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Para Deibis Hernández y Layoner Cáceres, la violencia, los conflictos, las fronteras invisibles, los filosos lances de puñal, las contundentes amenazas de las piedras buscando el cuerpo para causar heridas y los choques entre combos hacen parte de un viejo inventario caducado que no están dispuestos a repetir. Estos primos residentes en el barrio Nueva Colombia, un pedazo de Palenque en Barranquilla, en el que hoy residen cerca de 1.000 familias afrodescendientes, cambiaron ese lastre negativo por los libros, las actividades culturales y la defensa de sus costumbres ancestrales.

Hernández y Cáceres crecieron en la misma cuadra y por su sangre corre el sabor del lumbalú, el mapalé, el dulce de las cocadas, las alegrías y los caballitos de coco que prepara su abuela como uno de los tantos legados de San Basilio de Palenque. El primero es el presidente de la Asociación Afrocolombiana Niches en Acción, y el segundo, su tesorero. Ambos son profesionales decididos a luchar por la trascendencia del legado de sus antepasados y empeñados en replicar el conocimiento entre sus hermanos de cabildo, además de la lucha por la reivindicación étnica y cultural de sus hermanos.

'La mayoría de nosotros empezó a cambiar su historia cuando ingresamos a la universidad. Con la asociación hemos logrado que muchos de los compañeros sean profesionales y puedan tener un mejor futuro', indicó Cáceres.

Ataviado con un ropaje colorido y vistoso, Hernández explicó que para la comunidad palenquera, el 12 de octubre no es concebido de la misma manera. 'Para nosotros no existen las razas como tal, existe una sola raza que es la humana, nosotros somos un grupo étnico y en Colombia lo que hay es una diversidad de grupos étnicos'.

Deibis Hernández y Layoner Cáceres, en Nueva Colombia.

El palenque en la ciudad

En los ‘palenques urbanos’, como ellos llaman a barrios como La Manga, El Valle y La Esmeralda– las costumbres ancestrales de este grupo étnico se mantienen, al igual que su cosmovisión espiritual y religiosa; ese legado se puede sentir en sus danzas tradicionales, en su devoción por los santos, sus rituales, sus velorios, la gastronomía, los peinados y su música.

'Nosotros conservamos los sextetos, el bullerengue, la champeta, el lumbalú, el mapalé y nuestros dulces. La lengua palenquera está amenazada porque los ancianos –que son los que la han mantenido– han venido falleciendo, y en la ciudad los jóvenes muestran poco interés en hablarla', señaló Hernández.

Esta lengua criolla palenquera se construyó con la base léxica del español, el bantú africano y algunos elementos del portugués; y la lengua indígena.

De acuerdo con Hernández, uno de los problemas que más aqueja a su comunidad es el desempleo. 'Tenemos tecnólogos y profesionales ‘varados’ que se ven abocados al empleo informal. En educación necesitamos primeramente que la Institución Etnoeducativa Paulino Salgado Batata tenga su propia sede y que se construyan más instituciones como esta; en salud, Nueva Colombia no cuenta con un Paso o un Camino, y tenemos que ir al de La Manga.

Después de una larga lucha de las comunidades afro se logró que el Distrito y el Concejo aprobaran unas políticas públicas para el beneficio y desarrollo de nuestra comunidad, pero vemos que eso va muy lento', agregó.

Estos líderes comunales aseguran que problemas como el racismo continúan vivos en la ciudad. 'Sobre todo en el Norte, la gente aún nos mira con desconfianza, como si fuéramos a robar, no debe ser así', insistió.

Sabanalarga

Los gitanos o pueblo rom llegaron al departamento del Atlántico siguiendo las huellas de los vientos y tras el rastro de las estrellas a través del delta del río. Sus carpas itinerantes manejadas por unos ‘Melquíades’ reales, nómadas por naturaleza que encontraron en este ‘Macondo’ un refugio hace ya 5 décadas.

A Sabanalarga llegó la primera familia gitana en la década de los 40. Sus mujeres empezaron adivinar el futuro, que, de acuerdo a sus creencias, está marcado en nuestras manos, al tiempo que desplegaban sus conocimientos en la cartomancia, la astrología y las artes de la adivinación. Los hombres, los máximos patriarcas de sus kumpanias (la kumpania es un grupo de familias que se encuentra en un lugar específico del mapa), se dedicaron a aquello que conocen muy bien y hace parte de su legado cultural: la talabartería, la fabricación de sillas de montar, jáquimas y el comercio de equinos.

Patricia y Sharo Avad con sus hermanos, en Sabanalarga.

Patricia Avad es la hija mayor de Nora Gómez Demetrio. Nora es hija de Alfonso Gómez y Maruja Demetrio, la primera familia gitana que montó su carpa en las afueras de Sabanalarga.

Su kumpania está constituida por unas 54 personas que integran 16 familias.

