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Martha se agacha y muestra el disfraz debajo de la cama. Dice que desde que tiene uso de razón diversos ‘animales’ alojan la casa cada año. En su hogar, en el barrio Costa Hermosa, hoy reposan catorce ‘dragones’, pero tiempo atrás fue el hábitat de decenas de ‘bestias’ e ‘insectos’ gigantes. Una vez al año, durante tres días, desfilan en las calles de Barranquilla y luego vuelven a ‘hibernar’ entre cajas y bolsas de polietileno.

Martha es la hija de un ‘Monstruo Marino’. Fuera de los desfiles de Carnaval era Enrique Salcedo, quién vivió las fiestas hasta el 2000. Él transmitió a su hija y a las nuevas generaciones la magia de los disfraces y el amor por las festividades barranquilleras.

'El disfraz es la pieza clave de la fiesta. La esencia de transformarse en otro ser, de burlarse o parodiar a otros. El demostrar la creatividad y el ingenio Caribe está en los disfraces. Ese es el espíritu del Carnaval', asegura la barranquillera en la sala de la casa, delante de un cuadro con fotos de su padre en épocas festivas. A un costado, decorando una mesa, están los 7 Congos de Oro que ha ganado Martha en los últimos quince años. Están ubicados de tal forma que parecen haber pausado una rueda de baile.

Cuidado. Al acabar las fiestas, agrega Martha, en el patio de su vivienda asolean los disfraces durante cuatro días. Luego los trajes, hechos en lino, seda y espuma, son envueltos cuidadosamente en bolsos plásticos y los reparten entre el primero y el tercer cuarto. Este último, sobre todo, está atestado de cajas que almacenan los bolsos.

Las cabezas de los 7 ‘dragones’ que desfilaron este año también son guardadas en este cuarto. Martha asegura que toda su familia vive en función de los disfraces durante 365 días 'porque siempre hay algo para arreglarles'.

Mientras su mamá muestra unas de las cabezas, comenta el poco uso que le dan durante el resto del año. 'Los usamos en otras ocasiones, como el 7 de abril cuando la Secretaría de Cultura nos invita a homenajear a Barranquilla. También en algunas presentaciones referentes al Carnaval', señala la mujer, seguido de una espontanea sonrisa.

Esa misma alegría la expresa Wilfrido Escorcia cuando habla del disfraz del descabezado, personaje creado hace 61 años por su padre Ismael. El disfraz está compuesto básicamente de machete, armazón y cabeza. Aunque muchos lo atribuyen a una reminiscencia del Jinete Sin Cabeza, Wilfrido siempre aclara que su padre lo concibió inspirado en los cuerpos descuartizados que de niño veía flotar río abajo en el pueblo de Calamar, Bolívar, por los conflictos entre liberales y conservadores.

Cuidado especial. Hoy en el barrio El Santuario almacenan la mayoría de los quince descabezados que desfilan en Carnaval. En la casa de don Ismael, un taller artesanal y museo del disfraz, hay una bodega donde guardan los armazones y machetes. Con bolsas negras, indica Wilfrido, buscan que nunca les entre polvo.

'El uso que le damos a las cabezas es diferente. Tenemos la mayoría en el museo, en una especie de muestrario para los turistas e interesados en conocer parte del disfraz', explica Escorcia. No obstante, en su casa, en el barrio El Concorde, siempre hay dos o tres descabezados listos para cualquier eventualidad cultural o festiva.

Están ubicados en el espacio que queda entre el cielo raso de la vivienda y el techo de eternit que la cubre. A través de una lamina de zinc falsa, Wilfrido baja los muñecos con cuidado y los pone a disposición.

'Cada ocho días los bajamos, así sea para limpiarlos. Después de Carnaval salen a actividades de colegios, universidades o museos. Salen solo a eventos referentes a la fiesta', puntualiza el hacedor.

Este aspecto es ratificado también por Carmen Altamiranda, hija de Jorge Altamiranda, creador del disfraz de La Gigantona, en el barrio San Isidro. Si donde Escorcia cuidan los cuerpos de ‘hombres robustos’, en el patio de la casa de Carmen guardan las extremidades de ‘mujeres gigantes’, amazonas si se quiere.'Cada mes las revisamos y les echamos gas contra los insectos. Cuando ya llega diciembre les quitamos la ropa y le damos un retoque a las dos muñecas', comenta Carmen en la puerta de su hogar. A los turistas interesados en conocerlas, ella y su padre, de 91 años, dan una muestra cada vez que pueden. Las Gigantonas salen de vez en cuando a eventos, incluso a campañas electorales cuando son contratadas. 'Mi padre es muy, pero muy feliz. Quiere mucho sus disfraces porque son su vida. Yo lo acompañó a donde vaya', expresa Carmen con la voz entrecortada.

Este vínculo padre-hija se tejió en torno a los disfraces, al igual que Martha lo hizo con Salcedo. Aquel ‘Monstruo Marino’ que en 1995 se volvió rey Momo.

Tradición. En 2008, desde que los disfraces de Enrique Salcedo fueron denominados Líderes de la Tradición por Carnaval S.A., Martha visita los colegios enseñando toda la dinámica que hay detrás de un disfraz de Carnaval, desde las ideas hasta la confección.

'Tenemos un compromiso con la cultura de la ciudad. Los disfraces de Carnaval pueden irse a cualquier lado, pero nunca pueden dejar las fiestas', declara la hacedora al guardar el último disfraz debajo de la cama.