Justo enfrente de la estatua del Libertador, en el tradicional Paseo Bolívar, en el Centro, a las 10:30 de la noche, todo luce en calma. En las calles casi desiertas el viento es amo. Tres recicladores ‘bucean’ en el fondo de un bote de basura, buscándose la vida, hacen parte de esa fauna nocturna que vive mientras la ciudad duerme.
Entre los habituales moradores nocturnos del Centro, no solo están los ya mencionados recicladores, también los habitantes de la calle se toman las entradas de los centros comerciales como albergues improvisados para tenderse a descansar su trasegar sin rumbo. Cerca a ellos, trabajadoras sexuales, drogadictos, vendedores estacionarios y ambulantes, y los vigilantes informales conforman el cuadro, que aunque pareciera solitario tiene su propio ritmo y pulso.
'Me vine de Venezuela cuando Chávez se murió porque eso por allá se puso duro, ahora esta es mi zona. Duermo acá y la gente de los almacenes me conoce y en las mañanas a veces me rebusco con una caja de embolar. De noche esto es quieto por acá y uno mismo se encarga de cuidar la zona ', asegura, Manuel Parejo, un habitante de la calle que desde hace 2 años se mueve en el sector de la estatua de Bolívar.
'Pocos problemas'
William de la Hoz, acostumbrado a la aparente quietud que se ‘respira’ por la noche en la zona, como vigilante del edificio Londres, ubicado en la calle 34 con carrera 44, ha podido cogerle el latido al corazón de la noche. 'En seguridad podemos decir que esto ha mejorado mucho, la Policía está todo el tiempo patrullando y son muy pocos los robos, una que otra pelea entre indigentes. Esto ahora es muy solo porque no hay negocios nocturnos', asegura.
Estas calles, que muchos califican de 'quietas' no dejan de ser de cuidado. Un solo bar, entre la carrera 39 y 40, se mantiene en pie como alternativa para los rumberos del sector.
De acuerdo con Juan Carrizosa, administrador del Estadero Medellín, con 40 años de actividades y uno de los pocos negocios dedicados a la venta y consumo de licor, en el Paseo Bolívar, hace apenas 15 años, en el sector funcionaban unos 50 negocios entre cantinas, bares, billares y estaderos encargados de impulsar la vida nocturna.
'Eso se fue acabando, hoy en día el Centro no tiene vida nocturna. En 1978 esto era pura caseta en Carnaval, esta zona tenía vida y los comerciantes y la gente amanecía por acá. Nosotros porque tenemos ya una clientela vieja pero esto se ha vuelto un desierto', apuntó.
Otro de los pocos puntos con movimiento en todo el sector del tradicional bulevar es la esquina de la carrera 40, en la Paz, allí se concentran conductores de taxis, vendedores de chorizos, arepas, cigarrillos y funciona la vieja y reconocida cafetería El Percal, con 35 años de historia.
'Es que los taxis hacen colectivos para varias rutas del sur, por Santo Domingo y el Bosque. También por acá hay hoteles y la gente sale en la noche a comerse algo, los tinteros vienen abastecerse y esto siempre tiene movimiento', contó Jorge Cárdenas, administrador de El Percal.
Con su cabellera ‘pintada’ completamente de blanco, que atestiguan el paso de sus 77 años de vida, Anselma Guerrero, una habitante del sector del Sauce, en Rebolo, lleva 30 años usando esta misma esquina para vender guineos verdes, de 7 de la noche a tres de la mañana.
De acuerdo con la veterana comerciante, sus ojos han sido testigo de la transformación de esta zona. 'Antes por acá habían muchos billares y bares. Funcionaba una parada de buses hasta las 12 de la noche, esto era mucho más vivo. La vida del Centro ya no es la misma y ahora desde que quitaron la Zona Cachacal esto se ha llenado de indigentes. A veces hay peleas callejeras pero la Policía siempre está dando vueltas y la cosa no es tan insegura', asegura la matriarca de la esquina, que a su avanzada edad sigue siendo uno de los asiduos habitantes de la noche del Centro de Barranquilla.
La iglesia San Nicolás y su plaza es uno de los sitios emblemáticos de los barranquilleros. A las 11 de la noche del sábado, en este entorno completamente renovado (cuyas obras ascendieron a los $9.000 millones), un grupo de cerca de 50 barristas del equipo Atlético Nacional, estaban reunidos para planificar un viaje por carretera para ir alentar al equipo paisa, en Montería, en el partido contra el equipo Patriotas.
Hinchas en san nicolás
En un ambiente ‘relajado’, jóvenes barranquilleros en su mayoría, y uno que otro paisa, al calor de unos cuantos tragos de licor se apropiaron por unas horas de este espacio al que aseguran que 'cuidan y limpian en cada una de sus reuniones, que realizan' por lo menos dos veces a la semana.
La Sur de Barranquilla la conforman unos 80 integrantes entre mujeres y hombres que aseguran que el equipo de sus amores no es el ‘Tiburón barranquillero’ sino el ‘Verde de la Montaña’.
'Es que este lugar es tranquilo, cómodo, discreto, por eso nos reunimos acá. Es que por ser hinchas del Nacional se nos discrimina mucho acá en la ciudad y eso nos trae muchos problemas con las barras del equipo de acá. Nosotros vivimos el fútbol de una manera distinta y no vemos el problema porque Nacional es Colombia', indicó Fernando Martínez, vocero de la Sur de Barranquilla.
'El centro es del Verde y esto es una elección. Nosotros alentamos, no violentamos', agregó otro de los barristas al que sus compañeros llaman el Duende.
Al final del viaje al Centro de la noche, el eco de los barristas coreando al unísono 'oohhh / somos los de siempre/ Barranquilla es del Verde' retumbaba por los recovecos de la plaza y por las calles solitarias del Paseo Bolívar, que de noche cambia radicalmente los ríos de gente, habituales del día, por pequeñas ‘lagunas’ de individuos: postales de un álbum histórico que se ha ido renovando con la dinámica y el crecimiento de la ciudad.