Las consecuencias por el descenso de los niveles del río Magdalena, la principal arteria fluvial del país, y de otras cuencas hidrográficas de la Región Caribe, se vienen manifestando, sobre todo, a los residentes de los municipios que bordean los caudales.
Desde 1967, el Laboratorio de Ensayos Hidráulicos de Las Flores (de Cormagdalena), operado actualmente por la Universidad del Norte a través de su Instituto de Estudios Hidráulicos y Ambientales (Ideha), elabora la medición diaria de los niveles de esta arteria fluvial en dos puntos, la estación Calamar y la estación de El Banco, Magdalena.
En el último trimestre, de acuerdo con registros de este organismo, el nivel del río Magdalena a la altura del corregimiento de Calamar, entre los departamentos de Bolívar y Atlántico, ha descendido dos metros, de tal manera que el nivel del río hoy es de 3.5 metros sobre el nivel del mar. Para el mismo trimestre de 2013, el río pasó de 5 a 6 metros entre mayo y junio, y volvió a descender a 5 metros en julio.
A la altura de El Banco, Magdalena, el nivel del río ha bajado tres metros entre mayo y julio, situación que contrasta con la misma época del 2010, cuando el nivel del río estaba casi cuatro metros por encima del actual.
La afectación es drástica para los habitantes de muchas de las zonas ribereñas. En Santa Lucía (Atlántico), por ejemplo, un municipio donde las principales fuentes de trabajo son la pesca y la agricultura, los pescadores manifiestan encontrarse en crítica situación, teniendo en cuenta la amenaza que representa la disminución del caudal del Magdalena.
Guillermo Ortiz, de 54 años, dedicado a este oficio desde los 18, explicó que de 300 peces diarios en promedio que atrapan en condiciones normales, actualmente llegan a los 50 peces 'en un día bueno'.
Así mismo, el agua no alcanza a llegar a los distritos de riego construidos en cercanías al Canal del Dique, por lo que los moradores de las zonas deben llegar hasta la vertiente fluvial para abastecerse del preciado líquido.
Ríos Piedras y Manzanares están secos. El descenso de los caudales de los ríos Piedras y Manzanares, que abastecen el acueducto de Santa Marta tiene padeciendo a los samarios por falta de agua. La crisis es tal que la Alcaldía y Metroagua (la operadora del servicio) han optado por distribuir el líquido en carros cisternas.
En situaciones normales, el río Piedras lleva en su caudal 1000 litros, pero hoy solo son 120 litros; mientras que el Manzanares lo hacía con 1.300 litros y actualmente está en cero.
En época de lluvias, la planta de tratamiento de agua potable de Mamatoco suministra 800 litros por segundo de agua, pero en la actualidad solo alcanza a operar con 160 litros por segundo, lo que obliga a una distribución racionada.
Situación en Bolívar. Erick Piña, director de la Unidad de Atención del Riesgo de Desastres de la Gobernación de Bolívar, aseguró que los municipios que han reportado mayor desabastecimiento de agua son Clemencia y Córdoba, Tetón, alimentados por el río Magdalena, donde varios corregimientos han tenido que ser atendidos con carrotanques para suministrar el líquido a estos poblados que, aunque cuentan con pozos, se han ido secando por el intenso verano.
En cuanto al sur de Bolívar, la situación más crítica es la de Achí. Otros poblados, bañados por los ríos Cauca y San Jorge no han tenido problemas por cuanto las lluvias en el interior del país han alimentado sus vertientes.
Caudales bajos en el Ranchería. El río Ranchería, principal fuente de agua del departamento de La Guajira, tiene un caudal promedio anual de 78 metros cúbicos por segundo, y el cauce del río Tapias del cual se abastece Riohacha, tiene una longitud de 100 kilómetros aproximadamente, lo que representa un 5% del área total del departamento.
Los dos se encuentran en estos momento en un 20%, según han informado las autoridades ambientales. Pero además los ríos de la Majayura y Carraipía en Maicao se encuentran casi secos, lo que agrava la situación de abastecimiento en esta población.
Según Corpoguajira, la situación no se debe solo al fenómeno de El Niño, sino también es la tala indiscriminada de los bosques y el tráfico ilegal de madera que está acabando con las fuentes de abastecimiento.
Disminuye Caudal del Guatapurí. La Corporación Autónoma Regional del Cesar, Corpocesar, en un informe señaló que el río Guatapurí, el principal afluente del norte de este departamento y que surte de agua al acueducto de Valledupar, en las últimas dos décadas bajó su caudal en un 60%, al pasar de 11.000 litros por segundo a 4.800, gran parte de esto, además del cambio climático, por causa de las desviaciones que realizan agricultores en la cuenca alta y media para regar sus cultivos.
Al sur del Cesar, la quebrada Buturama, en Aguachica, es otra de las fuentes de aguas afectadas, la cual está prácticamente seca, por lo que ya se presenta desabastecimiento para los 100.000 habitantes de este municipio, teniendo en cuenta que ella surte el acueducto local.
Dramático descenso del San Jorge. El gremio de pescadores del municipio de San Marcos alertó ayer sobre un significativo descenso de los niveles del río San Jorge lo que, según ellos, es una mala señal para desarrollar su actividad.
Dairo López, miembro de la Asociación de Pescadores de San Marcos, aseguró que la sequía ha calentado las aguas del caño Caimán y la falta de oxígeno ha matado centenares de peces.
'Es preocupante la situación. El pez desaparece y la pesca no es productiva. Estamos construyendo represas para el cultivo de bocachicos, cachamas y otras especies', explicó López.
En la Mojana, zona que es bañada por caños y ríos, hay preocupación entre sus pobladores que devengan su sustento en un alto porcentaje de estos afluentes por la actividad pesquera.
Se mantienen los niveles en el San Jorge y el Sinú. La situación en la mayoría del zonas de la Región contrasta con el departamento de Córdoba. Allí, los ríos San Jorge y Sinú no presentan ningún riesgo de sequía o por lo menos de bajar al máximo sus niveles, según lo coinciden el director de la defensa Civil, Mayor (r) Raúl Gómez Patiño y el director de la Unidad de Gestión del Riesgo, Jairo Romero.
El San Jorge se mantiene el nivel a medio caudal, según reporte de Romero, mientras que con el Sinú existe menos riesgo de desabastecimiento o baja de la cota, debido a que es monitoreado y alimentado por la hidroeléctrica Urrá, a través de cuatro turbinas que salen de la sala de máquinas donde se genera la energía, en Tierralta.