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A las 3:29 de la tarde del pasado miércoles, el director de la Policía, general Rodolfo Palomino, estaba en su oficina reunido con un funcionario de EEUU. Hablaban sobre diferentes temas cuando una llamada a su celular interrumpió la reunión: 'Misión cumplida, mi general', le dijo un oficial de la institución desde Boa Vista, Brasil. Esta era la noticia más esperada de los últimos tiempos en la institución armada por lo que Palomino sonrió y de inmediato transmitió el mensaje al presidente Juan Manuel Santos y al ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón.

Habían terminado una prolongada y peligrosa operación que desarrollaron con dos policías guajiros que infiltraron la temida organización del contrabandista y narcotraficante Marcos Figueroa, alias Marquitos. Esa arriesgada labor, que les hubiera costado la vida a los dos uniformados de haber sido descubiertos, les permitió a los agentes no solo descubrir la ruta para llegar a él, que fue rastreado satelitalmente, sino que, además, lograron identificar a los cabecillas de la banda, se enteraron de crímenes cometidos en los últimos meses y se percataron de que quien era el hombre más buscado en el país en los últimos tiempos tiene negocios legales como estaciones de gasolina en Valledupar y fincas ganaderas en Colombia y Venezuela.

Fuentes de la inteligencia policial que participaron en su búsqueda y captura le contaron a EL HERALDO que a finales de octubre de 2013 intentaron penetrar la poderosa bacrim, pero no lo consiguieron. En ese entonces la Fiscalía expidió una orden de captura contra Marquitos por los delitos de homicidio agravado, porte ilegal de armas y concierto para delinquir, lo que incrementó la presión policial en La Guajira –además de las crecientes críticas por su libre movilización pese a su peligrosidad– y no le dejó otra opción que refugiarse en Venezuela. A principios de octubre habían apresado al exgobernador Juan Francisco ‘Kiko’ Gómez, señalado por las autoridades de ser su aliado político y criminal en la región.

Tras pacientes intentos de ganarse la confianza de los miembros de la banda, los dos policías lograron, finalmente, en marzo de 2014 penetrar su red de contrabando de gasolina. Entraron a trabajar como guardias de seguridad de los patios donde acopian el combustible ilegal que llega de Venezuela, en el corregimiento de San Pedro, en Barrancas, La Guajira, y en el caserío de Montelara, en Maicao, fronterizo con el estado Zulia.

Diariamente, decenas de camiones cargados con miles de galones de gasolina atraviesan las trochas abiertas por los mismos integrantes de la banda en lo que es un negocio millonario: un galón vale en Colombia cien veces más de lo que cuesta en Venezuela. De acuerdo con cifras de la DIAN, de finales de 2013, este contrabando mueve más de $15 billones al año y le quita al Estado más de $600 mil millones en impuestos anuales.

Los infiltrados constataron también que la bacrim de Marquitos tiene nexos con la guerrilla de las Farc, en especial el frente 59 que opera en La Guajira, pues las rutas en San Pedro son vigiladas por los subversivos. 'Por ahí no pasa nadie sin autorización de las Farc', destacó una de las fuentes.

Dentro de la red, los dos uniformados, siempre monitoreados por la Dirección de Inteligencia de la Policía, DIPOL, identificaron asimismo a las mujeres de Marquitos, 8 en Colombia, incluyendo la única con la que se casó.

Por eso el siguiente paso fue solicitar las autorizaciones judiciales para interceptarles los teléfonos a ellas y a varios miembros de la banda. En una de estas interceptaciones se dieron cuenta de que el capo había estado hasta enero de 2014 en Venezuela, donde tenía otras cuatro amantes: una en Maracaibo, otra en la frontera de Montelara, una en Valencia y la última en Caracas. Sin embargo, Figueroa, padre de 25 hijos que tienen desde los 10 meses hasta los 30 años de edad, no se refugió donde ninguna de ellas sino que seguía escondido en otras ciudades, solamente frecuentado por su sobrino Milton Figueroa, alias Norte.

La foto de la amante

En medio de la labor diaria del contrabando y las relaciones con personas allegadas a Marquitos, uno de los agentes encubierto se volvió muy cercano a alias Fidelito, uno de los correos humanos del buscado criminal. Fidelito era el encargado de llevar mensajes y dinero y de frecuentar a la mamá de Marquitos en Fonseca, La Guajira, para que no le faltara nada y darle recados de su hijo.