Patricia, junto a su familia, ya no vive en una carpa en las afueras del pueblo, tampoco ninguna de las 16 familias de la kumpania. Hoy residen en casas de alquiler y muchas de sus costumbres milenarias ya se no se identifican a primera vista. 'No vestimos igual, usamos ropas de las gadzhé, (no gitanos) ni estamos en carpas, porque nuestro sistema económico ha venido en detrimento, como los mismos usos y costumbres del pueblo gitano. La lectura de manos se la han apropiado mentalistas y parasicólogos. Los hombres en sus oficios tienen que competir con fábricas a gran escala y con los precios más baratos, y ahora les tocó entrar en otros oficios para sobrevivir', asegura Patricia, quien fue la primera interlocutora de su kumpania ante el Gobierno Nacional.

'Gitano es sangre, es nuestra lengua (la shib romaní, hablada por todo el pueblo gitano), a un gitano no lo define la vestimenta. Nosotros nacimos con unos conocimientos especiales como la lectura de mano, que solo la pueden practicar las mujeres casadas', contó Sharo, otra de las hijas de Nora y actual representante de su kumpania ante el Gobierno.

Mucha de la historia de este pueblo nómada se ha perdido, ya que los gitanos son un pueblo ágrafo (no tienen escritura) y su sabiduría, su cultura, se han transmitido de manera oral.

Los gitanos están organizados y reconocidos

El Ministerio del Interior adelantó acciones para proteger la identidad de esta población, a través del proceso de Decreto 29/57 de 2010, en el cual se les reconoce y consagra sus derechos colectivos.

'El pueblo gitano necesita empleabilidad, visibilidad y evitar la pérdida de sus costumbres, y en eso trabajamos mi hermana y yo. Se necesita que se respete el enfoque diferencial étnico', recalcó Patricia.

Tubará

En casa del gobernador indígena, Digno Santiago Jerónimo, varios integrantes del cabildo mayor de la etnia indígena mokaná, del municipio de Tubará, departían entorno a un sancocho de gallina campesino, que no necesariamente obedecía a un ritual ancestral.

Vestidos como occidentales, incluso algunos usando camisetas deportivas, reconocieron que sus costumbres se han venido perdiendo por la influencia de los hermanos menores, y una de las mayores pérdidas ha sido la de su lengua primigenia de origen arahuaco.

Gaspar Sánchez, Cristóbal Meza y otros miembros de la comunidad mokaná, de Tubará.

Esta comunidad indígena está compuesta por 3.600 individuos, 128 núcleos repartidos en 8 parcialidades. Actualmente, mediante la Resolución 0043 del 7 marzo de 2014, el Ministerio del Interior los reconoce como etnia indígena y se reconocen todos sus derechos colectivos.

'Tenemos una cátedra mokaná de educación propia en donde se imparten a nuestros jóvenes los conocimientos sobre nuestra gastronomía, el respeto de los mayores, nuestros conocimientos de medicina tradicional y nuestras costumbres', explicó Cristóbal Meza, coordinador de etnosalud.

Este pueblo de origen amerindio ha cultivado desde siempre la tierra, y uno de sus principales fuentes de ingreso es la agricultura, además, son diestros artesanos que con el totumo, el bejuco y la madera crean obras de arte alusivas a su cultura ancestral.

'Estamos en la lucha por conseguir una IPS propia en donde se trate a nuestra gente con la medicina tradicional y a la vez con la occidental' agregó Meza.

Gaspar Sánchez, un anciano que tiene bien demarcados los rasgos que caracterizan a la gente de su pueblo, hace parte del consejo de ancianos. Sánchez señaló que la sequía está golpeando fuerte a su pueblo. 'No hay nada, todo está seco, no hay yuca. Todo eso es porque ya no se respetan a los mayores y hay mucha perdición en la sociedad', aseguró el viejo sabio, apoyado en su bastón de madera.

Los rituales

Cuando se posa sobre el cielo la luna llena, los del cabildo mayor suben al morro hasta el santuario de la piedra pintá para hacer un pagamento y dar gracias a Hu, 'el dios que todo lo ve y todo la sabe'.

César Martínez, coordinador de cultura del cabildo, aseguró que todavía se conservan algunas malokas en las que realizan las llamadas mingas, que son encuentros comunitarios en donde se debaten los problemas del cabildo. 'En Tubará no podemos hablar de discriminación como tal porque somos mayoría, pero en las grandes ciudades el indígena sí sufre el racismo, a muchas de nuestras mujeres que trabajan en la ciudad no se les paga bien, muchas veces no somos tenidos en cuenta por los gobiernos y autoridades occidentales, y en cuestión de empleo si no trabajamos en lo nuestro –la tierra y las artesanías– tenemos pocas oportunidades'.

En torno a la comida, en la residencia del gobernador, ubicada en el barrio Centro de la ciudad, cuyo techo de paja al estilo maloka tiene ya un siglo, el consejo de ancianos anunció una marcha para hoy, Día de la Raza, para pedir al Gobierno que cumpla con los acuerdos, y en apoyo y solidaridad con la situación del indígena Feliciano Valencia, detenido en zona rural de Santander de Quilichao, norte del Cauca, por el delito de secuestro.