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El ‘tormento’ de los más de 90 aficionados a las competencias de pájaros que se reúnen todos los domingos en la esquina de la calle 70C con carrera 25B, en el barrio San Felipe de Barranquilla, no es María Niño sino un canario de nueve años que no se cansa de trinar.

Rafael Enrique Gómez es el dueño del pájaro más popular por estos días en el ‘Paraíso de los Canarios’, y asegura que al ave, que compró en 2008 por $1.200.000 en un barrio de Soledad, la bautizó como ‘El Tormento’ porque no dejaba dormir a su esposa.

A diferencia del video de la discusión entre dos mujeres que se convirtió en un fenómeno viral en las redes sociales, Gómez asegura que él sí es feliz y que mientras su canario exista lo seguirá siendo.

Desde las nueve de la mañana empezaron a llegar ayer los participantes de la cuarta competencia anual de trinos. Gómez llevó a ‘El Tormento’ dentro de una jaula de alambre y madera adornada con una manija de diminutos cristales artificiales. Dice que es su pasión y que solo busca que su pájaro se emocione y 'cante'.

Los ‘pajareros’ están organizados. Para inscribirse en la batalla hacen una fila detrás de la mesa en la que está un ‘supervisor de canarios’. Cada uno paga $12.000 por el cupo y el ganador recibe $300.000.

El negocio lo creó Lucy Pomares, una cartagenera de 58 años amante del trinar de los pájaros, a la que se le ocurrió convertir el estadero que tenía en la calle 61 con carrera 21 en una sede de ‘pajareros’ que funcionó durante ocho años, que se trasladó a la calle 46 con calle 21 y terminó en San Felipe, donde vecinos y curiosos se acercan los fines de semana para observar las jornadas de entrenamiento.

Las competencias son cinco veces al año, pero la preparación no se detiene. Los alimentan con alpiste y vegetales como el pimentón, 'para que se pongan rojitos', cuenta Pomares.

Les dan vitaminas para que cambien de plumas y mantienen las jaulas con recipientes llenos de agua, para que no se deshidraten y pierdan la potencia al trinar.

La mayoría los compra en el mercado de granos, en el centro de Barranquilla. Uno 'pichón', es decir recién nacido, puede costar $15.000, pero uno adiestrado lo pueden llegar a vender hasta en $1.300.000.

Cada aficionado lo entrena a su manera. La mayoría los aísla antes de competir y ubican las jaulas en lugares frescos, para evitar que 'se sofoquen'.

El truco, según Gómez, es trasladarlos con la jaula tapada para que no vean que los sacaron de su casa, incluso algunos los meten dentro de cajas de cartón.

En esta ‘guerra de plumas’ los canarios no se tocan, solo se retan desde una jaula a otra. Pareciera que se respondieran entre sí, o que reclamaran la libertad que perdieron al ser capturados para competir.

Hay cuatro jurados por ronda, en cada una participa igual número de canarios. Se suben sobre canastas de cerveza para estar más cerca de la cruz de madera de la que cuelgan las jaulas que les asigna Pomares. Cuentan los trinos con un collar de bolitas de colores; por cada tres seguidos marcan una a favor, gana el que más acumule al final de una batalla de cinco minutos.

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Rafael Gómez traslada la jaula de ‘El Tormento’ dentro de una caja.

Hay comitivas, cada una apoya a un canario y animan al dueño. Al mejor estilo de las peleas de gallos, algunos apuestan. Lucy dice que todo depende de la suerte, pero que para evitar fraude, implementa un mecanismo que creó con Boris, uno de sus amigos ‘pajareros’.

Cortan fichas de cartón paja en las que anotan con marcador negro el número del pájaro, cada una la amarran con alambre dulce a la puerta de la jaula, para evitar que los dueños las abran y cambien a los canarios. Si se dan cuenta que intentaron quitarla, descalifican al concursante.

No hay música. Solo se escuchan los trinos y los gritos afanados de los ‘pajareros’ que le reclaman a los jurados que se pongan 'pilas', para que no se les pase ningún punto. Cada trino es decisivo.

Hay dos categorías que van según la edad del canario. La primera es la de los bastos y la otra la de los finos. Pomares explica que los bastos son los principiantes, que cuando los entrenan pasan a ser ‘pintos’‚ y que al final, si están completamente adiestrados, se convierten en ‘finos’. 'Aquí no vale el pedigree, venga de donde venga, el canario puede salir bueno', cuentan.

Cambian de plumas entre cada seis meses y un año. Todo depende de qué tan buena sea la alimentación y qué cuidados tenga el dueño.

'No hay quien calle a los canarios buenos cuando se encuentran con otros', comenta Julio Gutiérrez, un barranquillero de 62 años que hace parte del grupo de los que no tienen canarios, pero que van a escucharlos trinar.

Cuando empieza la competencia apagan el equipo de sonido. No debe haber ruido para que los jurados cuenten los trinos.

'Es mi afición, por eso reúno platica para comprar canarios, así como lo hacen los que les gustan los gallos finos', justifica Gómez, quien reconoce que tener uno no es cualquier cosa. El suyo tiene varias jaulas, una de ellas es 'especial para dormir'.

‘El Tormento’ ganó competencias en Barranquilla, Cartagena, Valledupar, El Carmen de Bolívar y Montería. Su próxima batalla será en Becerril, Cesar. Mientras que ese duelo llega, los otros 90 retadores se prepararán para la 'copa de Navidad', el 14 de diciembre.

A Gómez ayer le fue bien, no piensa en la muerte, como muchos de los pajareros. Por el contrario, desea que su canario sea el único ‘tormento’ que le dure para toda la vida.

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Cuatro jurados cuentan con collares de bolitas de colores los trinos de los canarios, por cada tres anotan un punto a favor.