Al ganarse su confianza, Fidelito le encargó al agente infiltrado una misión que le vino como anillo al dedo: ser el chofer de una de las mujeres de Marquitos, una wayuu de 25 años que vive en Valledupar, con quien el capo tiene un hijo de 9 años. Durante varios meses, el investigador la transportó por diferentes sitios y entabló con ella largas conversaciones en los trayectos a La Guajira. Esto le permitió ganarse su amistad, lo que en el fondo fue el comienzo para que las autoridades trazaran el camino para llegar al exparamilitar fugitivo.

Se hicieron tan amigos que hace mes y medio la mujer se fue a un spa en Valledupar, a hacerse unos masajes. No quería que nadie la molestara, ni por teléfono. De manera que le dejó los dos celulares a su chofer, quien por supuesto de inmediato obtuvo toda la información posible de los aparatos.

En la revisión halló una prueba clave que le confirmó que su jefa conversaba, de alguna manera con el capo: una foto reciente de Marquitos en la que este aparecía menos delgado que en las últimas fotos que tenían registradas en la Policía. El cabecilla de la bacrim vestía un saco azul y un jean. Estaba en el balcón de una casa.

Atentado y huida de Venezuela

Lo que han establecido los investigadores es que por la persecución en La Guajira y ciudades como Valledupar, Santa Marta e incluso Barranquilla, Marquitos se marchó, al parecer desde octubre, al estado Zulia, región que conocía muy bien por sus andanzas como narcotraficante y contrabandista y su relación con miembros de la Guardia Venezolana. Allí tenía algo de tranquilidad. Siempre lo acompañaban alias Norte y un hombre conocido como La Perra, su conductor. Pero, en noviembre de 2013 este fue asesinado en un atentado perpetrado en una estación de gasolina en Maracaibo.

Según la Policía, en realidad la acción criminal iba dirigida contra el jefe mafioso. Los autores del ataque, en el que fueron usados fusiles para disparar contra la camioneta en la que creían que iba Figueroa, fueron Los Chorrerianos, la primera banda delincuencial en la que militó Marquitos entre 1998 y 2001, y de la que salió enemistado porque se apoderó del tráfico drogas. Tras el atentado el capo decidió que tenía que irse de Venezuela, pero a un país cercano para continuar con el control que mantuvo por años: en La Guajira no se movía un dedo sin autorización de Figueroa.

Por eso, envió una avanzada a Brasil. A los alias Bobo y Gato les encomendó conseguir un lugar lo más cercano a Venezuela, donde él pudiese permanecer al frente de los negocios. Así llegaron a Boa Vista, estado amazónico fronterizo de Roraima, Brasil.

Muy rápidamente el narcotraficante decidió viajar a esa ciudad y en enero, tras un trayecto de dos días por tierra desde territorio venezolano, se instaló en la casa que le habían conseguido sus hombres en Boa Vista. La vivienda está en una esquina y cuenta con buena ventilación, aspecto importante en esta ciudad de altas temperaturas. Tiene seis habitaciones, una enorme sala, una cocina de lujo y un gran cuarto principal.

Los vehículos que el peligroso narcotraficante y contrabandista tenía en Brasil.

La negra, La Patrona

Desde territorio brasilero Figueroa ordenaba darles a cada una de sus mujeres una manutención mensual de 3 millones 500 mil pesos, para ellas y sus hijos. Incluso, si alguna le pedía algo más de dinero él lo hacía y hasta enviaba una suma mayor a la solicitada. Casi todas ellas se conocen y mantienen un trato, como lo escucharon en decenas de veces los investigadores en las interceptaciones telefónicas.

Una de sus amantes era la que recibía el dinero y lo repartía a la demás. Se trata de La Negra, una cuarentona de belleza notable y de carácter altivo. 'Una mujer ‘pinchada’ (bonita)', como la calificó uno de los agentes de la DIPOL.

La Negra hablaba por teléfono con todas las demás, incluida la exesposa, y los hijos de las otras iban frecuentemente a su casa a buscar dinero. Pese a la cordialidad aparente, los investigadores se percataron de que, por momentos, la llamativa mujer hablaba mal de otras de ellas y hasta resentía de que a algunos de los hijos les mandaran más dinero con mayor frecuencia que a otros.

Seguimiento por satélite

Luego de casi ocho meses de estar infiltrados en la organización criminal, la Policía se encontró con que no avanzaban en la captura de Marquitos, su objetivo número uno, como lo exigía el general Rodolfo Palomino.

'Este criminal, hábil y peligroso, comenzó a usar la estrategia de las Farc, luego de los bombardeos en los que fueron dados de baja Raúl Reyes y el Mono Jojoy: Marquitos solo usaba correos humanos para sus comunicaciones', explicó una alta fuente de la institución armada. Y destacó que 'por eso sabíamos cosas de su entorno familiar, de los otros criminales de su organización, pero de él casi nada como tal'.

