasolina de mi cultura básica. Lo único que hice fue vivir ahí. Después releyendo el libro y releyendo los originales, yo encontraba que había pequeños detalles, una muchacha que de pronto miró así cuando pasó, y tenía una pañoleta amarilla y tenía unos ojos azules, pero fue una ráfaga así. Todas esas cosas me parecía a mí, que era lo que debía. No, lo que necesitaba era tener otra vez ese ambiente metido dentro para seguir escribiendo, porque todo lo demás yo lo sabía de antemano. Me faltaba la gasolina para levantar el vuelo. Esa experiencia no la he olvidado. Entonces inclusive podría decirte no me gusta nada, todo me choca, todo me molesta. Pero no puedo estar sino ahí. Eso te tocó, como te tocó la mamá.

La ausencia...

G Cualquiera que haya leído cualquiera de mis libros se da cuenta que yo no me he ido. O si me he ido no he logrado cortarme el cordón umbilical. Es que yo no me he ido nunca. Otra cosa es que viva en otra parte, pero uno se va cuando se desarraiga, y yo hubiera querido, la verdad es que no he podido. Pero no solo no he podido desarraigarme del Caribe. No es digamos del país, del Caribe mismo. Lo que pasa es que yo hace tiempo dejé de preocuparme por eso, porque hubo una época en que se consideraba una traición no vivir en Colombia, y yo tenía siempre una respuesta: en cualquier lugar del mundo donde esté yo estoy escribiendo una novela colombiana, porque además soy tan refractario que tengo la impresión de que todos los viajes y los lugares en que he estado no han influido para cambiarme para nada, yo soy tan crudo como cuando estaba en Aracataca. Otro problema es un proceso de culturización que es elemental y que se enriquece por supuesto con los viajes y con el conocimiento de otros mundos y de otras personas. Pero los elementos básicos de las cosas que yo escribo los tenía a los 10 o 12 años en la Costa, y la influencia del vallenato no hay ninguna duda, toda la influencia de la cultura popular Caribe la tengo yo desde mis primeros años. Yo creo inclusive que es al revés, es la escuela y la universidad las que tienden a tergiversar y a desvalorizar, a devaluar, esos signos de la cultura popular.

E ¿No sientes a veces un impulso de irte para los pueblos, de volver a los pueblos?

G De hecho lo hago, lo que pasa es que ahora hay un inconveniente práctico que es que no puedo ver nada, porque llego e inmediatamente me encierran, me rodean. Es decir, los pueblos ya no son iguales cuando yo llego. Me los cambia la gente, los amigos, los que están alrededor. Hombre, qué más quisiera yo, pero no es posible, eso me sucede hasta con las ciudades, no solo con los pueblos.

Ernesto McCausland junto al Nobel de literatura, Gabriel García Márquez, en Cartagena.

La fama...

G Tengo la ventaja de que me conocen pero no me paran bolas. Yo dije en Barranquilla una vez cuando llegué hace unos 15 años, dije lo que pasa es que aquí en la Costa no hay prestigio que dure 24 horas. Yo salgo a la calle y todos es Quiubo Gabo. Nadie se acerca a molestar pa’ nada, ni a pedir empleo, ni autógrafos, ni a decirme si leyeron o no leyeron el libro. Nada. Eso es estupendo. Hay dos lugares que son así estupendos, México, porque es una ciudad tan grande y tan compleja que ya no se sabe si estoy o si no estoy. Entonces cuando voy a escribir me llevo mis maletas para México, me encierro allá y escribo tranquilamente. Además allá tengo mi biblioteca de trabajo, y luego la Costa, donde no me ponen ni cinco de bolas. Me saludan, me dicen y tal, pero nadie se detiene a soltarme la filosofía.

Lo narrativo...

G El gran talento del Caribe y creo que es insuperable en el mundo es narrativo, es cómo te cuentan un cuento, cómo saben contar un cuento. Aquí todo te lo vuelven cuento.

E ¿Eso tú lo ves a diario con la gente que hablas?

G Sí, pero además te hacen reflexiones, así filosóficas pero derivadas siempre de un acontecimiento que te lo cuentan tal como es. Es un talento narrativo, afortunado además y cuando uno tiene la suerte de captarlo a tiempo y convertirse en una especie de vocero de eso, o de paradigma, es una maravilla. En ninguna otra parte yo hubiera podido escribir lo que he escrito. Esto es robado de la vida real.

