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Entre los 63.318 metros cuadrados de monte y basura que hay en el Jardín Botánico viven al menos 60 de los cerca de 73.000 gatos y perros callejeros en Barranquilla. Algunos vecinos dicen que se trata de una invasión, pero según Edilma Jiménez, la samaria de 58 años que los alimenta y protege, la proliferación es por la falta de control ambiental.

Habitantes del barrio La Victoria como Adolfo Muñoz coinciden con Jiménez. Dicen que hay gente que les paga a los carretilleros para que los lleven dentro de cajas de cartón y los abandonen en el Jardín y que desde hace más de tres años el sector se ha convertido en un 'botadero express de gatos'. Muchos han sobrevivido y hoy hacen parte de las estadísticas de animales sin dueño que entrega la Secretaría de Salud.

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Hay refugios animales en dos puntos del jardín.

Nadie responde por ellos. En Barranquilla no hay un centro de atención animal al que puedan ser trasladados, como sí pasa en ciudades como Medellín, por eso Edilma o ‘la tía de los gatos’, como la llaman los vecinos, decidió hacerse cargo de ellos.

Todas las mañanas los alimenta. Hay días en los que encuentra los platos llenos de orín. Dice que a los que nos les gustan los animales le piden a los indigentes que deambulan por el sector que les ensucien los alimentos.

Es voluntaria. No recibe un peso por cuidar a los gatos. Los desparasita con una mezcla casera y convoca a estudiantes de veterinaria para que los examine cada tres meses. Se ha ganado más de un problema por defender a sus 'hijos felinos'.

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Gatos de diferentes edades, tamaños y razas deambulan entre el monte y la basura acumulada que hay en el Jardín Botánico de Barranquilla.

Jenny Andrea Ruiz, una barranquillera de 30 años, se unió a la causa de rescatar a los gatos abandonados. Juntas hicieron un refugio a la intemperie. Planean realizar una ‘Telegato’ para recaudar fondos con los que puedan construir un hogar de paso para estos animales.

Sobre si son un problema sanitario para la comunidad, Armando Figueroa, vecino del jardín, dice que sí porque 'puede que transmitan enfermedades', pero no hay nada confirmado en la zona.

Kelly Blanco, de 29 años, vive diagonal al refugio, y asegura que la pandilla de gatos desterró a los ratones del sector. Incluso, hace algunos días evitaron que una culebra saliera del Jardín y cruzara a la terraza de la casa que queda enfrente.

'Queremos que nos den un permiso para construirles un refugio fuerte a los gatos y que así la gente no los maltrate, porque los golpean, les tiran agua caliente y hasta se los echan a la babilla que está en el arroyo del Jardin', asegura Ruiz.

En abril la Secretaría de Salud organizó unas mesas de trabajo con funcionarios de la Secretaría Movilidad, el Damab y Espacio Público, para avanzar en el desarrollo de una política de atención integral a los animales en el Distrito, tomando casos como el del Centro de Bienestar Animal y de Adopciones ‘La Perla’, que funciona en Medellín y es atendido por el Gobierno local.

En el proyecto participan las organizaciones animalistas Fundalejo, Funansalud, Unepa, la agrupación Pitbull Family, Funcamas, Fundación Refugio de Animales, Plaquitas y la Fundación Zoológico de Barranquilla. Todos coinciden en que la necesidad urgente es la de construir un centro de atención para animales desprotegidos y en situación vulnerable.

Unos 58.000 perros y gatos callejeros fueron vacunados hasta enero, según cifras del Programa de control de Zoonosis del Distrito.

En el centro de atención 'La Perla' rescatan y atienden a animales abandonados y promueven la adopción, esterilizan gratis a los gatos y perros, los vacunan, les hacen quimioterapia y cirugías, y hasta les implantan ‘microchips’ para mascotas que contienen información del animal y su dueño.

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La mayoría de las hembras son abandonadas.

Para el funcionamiento de ese Centro de Protección de animales la Alcaldía de Medellín destina un presupuesto anual de $4.500 millones, en Barranquilla todavía no hay un rubro destinado a esta causa.

Mientras que el Distrito resuelve la creación de la política de protección Edilma y sus cómplices animalistas dicen que seguirán atendiendo gatos, hasta que las fuerzas y la plata les alcance: 'Hasta que la intolerancia de quienes buscan hacerles daño se los permita'.

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Vecinos se quejan de que les invaden las terrazas.