Eso fue hasta hace 15 días cuando llegó la oportunidad que estaban esperando. La wayuu de Valledupar emprendió un viaje por carretera con su acostumbrado chofer, el policía infiltrado. La mujer se fue hasta Maracaibo donde cada tres días cambiaba de hotel para evitar controles, pero la táctica de nada le valió. La Policía Nacional, con la colaboración de las autoridades de Venezuela, la mantuvo ubicada y le hacían un seguimiento sin pestañear.

Pocos días después llegó a Maracaibo Milton Figueroa y la recogió para llevarla a Boa Vista. Los dos emprendieron viaje en un vehículo de gama media que solía usar el sobrino del capo. 'Este automóvil fue rastreado satelitalmente por la Policía y le hicimos un seguimiento más discreto de manera física; los retenes del país vecino estaban avisados de la trayectoria que llevaba', explicó una de las fuentes consultadas.

De esa manera, en las pantallas computarizadas del organismo policial apareció durante dos días de camino el movimiento del auto, metro a metro, calle a calle. Los investigadores sabían que estaban cerca del gran capo guajiro, pues alias Norte era el último eslabón para llegar a él.

Al cruzar el automóvil la frontera brasilera las autoridades colombianas pidieron colaboración a ese país. Hasta allá se desplazaron otros 4 uniformados de la Policía, coordinados por un general. Estos conformaron un grupo de trabajo con 8 integrantes de la Policía Federal del Brasil.

Lo primero que hicieron fue ubicar el carro, de placas venezolanas, en el que viajaron Norte y la wayuu. Las labores de inteligencia y los seguimientos le permitieron al equipo binacional policiaco organizar el golpe final: la tarde del pasado miércoles llegaron a la casona. Los uniformados tocaron la puerta. Nadie abrió. Pocos segundos después forzaron la entrada y sorprendieron a Milton Figueroa. Tras someterlo, se adentraron en la espaciosa vivienda donde Marquitos no pudo esconderse y se tiró al piso. Con una cédula venezolana quiso hacerse pasar como Alexis Cordero Domínguez, pero minutos después, al ver que estaba plenamente identificado, dio su verdadera identidad. Con la cabeza gacha, como lo muestra un video, entendió que todo había terminado para él.

Tras el exitoso operativo, los dos policías guajiros infiltrados, pieza clave para la captura del criminal más temido y escurridizo de la historia reciente del país, fueron sacados del país con sus familias y en las bases de datos borraron toda su información. Como si nunca hubieran existido.

Los integrantes de la bacrim

Con la información recibida, la DIPOL identificó a los lugartenientes de la organización criminal: alias Pirín, el cabecilla financiero; alias Balacho, el encargado de la operación de contrabando de combustible, y alias La Penca, jefe de sicarios. Sobre este último, los infiltrados conocieron que fue quien dio la orden de asesinar hace 20 días a Moisés Freyle Mengual, exconcejal de Manaure, La Guajira, y hermano de la actual alcaldesa de ese Municipio.

El crimen se produjo porque el dirigente conservador, supuestamente, 'no pagó extorsiones a la organización'. En este episodio hubo dos extrañas circunstancias: un daño en las cámaras de seguridad en la casa del político asesinado justo en el momento del crimen y la ausencia del escolta contratado por la Unidad Nacional de Protección, a través de la Unión Temporal Siglo XXI.

La Penca es el reemplazo del supuesto exjefe de sicarios de Marquitos, Armando Gnecco, alias Mandarino, capturado en agosto pasado y quien habría estado comprando funcionarios judiciales que están al frente de la pesquisa contra el cantante vallenato, Jorge Oñate, por el homicidio de su primo Efraín Ovalle en 2012, revelaron las fuentes policiales.

Los negocios legales

La operación de envío de dinero y mensajes de Marquitos funcionaba así: toda la plata recaudada por las actividades legales e ilegales de la bacrim, la recibía alias Pirín, quien se comunicaba con Fidelito –el correo humano en La Guajira–. A su vez este contactaba a alias Tyson –correo humano en Venezuela–, quien se veía con Milton Figueroa y este finalmente llegaba directamente al máximo jefe de la banda.

El dinero ilegal venía del tráfico de combustible, de las extorsiones y de los impuestos de gramaje de la droga que pasa el clan Úsuga por las trochas del contrabando. La organización de Marquitos cobra desde 100 mil pesos a un comerciante y hasta 15 millones de pesos a un gran ganadero del Cesar. El dinero legal, según contó la fuente de inteligencia a EL HERALDO, sale de fincas ganaderas en poder de testaferros en Colombia y Venezuela y de estaciones de combustible autorizadas en Valledupar, que ya están bajo pesquisa de las autoridades.