A Alex Alemán, un reconocido picotero de la ciudad, no le preocupa en lo más mínimo que en uno de sus ‘toques’ llueva. Por el contrario, exalta que tales fenómenos forjaron la fama de su ‘escaparate musical’: El Timbalero, ‘el picó arroyador sin agüero’. Sentado en uno de los bafles, en una casa del barrio Las Malvinas, evoca los días de verbena de los Carnavales en los 80.
'El furor fue en el 86, en bailes de Carnaval, como La Gustadera en Las Nieves, Derroche Juvenil o El Machetero en Boston. Se cerraban las cuadras, incluso a veces con los patios de las casas. Había más libertad y se gozaba más la música de Carnaval', afirma Alemán, de mirada achinada y mejillas amplias.
En una esquina de la terraza se encuentra la máquina. En ella reposa el sonriente percusionista con las manos puestas en los timbales, como listo para prender la próxima fiesta. Lleva 53 años sonando música africana, champeta criolla, jíbara de Puerto Rico, salsa; y hace parte del popular grupo de picós tradicionales de la ciudad, como son El Gran Pijuán, El Rojo, El Coreano, El Gran Torres, El Gran Che, entre otros.
Origen. El Timbalero, comenta Alex de forma casi mecánica, nació en Rebolo en 1960, en la calle 24 con carrera 23. Su padre, Víctor Alemán Esparcia, zapatero de profesión y amante de la música, construyó la máquina. El nombre, agrega, vino de Lucho Ordóñez, un compadre de la familia, técnico del armatoste, que pidió que lo llamaran El Timbalero, en honor a Tito Puentes.
Esta gran caja musical ha llegado con su música a Santa Marta, Cartagena, los pueblos de Córdoba, Ciénaga, y Tubará. Hace cuatro años el Timbalero tuvo un mano a mano con el picó más grande de Cartagena, El Rey de Rocha. Alex recuerda aquel domingo como si fuese ayer. Miles de personas llenaron la Plaza de Toros, mientras su máquina ponía a bailar a todos con música africana y el Rey con champeta local.
'Vivimos de la música y cuando llega el Carnaval nuestras máquinas son inmortales. Tratamos de mantener una tradición, no una costumbre', comenta el picotero, al abrir un baúl con miles de discos de vinilo, probablemente un tesoro sonoro.
En el interior de su hogar se encuentra el gran cofre, el cual se apodera de la pequeña sala. Las paredes son de ladrillo y un delgado muro de concreto establece el espacio para la cocina. No hay muebles, pero sí muchos cables de audio. Explica que por lo general, un picó consta de un conjunto de amplificadores, bajos, twiteers, consola, tubos al vacío, como los descontinuados L34, hoy L24, 65 y 50.
Medidas y costo. Desde que se llevó a cabo en junio de 2013 la restricción de bailes con picó en 32 barrios de la ciudad, por el bajo índice de seguridad y orden público, los dueños de picó han tenido que cambiar sus estrategias financieras. Alemán está de acuerdo con ponerle fin a las riñas que se presentan en algunos bailes, pero señala que el origen de la violencia no viene de los picós, sino de la falta de oportunidades laborales y educativas.
'Me gusta que haya unos permisos definidos para que la autoridad sepa las condiciones y uno se sienta respaldado', expresa.
Mientras repasa algunos vinilos cuenta que la primera versión de El Timbalero tenía doce parlantes y medía 1.20 metros de ancho por un 1.80 metros de alto. No está seguro, pero cree que la inversión pudo haber rondado los $100 mil. Hoy el Timbalero es tipo ‘Turbo’ o réplica de lo que fue el primero. Mide 1.10 de ancho por 1.20 de alto, tiene solo cuatro parlantes y su dueño asegura que ha invertido $30 millones en él. 'Lo que más cuesta es la música. Un buen disco de vinilo, que en la época de mi padre costaba $10mil pesos, hoy puede llegar a costar $400 mil', afirma.
Alex vuelve a sentarse junto a su equipo de sonido, delante del bafle central. Comenta, como orgulloso por los logros de un hijo, que el picó le ha traído felicidad y tranquilidad a su vida. Recalca que no le tiene miedo a los agüeros, pero sí a las intenciones de la gente. Al igual que su padre, indica con emoción que seguirá la tradición ‘picoteril’ más allá de la muerte.
Dibujo de El Timbalero, de Dairo Barriosnuevo.