Los que nacieron aquí, los adoptados y los que están lejos y la añoran día a día… Invitamos a nuestros usuarios de Instagram a que definieran en una frase lo que significa ser barranquillero. Casi todos coincidieron en que el habitante de La Arenosa es de espíritu alegre, ocurrente, amante de la fiesta y creyente en la risa como remedio para todos los males. 'Ser barranquillero es llevar en el alma el Carnaval, en el corazón la alegría, en los ojos la luna besando al Magdalena y en las manos la arena para seguir construyendo el mejor vividero del mundo', dice Carla Amaris Fiorentino, amante de la moda y el fútbol, dos pasiones que se viven al máximo en la capital del Atlántico.
Para muchos, este gentilicio viene cargado de historia y manifestaciones culturales. Como el bailarín Diego Robles Villarreal, quien cree que un barranquillero de pura cepa se preocupa por 'preservar, rescatar y difundir la tradición'.
El barranquillero ama bailar, tirar paso, rayar baldosa, trojear, vivir una rueda de cumbia en Barrio Abajo. De eso se dio cuenta el compositor caleño Víctor Raúl Sánchez, 'Patillas', quien compuso 'Barranquillero arrebatao' como homenaje a aquellos que rumbean 'todo el año sin parar'.
Aquel que nació en esta tierra tiene una mística especial. Ese 'no sé qué, no sé dónde' que, según Álex Urueta, hace que sea reconocido donde quiera que vaya. Y es que hay muchos embajadores regados por el país y el mundo entero. Algunos bastante reconocidos, como Édgar Rentería, Silvia Tcherassi, Teófilo Gutiérrez, Shakira y Sofía Vergara. Otros anónimos, como Katherine, quien añora cosas tan sencillas como esa sensación de tratar de caminar contra las fuertes brisas decembrinas, escuchar al vendedor gritando 'aguacate, aguacatízate' o comerse una butifarra soledeña.
'Ser barranquillero es comprender la conexión con el gran Caribe desde lo geográfico hasta lo musical. Es ser libre desde que nacemos en este suelo, porque así es como nació él mismo, en libertad. Es ser agua dulce y agua de mar. Es saber que nunca debemos darle la espalda al río', describe Sara Struss.
Un barranquillero tiene cosas buenas, pero también cosas malas. Eso piensa Luisa Ocampo. 'Nosotros somos muy buenos hinchas, pero muy malos ciudadanos. Nos jactamos de amar nuestra tierra pero no la cuidamos lo suficiente, ni la dejamos tan alto como sé que podríamos con el gran potencial de nuestra gente', dice.
Este es un lugar donde todavía los vecinos se conocen entre sí. Si están robando a alguien, todos salen a perseguir al ladrón. Según George Gutiérrez, 'aquí se trata a todo el mundo como la familia. Todos somos primos, hermanos y tíos'.
A la ciudad la aquejan problemáticas que los habitantes conocen de sobra. Por eso, para Darlis Redondo, ser barranquillero también es 'quejarse del calor, la movilidad y los arroyos. Pese a esto, siempre dirás con mucho orgullo en cualquier lugar del mundo: mucho gusto. Soy de Quilla'.
Para Ives Pacheco Ramos, un barranquillero ejemplar es ese que trabaja por dejar en alto el nombre de la ciudad y se porta bien cuando está de visita en otro lugar.
Para concluir, ¿qué significa ser barranquillero? Marcos Joel Guerrero Sarabia tiene la respuesta ideal: 'eso solo lo sabe quien lo lleva en el alma'.