El equipo de sonido, los recortes de periódico, las grabaciones de las promesas de los funcionarios públicos y las iniciativas que entregaba a dirigentes para beneficiar a los residentes del barrio La Magdalena ahora están en manos de los cuatro hijos de Ramón Darío Fontalvo Fontalvo.
Inírida, Yamile, Marilda y Ramón Fontalvo de la Rans tendrán entre sus nuevas tareas poner música todos los sábados de nueve de la mañana a cuatro de la tarde, gestionar la pavimentación de las calles del barrio, barrer la cuadra todos los días a las cinco de la mañana y llamarles la atención a los dirigentes cuando prometen y no cumplen.
Sus vecinos recuerdan que Fontalvo desde que llegó a vivir en La Magdalena, hace 46 años, tuvo como propósito luchar incansable y desinteresadamente por sacar adelante este tradicional barrio de Barranquilla, fundado en 1957. El hombre hizo posible que pavimentaran 415 metros de vías en el sector.
'Por su insistencia ante las administraciones de turno logró que la carrera 5 entre 41B y 42, la calle 41B entre 4 y 6 fueran pavimentadas. También ayudó a tramitar y lograr la pensión a varios vecinos', contó Sonia Orozco, una de las vecinas.
'Mi padre es el más grande ejemplo de una persona correcta y con un corazón solidario que tenemos. Dedicó su vida a ayudar no solo a su familia, sino también a sus amigos', dijo Inírida, con voz quebrantada, mientras abrazaba a su hermana Yamile, en la funeraria donde ayer velaban a su padre.
Tras luchar durante varios meses contra un cáncer de páncreas, el corazón 'solidario' de Ramón Fontalvo dejó de latir, a sus 77 años, a las 9:34 p.m. del pasado viernes en la clínica General del Norte.
Su vida. Un 19 de diciembre de 1937 en Barranquilla, nació el último de los siete hijos del matrimonio de Joaquín Fontalvo y Flor Fontalvo.
Cuentan su esposa, Rosalba De la Rans, con quien se casó hace 48 años, que desde niño trató de conseguir las cosas por sí solo. Por eso, tras graduarse de bachillerato en el colegio Marceles, comenzó a trabajar en el área administrativa de una fábrica de resortes. Luego la fábrica quebró y tuvo que irse a una empresa que también se dedicaba a la fabricación de los espirales de metal.
Después de 60 años de labor logró pensionarse y pudo dedicarse de lleno a lo que le apasionó hacer durante toda su vida: servir a la comunidad.