Mientras muchos colombianos disfrutaban la presencia de la madre reunidos en sus hogares o en cada uno de esos lugares en donde ayer les brindaban un merecido homenaje, otros miles, que ya no cuentan con la fortuna de tener a su lado a la persona que les dio la vida, vivieron un festejo diferente entre osarios y tumbas, volcados en los distintos camposantos para homenajear a las madres que ya partieron de este mundo con canciones, rezos, flores y hasta comida.
Centenares de familias pasaron ayer un rato a un lado de las tumbas que guardan los restos de ese ‘poema de blanca cabellera’ que ya no los puede acompañar en este plano físico.
Los caminos de la vida
Agachado, casi que de rodillas, Javier Torres, un guarda de seguridad de 45 años, posó sus dedos con delicadeza en la lápida que sella la tumba donde reposan los restos de su madre en el Cementerio Universal.
Desde su teléfono móvil, ubicado a un lado de la lápida, se escapaban los acordes de aquella canción que lo devuelven a los años de su niñez y que en alguna ocasión le dedicó a su madre ausente.
Los caminos de la vida no son como yo pensaba/ como los imaginaba/ no son como yo creía... Una lágrima corrió por su mejilla mientras recordaba que hace apenas un año celebraron esta misma fecha especial en su vivienda en el barrio Las Margaritas, de Soledad. Entre risas y con una comida preparada por su esposa, su padre y sus hijos agasajaron a esa matrona guerrera y trabajadora, tal como él y su padre recuerdan a Hermelinda Cova Masco, la mujer que 'partió' el 13 de enero, a los 73 años, víctima de un infarto fulminante.
'Estar aquí con mi mamá ya enterrada es muy duro porque este el primer Día de la Madre en que no estamos con ella. Es muy difícil hacerse la idea de que ya no está. Mi madre fue una mujer muy trabajadora. Madre es una sola y por eso hay que cuidarla y amarla en vida, de eso solo se da uno cuenta cuando está aquí un Día de la Madre', apuntó Torres.
Acompañando a la hija
Amor eterno/ e inolvidable/ tarde o temprano estaré contigo para seguir... Suena en la guitarra y la voz de los serenateros que contrató Edith León para que en el Día de la Madre, acompañaran con canciones el silencio y la soledad que rodean los restos mortales de su hija, Ilse Patricia Ruiz León, sepultada en el Cementerio Universal desde su trágica muerte el 19 de enero de 2014.
Ilse murió a los 39 años, aquejada de lupus y otros quebrantos de salud, dejando dos pequeños de 11 y 8 años, quienes no estaban presentes en el homenaje de ayer.
'Desde que murió mi hija nada para mí ha sido igual. Me vine hoy porque quería acompañarla porque ella fue una madre muy especial, dedicada y abnegada. Este es el Día de la Madre que yo quiero vivir, aquí acompañando a mi hija trayéndole flores y canciones. A todos los padres y los hijos les digo: cuiden mucho a su madre y a sus hijos que es el amor más grande que puede existir'.
El plato preferido
Menos concurrido y con un ambiente un poco más tranquilo el Cementerio Jardines de la Eternidad, en la Autopista al Mar, también recibió a los dolientes en esta fecha especial.
Con arroz con pollo y sopa de mondongo como un camping al aire libre, los hermanos Navarro Mejía trasladaron el festejo anual de Día de la Madre, del barrio el Concorde a este camposanto.
'Esta era la comida que a ella le gustaba y por esos estamos aquí sus 9 hijos, sus yernos y sus nietos, celebrando con alegría, porque mi madre fue enemiga de la tristeza. Fue una mujer muy alegre. Si ella estuviera viva esta celebración sería en la casa', contó Teresa Navarro, mientras degustaba en un plato desechable de la comida preferida de su madre, Merys Mejía, quien falleció a los 76 años de un infarto, en el 2013.
'Esta es la segunda vez que pasamos acá un Día de la Madre. Es duro pero no estamos tristes porque ella así lo quería. Por las madres hay que hacer todo lo que esté al alcance y valorarlas en vida, hacerlas felices y no olvidarlas nunca. Por eso nosotros venimos hasta acá para honrar a esa mujer que crió 9 hijos, porque una madre nunca se olvida', afirmó Teresa mientras terminaba de repartir la comida entre sus familiares, un plato cargado del dulce sabor de los recuerdos.