E Entonces no es que haya más historias que en cualquier otra parte, o que las historias sean más o menos fantásticas?

G No. Lo que pasa es que la gente las sabe ver como son y las sabe contar. Yo creo que esto sucede en cualquier parte, más o menos, pero la gente no te lo sabe narrar. Además, hay formaciones culturales que están viendo las cosas y no las pueden aceptar, y no las repiten, porque no pueden creer que eso suceda porque les han enseñado que eso no puede suceder. Y ven una alfombra, una estera que sale volando por ahí y te encuentras aquí con un cardesiano y te dice que no, que quién sabe qué será, porque se sabe que eso no vuela, y en cambio aquí te cuentan cómo está volando. Te dicen ¿qué pasó? No, que se fue en una alfombra. Pero, ¿cómo que se fue en una estera? No sí, se fue volando. Ok, ya está. Y tú sabes que es verdad, tú no lo discutes, los turistas lo discuten y tratan de tomar fotografías de la estera de nosotros. Una estera volando.

El vallenato...

G Todo género tiene su edad. Es decir la novela de hoy, no es la misma novela de hace un siglo, ni la de hace dos ni la de hace tres. Lo mismo ocurre con el vallenato, lo mismo ocurre con el bolero, lo mismo ocurre en todo. Si nos ponemos a hacer historia del vallenato, su origen es estrictamente narrativo. Eran los juglares que iban de pueblo en pueblo cantando un acontecimiento. Ahora, eso ha evolucionado. Ha evolucionado por la misma evolución del país. Que ahora sea romántico, y que ahora esté pisándole los terrenos al bolero, que ha sido el emperador del romanticismo en la música Caribe durante años, a mí me parece que es una consecuencia de los tiempos. De manera que es tan aceptable el vallenato romántico hoy, como era aceptable cuando era narrativo y como será después, que no se sabe cómo será. Por supuesto hay una gran influencia comercial en el vallenato actual, y aún en ese vallenato romántico da la impresión que puede ser también por una influencia comercial, pero esa es la realidad. Ahora, con el paso de los años ya habrá manera de filtrar todo aquello y saber qué quedó realmente. Pero yo creo que el vallenato de hoy, este vallenato romántico y bastante comercializado, es tan legítimo como el de los juglares.

E ¿A ti hay alguno que te guste, de los nuevos?

G Sí, no podría citarlos ahora en este momento, porque son tantos además que ya ni siquiera conozco los nombres y los autores. A mí lo que me preocupa, y mi respuesta tiene mucho que ver con esa preocupación, es la tendencia que hay hoy de academizar el vallenato. De hacer la academia del vallenato, pa decir cuál es legítimo, cual si es y cual no es. Eso es lo que le critico yo a la Academia de la Lengua, que tiene preso el idioma, es una academia de policía que agarra las palabras y las pone presas, y las que no están ahí adentro esas no se pueden usar. No podemos hacer lo mismo con el vallenato. El lenguaje lo hace la vida, lo hace la calle, y el vallenato lo está haciendo la gente. Por ejemplo, cuando yo conocí el vallenato era verdaderamente un sacrilegio bailar el vallenato. La parranda vallenata, tú lo sabes, es en un sitio alrededor de los cantantes, tomen mucho trago, están días, años, mientras está el sancocho, pero es para oír. No se baila. Ahora se empezó a bailar, qué le vamos a hacer. Por lo menos que aprendan a bailarlo bien.

E Pero lo bailan sabroso...

G Además se baila muy sabroso. Yo siempre he sufrido mucho por no bailar el vallenato. Ahora, en parranda vallenata yo no bailo el vallenato. Ahora, en una fiesta aquí o en Bogotá con los conjuntos electrónicos y todas estas cosas, es una evolución del vallenato que se vuelve vallenato bailable. Lo mismo sucede con el ballet, cosas que no se bailaban, y ahora se bailan. Esa es la vida. El día que eso no sucede, se acabó, se salió de la vida. Y salirse de la vida, por lo menos hace cinco minutos, se llamaba la muerte.